Es indudable que toda la atención se ha volcado a los casos de covid-19. Las autoridades pertinentes centran la vocería en emitir informaciones, por cierto nada creíbles, sobre el número de casos confirmados y la mortalidad, producto de esta terrible enfermedad causada por este enemigo invisible y poderoso que ya conocemos. No obstante, no podemos dejar de prestar atención a aquellos pacientes que padecen una enfermedad crónica de base y que requieren un tratamiento específico que los mantiene con la calidad de vida que ameritan y que deben tener. Incluso, muchos corren el riesgo de perder la vida si no reciben el medicamento específico o el tratamiento que debe ser aplicado de manera regular y obligatoria en centros de salud.
En Venezuela, el drama del paciente crónico se viene arrastrando desde hace más de 5 años, lo hemos reiterado en anteriores oportunidades. Sin embargo, en medio del transcurrir de esta pandemia inesperada para todo el mundo, este drama se ha reagudizado de una manera alarmante. No podemos dejar de atender, como médicos en las diferentes especialidades, a otros pacientes que acuden para controlar la enfermedad crónica que padecen. Aun con el riesgo que eso significa, bajo todas las medidas de protección tanto para el médico como para el paciente. En los actuales momentos, hay que atender en los centros de consulta que reciben a personas con patologías crónicas, tanto privados como públicos, como si fuera un “área de covid”. Aunque el médico no se encuentre atendiendo en la primera línea de atención, tiene un riesgo alto. No olvidemos que este nuevo coronavirus tiene una característica peligrosa y es que se presenta en personas sin ningún síntoma y que igualmente tienen la capacidad de infectar a otra.
Por la atención médica que deben tener, quizás no es lo que más pudiera preocupar, el médico venezolano siempre estará allí, aunque no disponga de los insumos necesarios para ofrecer atención al paciente. Lo inconcebible y trágico es que la crisis devastadora a que ha sido sometida Venezuela en el transcurso de todos estos años no termina de pasarle factura a la gran mayoría de los venezolanos. Más si padece de una enfermedad crónica. Vivimos en un país en el cual está prohibido enfermarse.
Recientemente, pacientes crónicos con diversas patologías, y que ameritan medicamentos de alto costo, incluyendo personas trasplantadas, realizaron una protesta ante la gobernación del estado Lara, reclamando su derecho a la salud y a la vida. Resulta triste y a la vez causa impotencia oírles decir: “Sentimos que nos han abandonado en estos momentos de pandemia, todas las patologías de los pacientes crónicos las han olvidado. Si salimos a la calle nos arriesgamos a contaminarnos por el covid-19 y si nos quedamos en las casas también vamos a morir sin nuestro tratamiento”. Esta es la dura realidad que están viviendo estos pacientes.
El coronavirus no puede parar la atención de pacientes que ameritan tratamiento en centros de salud. Ejemplo de ello son los pacientes renales, quienes tienen que acudir tres veces por semana por 4 horas para la hemodiálisis. Testimonios que se han difundido por las redes demuestran la indolencia de los organismos de seguridad ante la crisis de combustible, de no garantizar el suministro, a fin de dar prioridad al traslado de estos pacientes a las unidades de diálisis, sobre todo en el interior del país. Un buen porcentaje de estas unidades, por cierto, están en condiciones críticas.
Personas que padecen de hipertensión, diabetes, afecciones neurológicas como la epilepsia, párkinson, VIH y otros padecimientos requieren de asistencia con relación a sus medicamentos. Los pacientes oncológicos deben recibir el ciclo de quimioterapia de manera regular y con el adecuado protocolo, dependiendo de la patología tumoral. Las personas trasplantadas necesitan el medicamento específico para evitar el rechazo del órgano trasplantado.
En fin, todos sin excepción se han visto demasiado afectados, mucho más de lo que estaban antes de esta grave crisis sanitaria por el covid -19. Y es que la enfermedad crónica no conoce ni entiende de pandemias. Las autoridades pertinentes deben garantizarles a estos pacientes la seguridad de su sobrevivencia y a la vez de su calidad de vida. No obstante, la única garantía ha sido el largo silencio de quienes tienen la responsabilidad de dirigir el Min Salud y el Seguro Social, a quienes la desidia, la indolencia y la ideología malsana los domina.
@mariayanesh
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