Ya varios columnistas han comentado la encuesta de GEA del mes de noviembre, recién publicada, y que como ya hemos afirmado, encierra la ventaja de ser parte de una serie histórica que se remonta ya a principios de siglo. Algunos se han detenido en la aprobación menor de López Obrador que en otros sondeos, o, a la inversa, en una tendencia que se observa en otras pesquisas, a saber, que su aprobación es igual a la de Fox y Calderón en el mismo momento de su sexenio. Quisiera centrarme yo en otros datos: el porqué lo aprueba la gente que lo aprueba, y el porqué no lo hace quien no lo hace.
La pregunta es sencilla, pero no la he visto en otras encuestas: De las siguientes razones, ¿cuál es la más importante para que usted apruebe la gestión de López Obrador? Es una pregunta cerrada: se le ofrecen varias opciones al encuestado, pero no se busca su respuesta espontánea. No es un defecto de la pregunta, sino simplemente una característica.
La razón con mayor número de adeptos, con mucho, es: Porque tiene buenas intenciones, 33%. En otras palabras, una razón entre mágica y predemocrática, parecida a la idea de muchos rusos con el Zar o Stalin: si solo supiera lo que pasa, no lo permitiría, porque el (pequeño) padre de los pueblos es bueno por naturaleza. La segunda es semejante: Porque tengo la esperanza de que las cosas cambien en el país, 12%. A mitad de sexenio, se trata de una respuesta hasta cierto punto extemporánea, también medio mágica. Siguen ya dos respuestas concretas, racionales y lógicas: Porque ha tenido buenos resultados (18%) y porque sus programas sociales han beneficiado a mi familia (18%). La tercera es de nuevo emocional: porque me identifico con él (12%).
En el mejor de los casos, 45% de las opiniones son etéreas, emocionales, mágicas o predemocráticas; si le sumamos la identificación, llegamos a 57%. Dicho de otro modo, son respuestas que tienen más que ver con la gente que con AMLO. Son los deseos de la gente, más que las realidades de AMLO. Incluso la identificación es falsa: un porcentaje muy pequeño de la población tiene un abuelo extranjero, terminó estudios superiores, o vive en Palacio Nacional (no en su casa). El número de adeptos debido a la realidad de los beneficiados por los programas sociales es pequeño: se trata del 18% del 54%, aunque entre quienes desaprueban a AMLO es muy factible que haya una cierta cantidad de beneficiados también. La razón de la popularidad de López Obrador radica en el pensamiento mágico de la sociedad mexicana, no en los arbolitos, las pensiones, el apoyo a los Ni-Ni o las becas. No sé qué conclusiones políticas deba sacar de estos datos, pero sí me convencen más que otras explicaciones. Recuerdo un hecho: el desfase entre resultados y logros por un lado, y popularidad por el otro, es mucho mayor en México que en la mayoría de los países, trátese de América Latina, de Europa, de Estados Unidos y Canadá y de Asia. Solo en la India Narendra Modi puede presumir de un desfase análogo.
Las respuestas a la pregunta opuesta -¿Cuál es la razón más importante para que usted desapruebe la gestión de AMLO?- son más terrenales. La primera -porque siento que no me representa- alcanza 30% y la segunda -porque ha tenido malos resultados- 29%. Si añadimos la tercera -porque es un líder autoritario, con 19%-, llegamos a casi 80% de la gente entregando respuestas racionales. Pueden ser respuestas erróneas, y la encuestadora formuló ambas series de manera diferente, pero el par de preguntas nos entrega un acercamiento al misterio de la popularidad presidencial.
La gente que lo aprueba lo hace por emociones, esperanzas o atributos personales de López Obrador, por lo menos en la mente de sus seguidores (las intenciones son insondables, por definición). La gente que lo rechaza lo hace por realidades. Debe haber un sector de la sociedad menos inclinado al pensamiento mágico que puede desprenderse del apoyo al presidente, y más afín al pensamiento basado en realidades. No es grande ese segmento, pero en teoría no es minúsculo. La clave de todo yace en saber si ese sector va a cambiar de bando, conforme los méritos personales de AMLO se esfumen y los resultados se tornen más visibles, y más contundentes.
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