Leo en una investigación sobre Colombia que la pobreza y la falta de oportunidades aumentan las posibilidades de Gustavo Petro entre los jóvenes. Hay que decirles a los colombianos que por el camino elegido por Petro no hay redención posible, salvo emigrar, como han hecho 6 millones de venezolanos, 2 millones de cubanos y 1 millón de nicaragüenses.
No hay un tema más delicado en América Latina que Colombia. Es la única gran nación de Suramérica que tiene acceso a los océanos Atlántico y Pacífico. Posee una población más o menos similar, en números, a la española: Colombia 52 millones, España 48. Pero duplica el territorio español: Colombia, 1.100.000 kilómetros cuadrados, incluidas las paradisíacas islas del archipiélago San Andrés; España, 500.000 sin exceptuar las Baleares, las Canarias y las ciudades Ceuta y Melilla, vinculadas por la geografía (y no por la historia) al reino marroquí.
Colombia es un país de desarrollo medio con todos los climas y todos los ambientes. Tiene decenas de universidades, pero sólo 2 están incluidas en los informes de los 3 “rankings” más prestigiosos de cuantos existen: la Universidad de los Andes y la Universidad Nacional. El resto gradúa profesionales muy competentes, pero hacen poca investigación. Colombia elabora unos 60.000 objetos de los que el país consume habitualmente. Desde palillos de dientes y desodorantes, hasta las vacunas muy complejas, conseguidas por el inmunólogo Manuel Elkin Patarrollo, como las que ha desarrollado contra las variantes del covid-19 y su ya antigua (y controvertida) vacuna contra la malaria.
¿Se expandirá la izquierda, como sueñan los gobiernos de Cuba, Venezuela y Nicaragua? Incluso, los gobiernos de México (Andrés Manuel López Obrador) y Argentina (Cristina Fernández, la vicepresidente, pero quien allí manda porque tiene los votos). No lo creo. La izquierda debe conformarse con Chile, donde reina Gabriel Boric. Pero no creo que el país que eligió a Uribe, cuando estaba a punto de tirar la toalla porque no podía transitar por carretera entre las ciudades y debía depender del avión.
En esa época se pensaba que Santos iba a ser una especie de Uribe 2.0, pero le salió la criada respondona, y luego regresó el uribismo con Iván Duque. No creo -insisto- en que la mayoría seleccionaría a Petro. La pregunta que se hace The New York Times (“¿Está lista Colombia para elegir a un gobernante de izquierda?») tendrá una respuesta contundente. Será alguien de la centroderecha como Rodolfo Hernández.
Habrá que esperar al ballotage, a la “segunda vuelta”, para decidir, finalmente, quién será el ganador. Yo apuesto por Fico (celebro que la noche del mismo 29 haya apoyado a Rodolfo. Cerrarle el camino a Petro me parece una labor urgente y patriótica). Estuvo muy bien en los debates. Fue brillante. No acudir a ese ejercicio es un grave pecado. No quiere decir que el hecho de que un candidato no haya participado de los debates no sabrá cómo gobernar, pero es evidente que existe una limitación mayúscula en no poder verbalizar los planes de gobierno y el ataque a las otras opciones.
Eso acaso quiere decir que no se ha pensado lo suficiente en los demás. Las personas que no pueden anticipar los problemas tienen una tremenda falta de imaginación. La imaginación es necesaria para gobernar bien. Los romanos creían que la facultad de expresarse bien era sinónimo de talento. Por lo menos esa era la postura de Quintiliano, el gran pedagogo de Roma, maestro de Retórica, nacido en el siglo uno de nuestra era. Hoy sabemos que no necesariamente es así, pero existe un vínculo entre los dos rasgos.
¿Qué es gobernar bien en la Colombia actual? Sin duda, ceñirse a la ley. Si se jura la Constitución es porque se piensa cumplir. Eso es fundamental. Además, hay que cobrar pocos impuestos, atraer cuantiosas inversiones y ser muy cuidadoso con el gasto público. Las economías abiertas, y Colombia lo es, no dejan mucho espacio para la planificación. Por eso es importante que al frente del Estado y del gobierno no quede un “planificador”, sino una persona que sea capaz de ver las cosas positivas que se ofrecen y las asuma. Es el momento de la imaginación y de convertirlo todo en oportunidades.
Incluso, es una oportunidad de reducir la inmensa corrupción que existe en Colombia a todos los niveles de gobierno. ¿Cómo se combate la corrupción? Sin duda, con el código penal en la mano. Hay que meter en la cárcel a los corruptos, pero evitando que los actos de gobierno se conviertan en una vendetta. Tal vez recuperando parte del dinero mal habido sea suficiente. Es decir, el ganador de la “segunda vuelta” debe pensar en el futuro y no dedicarse como un obseso a salvar el pasado, que ya sabemos que es insalvable.
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