OPINIÓN

La economía en la Segunda Guerra Mundial (II)

por Carlos Balladares Castillo Carlos Balladares Castillo

Un día como hoy (25 de agosto) pero de 1941 se da la primera acción militar entre los Aliados anglo-soviéticos en la Segunda Guerra Mundial. Tropas del Imperio Británico y la Unión Soviética invadieron el Reino de Persia (actual Irán), para permitir el paso de suministros militares y civiles por el ferrocarril Trans-Iraní y asegurar el dominio de las refinerías con sus pozos petroleros. Se le había exigido previamente (17 de agosto) al gobernante, el sha Reza Pahlavi, el paso por su territorio y que expulsara a los agentes alemanes que habían llegado con el rebelde gobernante iraquí Rashid Ali (recientemente derrocado por la ocupación de la Commonwealth cuando se alió con los nazis entre abril y mayo), pero este alegó neutralidad. La respuesta fue la invasión Aliada con muy poca resistencia en torno a los yacimientos de hidrocarburos. Al final, en septiembre, el sha abdicó en favor de su joven hijo Mohammad Reza Pahlevi quien restauró la monarquía constitucional. En los próximos cuatro años por esta ruta se le entregaron 5 millones de toneladas de alimentos y armas a la URSS, y el petróleo del Golfo Pérsico nunca cayó en manos del Eje (“Capítulo III.  Persia y el Desierto” en el “Libro III. La Gran Alianza” de la obra de Winston Churchill: La Segunda Guerra Mundial; 1948-1956). Un hecho político-militar se imponía a la lógica económica de la guerra: el control de los recursos que requiere la industria para seguir produciendo armas.

Aviones suministrados por Estados Unidos (mediante el Programa de Préstamo y Arriendo), listos para ser recogidos en el aeródromo de Abadan, Irán

La semana pasada explicamos, siguiendo a los historiadores estadounidenses Williamson Murray y Allan R. Millett en el “capítulo 19. Pueblos en guerra (1937-45)” de su obra: La guerra que había que ganar (2000); los primeros dos factores de la economía en la guerra industrializada: las materias primas para fabricar municiones y los alimentos para soldados y civiles. En ambos la ventaja de los Aliados era abrumadora, pero también en los otros tres que ahora explicaremos en lo que respecta a los dos primeros años de la Segunda Guerra Mundial: la infraestructura fabril y de transporte capaz de incrementar su productividad, población activa para incorporarse como mano de obra y la voluntad política para imponer sacrificios a la población. El problema con los textos es su tendencia a mostrar las cifras de todo el conflicto, y en especial las de los últimos años en los que se muestra la enorme diferencia entre los contrincantes. La idea es ilustrar por qué terminaron venciendo, pero se puede caer en un reduccionismo y en un nuevo mito: el Eje, en especial Alemania, fue vencida no tanto por la calidad de las armas, la valentía de los soldados y la capacidad estratégica del Alto Mando Aliado sino por la “aplicación debida de la fuerza arrolladora” (Paul Kennedy, 1986, Auge y caída de las grandes potencias). Nosotros hemos querido revisar la economía en el período inicial: 1939 a 1941 por cumplirse el 80 aniversario.

Soldados soviéticos cruzando la frontera con Irán el 25 de agosto de 1941

En 1939 Estados Unidos poseía casi 30% de la producción manufacturera mundial, seguida por la URSS (18%), Alemania (13%) y el Reino Unido (9%); pero los mayores índices anuales en este ámbito eran lideradas por la URSS (a gran distancia del resto aunque de baja calidad), el Japón, Italia y Alemania. Al mismo tiempo, estos países eran los que venían realizando en la década de los treinta las mayores inversiones en defensa. En los casos de Alemania y Japón estaban en un gran dilema: no poseían suficientes capitales y reservas para pagar las materias primas que requerían sus economías. El caso del Tercer Reich era quizás el más grave porque no tenía economías cautivas como Japón (obtenidas en Asia en la Primera Guerra Mundial), de modo que debía vender mercancías para comprar los recursos. Al enfocarse en el rearme esto le fue imposible y en el año 1939 su economía podía colapsar al acabarse las reservas con el resurgimiento de la temida hiperinflación. Algo se tenía que hacer y la ideología nazi, que había generado precisamente el rearme, tenía la respuesta: ¡guerra! La prueba estuvo cuando obtuvieron en 1938 y a principios de 1939 los recursos, industrias y reservas de Austria y la Bohemia de Checoeslovaquia; aunque estos se lograron con la sola amenaza de la fuerza.

En Alemania (y en casi todos los países) la guerra justificó el control casi total de la economía por parte del Estado; pero en estos dos primeros años no comenzó un racionamiento radical (aunque la escasez de ciertos alimentos era alta) ni asumió la movilización de toda su población (en especial de las mujeres) y mucho menos incrementó los impuestos. No quería repetir los errores socioeconómicos del anterior conflicto: excesivas limitaciones a su pueblo que terminarían desembocando en una explosión social. A pesar de que la producción de armas era la prioridad no logró en este tiempo superar a la URSS y al Reino Unido, aunque sí se le acercó a los británicos y tenía el potencial para superarlos lo cual hará en los siguientes años aunque solo en 1944 pudo construir más aviones. El gran problema es que las mayores capacidades potenciales para dedicar la industria a la defensa las poseía Estados Unidos (más del 40%), de modo que la estrategia tendría que ser estimular por todos los medios que el gigante de América mantenga su política aislacionista (la Ley de Préstamo y Arriendo fue un gran fracaso en este sentido), ocupar las economías de Francia y el resto de Europa, después hacer lo mismo con la URSS y lograr negociar con el Reino Unido. Tal como dijimos, en la serie que publicamos en esta misma columna entre junio y julio sobre la “Operación Barbarroja” (invasión de la URSS): el dominio de los recursos y la industria de Rusia permitirían la consolidación de estas metas.

La URSS vería paralizada por un año la mayor parte de su industria desde junio de 1941 cuando fueron invadidos, debido a su traslado más allá de los Urales. Estados Unidos, por su lado, tenía el mayor PIB del mundo pero sus gastos en defensa no pasaban de 2% del presupuesto anual. A finales de la década de los treinta con los presagios de guerra se propuso convertirse en la primera Armada del mundo superando a la Royal Navy y alejándose de la tercera: la Marina Imperial del Japón. El problema es que para 1941 no lo había logrado y como tenía la tarea de defender ambas costas no lograba la superioridad frente a sus enemigos de manera separada, es decir, que en el Pacífico estaba en paridad con el Japón. Otra objetivo fue incrementar el tamaño de su Fuerza Aérea con el desarrollo de bombardeos estratégicos como el cuatrimotor Boeing B-17 “Fortaleza volante”, pero para 1940 estos no pasaban de sesenta. Era urgente iniciar un proceso de conversión de su industria a la producción militar y un masivo reclutamiento que permitiera enfrentar la inevitable entrada a la guerra. El problema es que la corriente aislacionista, tal como hemos explicado en los artículos de principios de año y en marzo sobre “El arsenal de la democracia”, limitaban muchas de estas decisiones. Desde finales de 1940 se inició el reclutamiento y se presentaron 16 millones y se aumentó el tiempo de servicio, pero lo más importante fue la “Ley de Préstamo y Arriendo” que estableció un ambicioso programa  de producción de armas (tan solo en aviones se propusieron 296.000 en cuatro años).

Además de los dos libros mencionados, nosotros usamos también aunque en parte (¡cómo nos habría gustado leerlos del principio al final!) los más conocidos de la historiografía reciente: Michael Geyer and Adam Tooze, 2015, The Cambridge History of The Second World War. Volume III. Total War: Economy, Society and Culture; Adam Tooze, 2006, The Wages of Destruction. The Making and Breaking of the Nazi Economy y Bernhard R. Kroener, Rolf-Dieter Muller & Hans Umbreit, 2000, Germany and the Second World War. Vol. V. Organización and Movilization of The German Sphere of Power, este último es parte de una gran investigación de nueve tomos publicada entre las décadas de los noventa y la primera del siglo XXI por el Militargeschichtliches Forschungsamt (Instituto de Investigaciones sobre Historia Militar) de Potsdam, Alemania. La semana que viene analizamos otro tema que siempre estudiamos anualmente al igual que la economía: la resistencia contra la ocupación del Eje y el espionaje.