“La más noble función de un escritor es dar testimonio, como acta notarial y como fiel cronista, del tiempo que le ha tocado vivir”. Camilo José Cela, novelista español (1916-2002).
En nuestro país y en el campo de la historia y la crónica, el objetivo de las acciones del plan político-ideológico que se ha venido desarrollando en los últimos años es, por una parte, el ocultamiento o distorsión del pasado venezolano; y, por la otra, conformar instituciones o figuras paralelas a través de las cuales se planifican, desarrollan y ejecutan dichas acciones.
Y las mismas las constituyen con el argumento de que las organizaciones tradicionales que se encargan de la historia en nuestro país son elitescas y que no son populares, lo cual es totalmente falso, porque una cosa es la difusión de la historia desde los estratos más altos de la sociedad hasta los más populares y otra cosa es convertir a la historia y la cultura en elementos populistas y chabacanos. Algo así como lo que sucedía con los hippies de los años sesenta, cuando literalmente se había establecido que para ser hippie había que estar con el cabello largo, despeinado, con ropa sucia y descuidada, sin bañarse, fumando marihuana y expresando que todo es “paz y amor”.
En el caso de la figura de los cronistas, también se ha intentado hacer lo mismo porque estas personas han sufrido los estragos de esa politiquería barata en donde en algunos municipios del país se han seleccionado cronistas por su afiliación política y no por sus méritos; además de ello, quieren transformar este cargo para crear los llamados “cronistas comunales” y “cronistas parroquiales”, lo cual no sólo es una absoluta bobería, sino que también es tratar de destruir un cargo que tiene una tradición de más de 4 siglos.
Esperamos que estos aspectos que hemos comentado puedan seguir resistiendo como lo han hecho hasta los momentos, pues hoy más que nunca es necesario que los verdaderos historiadores y cronistas del país les sigan contando la verdad a sus ciudadanos.