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La enfermedad imaginaria

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Desde hace dos días creo que tengo principios de esclerosis múltiple. Estaba revisando Instagram y vi la noticia del padecimiento de Celine Dion, que ya no controla sus músculos y me dio curiosidad saber qué tenía. Esclerosis múltiple. Inmediatamente busqué en Google los síntomas y hay toda una lista que comencé a leer, y todos los síntomas sentí que ya los tengo, entonces por lo tanto lo debo tener.

Así funciona mi mente, o al menos desde que mi prima Mariangela murió de cáncer hace como ocho años. Antes de mudarme a Estados Unidos yo viví en su casa, me unía a sus reuniones, me empezó a invitar a salir con sus amigos y todos los fines de semana -o por lo menos casi todos- nos reunimos en el jardín de su casa sentados en un banco de metal con la poca pintura azul que le quedaba, a tomarnos dos, tres y hasta cuatro rones con cocacola, su bebida favorita.

Después de que ella murió algo fue apoderándose dentro de mi ser, un miedo a la muerte o más bien un miedo a enfermar y sufrir así como ella padeció su enfermedad. Ella estaba siendo tratada en un súper hospital en Orlando y yo vivo en Miami. Recuerdo que todos los fines de semana viajaba con mi tía Elaiza a visitarla, hacíamos turnos en el hospital porque a ella no le gustaba quedarse sola, y la entiendo tanto. Mi devoción y admiración hacia ella era inmenso. Es. Verla luchar contra una enfermedad que no tiene piedad con quien la padece, que te hace cuestionar todo en un segundo, tu vida entera, sigue siendo hoy en día para mí una gran lección, además le estaba profundamente agradecido porque sin ella saberlo me había salvado por un buen rato de mi soledad, de mis demonios, al hacerme parte de su tribu. Ella fue por un periodo importante la única persona contemporánea a mí con la que compartía.

La hipocondría o hipocondriasis es una condición en la cual el paciente presenta una preocupación excesiva con respecto a padecer alguna enfermedad grave. El origen del término hace referencia a una región anatómica, el hipocondrio, situada bajo las costillas y el apófisis xifoides del esternón, donde, según la escuela médica humoral, se creía que se acumulaban los vapores causantes de este mal. La enfermedad imaginaria. Esto no es divertido, yo no me desperté un día queriendo ser hipocondríaco. Y como cualquier enfermedad que tiene cura, sé que esta la tendrá y estoy determinado a darme de alta. Lo he hablado con mi psicóloga, he tenido ciertos avances pero vuelvo a recaer, es como que mi cuerpo fuera adicto a esa sensación y a los químicos que produzco cuando estoy en ese estado, o simplemente muy en el subconsciente todo lo que quiero es atención. No lo sé. Créeme que si tuviera la respuesta no estuviera escribiendo esta columna.

Estos días he estado escuchando el libro del bioquímico, conferencista internacional y autor Joe Dispenza Deja de ser tú, en el que habla sobre cómo el cerebro y el cuerpo pueden trabajar por separado, o hacernos sentir de esa manera, que por más que pensemos y nos digamos que estamos sanos, el cuerpo por tener memoria y funcionar de una cierta forma (en mi caso años siendo hipocondríaco) no va a ser coherente entre lo que pensamos y sentimos de un día para el otro. Cabe acotar que las emociones -lo que sentimos- las expresa y las maneja el cuerpo. Entonces, si me repito todos los días durante 21 días que soy un ser sano, ¿me curaré de hipocondría? Sí y no. Eso es lo que científicamente han comprobado que tarda en instaurarse un nuevo hábito en ti. Dispenza también habla de la coherencia y el poder de manifestar; dice que mientras lo que pensamos y lo que sentimos no sea verdaderamente igual no se producen resultados y cambios. Básicamente tienes que vivir como si ya estuvieras sano, creértelo, sentirlo dentro de ti, y pensarlo. Se dice fácil. Pues no es pensarlo de manera repetida y por dentro aún dudar de que lo que estoy pensando pueda suceder. Al final es un acto de fe, es creer en algo superior a ti que intercederá y que tiene el control. ¿Dios? ¿El universo? ¿Tú mismo? ¿Dios habita en mí? ¿Entonces yo soy Dios? Y pienso en Celine Dion y me pongo triste, ¡cuánto talento!

Lo cierto es que escribo esta columna en medio de un brote de hipocondría donde creo que estoy empezando a padecer algo que será mucho peor, y donde mi cuerpo sugestionado por la mente comienza a sentir aún más marcados esos síntomas. Es todo un círculo. Y la escribo también para que sepas que no estás solo y que te mando mucha luz para que junto a mí venzamos esta condición y no controle nuestra vida. Pero vamos a llevarlo un día a la vez, un paso a la vez, sin miedo de recaer, sin querer evitarla porque es peor, transitarla y agradecerle porque esta y cualquier otra condición de salud mental está aquí para enseñarnos algo sobre nosotros mismos, para hacernos mejores seres humanos y definitivamente devolverle a la humanidad algo de nuestra experiencia, alegría y dolor.

Te quiero mucho prima.

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