OPINIÓN

La difícil victoria (I)

por Enrique Ochoa Antich Enrique Ochoa Antich

Fotos: Rayner Peña – Miguel Gutiérrez / EFE

Todas las encuestas reputadas informan de una ventaja, que supera los 10 puntos, a favor de la candidatura de Edmundo González Urrutia (el candidato por el cual yo voy a sufragar). Entonces, ¿por qué ningún sesudo analista ni menos aún los políticos con experticia electoral damos por hecho un resultado semejante? ¿Por qué se ve tan difícil esa victoria? Es la pregunta que trataremos de responder en estas líneas.

La aviesa mentira del 80-20

Algunos… tal vez los más por supina ignorancia, pero otros con la aviesa intención de legitimar por anticipado el desconocimiento de los resultados en caso de que estos no los favorezcan… divulgan la alucinada hipótesis de un 80-20 contrario al presidente Maduro. Es decir, se miente a conciencia. Presa de un súbito delirio, así lo proclamó la que dice que es candidata aunque no lo es: https://awsbyt.com/destacado/maria-corina-cero-triunfalismo-podemos-estar-80-20-pero-aqui-hay-que-organizarnos. La desprestigiada empresa Mercanálisis, sin ningún acierto en sus predicciones pasadas, dice algo semejante.

La ecuación es fácil: si la población compra esa peregrina ilusión, ningún cómputo favorable a Maduro lucirá creíble, y los opositores no podrán explicárselo sino con un único razonamiento: el fraude.

A mi modo de ver, los números son otros.

¿Y si Maduro gana?

Ya lo he escrito antes: Maduro puede ganar. Y tal vez la tarea más urgente es que el liderazgo moderado de la PUD y en general de la oposición internalice esta posibilidad para que, al momento de la verdad, no se deje arrastrar al desbarrancadero extremista, como pasó en 2016.

Explico en qué baso mi percepción. El punto de partida de esta certeza es que, a diferencia de muchos otros, trabajando más con cifras relativas y no absolutas, sostengo que el partido-Estado-PSUV-Maduro (voten cuantos voten, 10, 11, 12, 13 millones), obtendrá alrededor de un lecho de roca de 30% del registro electoral. Es decir, ese 30% del registro electoral (del registro electoral disponible, es decir, deduciendo la cifra imponderable de los electores migrantes) puede representar 35 e incluso 40% de los que voten. Eso depende en particular de la abstención.

Mi teoría es política, no numérica. Nadie discute que en 2018 teníamos una Venezuela en shock: por primera vez en 150 años de historia republicana (desde los tiempos de la guerra federal), la nación conocía la devastadora conjunción de desabastecimiento e híperinflación. Veníamos de las protestas sangrientas de 2017. Tanto fue así que la MUD de entonces creyó que la abstención y luego el infame “interinato” y las mal llamadas “sanciones” gringas podrían derrocar al gobierno. Maduro, además, no tenía frente a sí un candidato desafiante con posibilidades de victoria, como tiene hoy, lo que entonces no compactaba sus filas. Sin embargo, y a pesar de todo este desquicio, Maduro ganó. Siendo minoría, sí. Pero ganó. Con 30% del registro electoral (y si dedujéramos los electores migrantes, que ya para entonces eran más de 3 millones, tal vez podríamos hablar de 36%).

Aquel shock emocional de 2018 ya no existe hoy. Hay abastecimiento. La inflación parece estar controlada (por ahora). No hay protestas violentas en las calles. Pero hay hastío, hartazgo, y un inconmensurable deseo de cambio que hasta la propaganda oficialista intenta interpretar. Mi percepción actual es que EGU debe estar recibiendo una intención de voto del 40 o 45% del registro electoral, pero es solo una percepción. Si ponemos eso en números, tenemos lo siguiente:

Pero no conviene olvidar que entre la “intención” de voto y el acto comicial hay muchas mediaciones. Destaco cinco: capacidad de movilización organizada (nadie discute que la del partido-Estado es superior), el “voto asistido”, los 4 millones de votantes registrados en los centro electorales con una sola mesa (algunos muy remotos), capacidad de boicot de la votación contraria, instrumentalización de las peculiaridades del sistema electoral a favor de quienes ejercen (sin escrúpulos) todo el poder.