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La emigración como herramienta política

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migrantes venezolanos

Foto: Schneyder MENDOZA / AFP

Entiendo que mis lectores de hoy pudieran esperar algún comentario acerca de la farsa electoral que se acaba de llevar a cabo en Nicaragua. A la hora de preparar estas líneas la Asamblea General de la OEA que se desarrolla en Guatemala todavía no se ha pronunciado en forma de votación sobre el tema por cuya razón,  aun sabiendo que aquello fue un escándalo deleznable, no podemos saber qué países prefieren cohonestar con su voto tal tracalería y cuáles no. Los primeros indicios apuntan a que los que quieren justificar lo injustificable echan mano al  argumento de la “no intervención” que en casos como este es la más descarada forma de intervenir.

Sin embargo, actualmente ocurren cosas en el mundo  que  pareciendo distantes de nuestra Venezuela sí tienen una conexión que permite trazar algunos paralelismos. Tal el caso de las migraciones que en estos mismos días son objeto de acciones y reacciones relevantes.

El señor que despacha desde Miraflores ha anunciado con bombos y platillos que se apresta a implementar el operativo de  “Regreso a la patria” que –según él– devolvería a nuestro territorio a los incontables miles de compatriotas que habiéndolo abandonado llegan a la conclusión de que en “revolución” se vive mejor que en el exilio.

Es evidente que en un éxodo que excede los 6 millones de compatriotas debe haber un número razonable de arrepentidos a quienes no les ha ido bien en los lugares a los que han llegado o que por razones familiares o sentimentales creen que les conviene regresar. La importancia de la alharaca que delira el usurpador-en-jefe habrá de medirse sacando la proporción matemática entre los idos y los que regresan. El resultado hablará por sí solo.

Interesante es constatar que en ningún país medianamente democrático o próspero hay éxodo masivo de sus habitantes. También es interesante observar que en algunos países del paraíso comunista se ha practicado –y aun se practica– el tire y afloje de impedir a sus ciudadanos salir del país y otras veces se propicia y estimula la salida masiva de su gente como arma política.

Esto último es lo que está ocurriendo en estos mismos días en Bielorrusia, cuyo presidente Lukashenko es “aliado carnal” de los “revolucionarios” vernáculos quien –sancionado por la Unión Europea– está produciendo las condiciones para empujar a miles y miles de sus ciudadanos a cruzar la frontera con Polonia, que es miembro de ese grupo y no puede o no quiere acoger a ese gentío que una vez en el área comunitaria seguramente buscará desplazarse a los países económicamente más prósperos como Alemania, Escandinavia, etc. Excelente manera de producir un clima que lleve a la distracción y el desvío de la atención de los graves problemas internos de ese país.

En otras palabras, Lukashenko hace política exterior propiciando el éxodo de sus ciudadanos. Lo mismito que hizo Fidel Castro entre abril y octubre de 1980 cuando, luego de décadas de impedir la salida de los cubanos, un buen día autorizó y promovió el éxodo de 125.000 personas desde el puerto de Mariel hacia Miami con el objeto de crear problemas al gobierno de Estados Unidos y de otros países que criticaban la política de restricción de salida que hasta entonces imperaba en Cuba.

No muy distinto es el caso de Venezuela donde el deliberado deterioro del nivel de vida resultante de políticas probadamente nefastas terminó empujando fuera de sus fronteras primero a la clase media económica y profesional, seguida luego por aquellos atrapados en el desespero convertidos en caminantes fantasmales de las rutas suramericanas.  La salida de unos y luego de los otros permite crear desequilibrios en los países vecinos y sirve también para dar nacimiento al tema de las remesas internacionales de quienes desde el exterior ayudan a sus familiares y que, al día de hoy, aparentemente se han convertido en el primer ingreso de divisas del país rivalizando o superando ya el ingreso petrolero que apenas sobrevive en terapia intensiva. Todo ello sin olvidar que esa gente –disgustada y decepcionada– no podrá votar en la farsa que se escenificará el venidero domingo 21.

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Desde esta privilegiada tribuna que nos brinda El Nacional no podemos obviar  el comentario de profunda decepción que nos envuelve al constatar la pequeñez de la dirigencia opositora, incapaz de abrazar la unidad ni de deponer sus agendas particulares. Da grima ver cómo un pueblo que en su conjunto rechaza a su actual gobierno en tasas que rondan el 80% va a terminar siendo testigo de unos resultados que en atribución de los cargos a elegir es bastante posible que refleje algo muy distinto. Vergüenza debiera darles. Han traicionado al pueblo que dicen representar.

@apsalgueiro1

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