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La dictadura va a caer

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nicaragua OEA-Ortega Jesús
“Nunca olvides que todo lo que Hitler hizo en Alemania era legal para los jueces de ese país” Martin Luther King
Según tengo entendido sobre una dictadura, representa un sistema de gobierno despótico, en el que un único líder o un grupo reducido de individuos concentra el poder en sus manos y actúan a sus anchas, y con escasa tolerancia hacia el pluralismo político, la libertad de expresión y la prensa independiente.  Cualquier parecido con nuestra realidad no es mera casualidad, tampoco que se vea en Nicaragua, país centroamericano que ha tenido seis dictadores: Tomás Martínez, José Santos Zelaya, Anastasio Somoza García, Anastasio Somoza Debayle, Luis Somoza Debayle y Daniel Ortega Saavedra, éste último entre los dictadores que más tiempo ha ostentado el poder en Hispanoamérica. De todas, la más larga es la dictadura dinástica de los Somoza (1937-1979), privilegió los altos puestos militares y políticos al círculo cercano de la familia en el poder, logró impulsar la economía convirtiendo a Nicaragua en el “granero de Centroamérica”, pero concentraba la riqueza en medio de carencias sociales.
El fenómeno de las dictaduras en Nicaragua merece especial atención, ejemplifica los desmanes que hemos venido padeciendo por un cuarto de siglo. Por ejemplo, la llamada “Tierra de Lagos y Volcanes” soportó casi medio siglo los excesos de la familia Somoza, una de las dictaduras más largas del continente, que configuró el tipo de la clásica tiranía superada en varios de nuestros países latinoamericanos. Esa dictadura se caracterizó por la total concentración del poder y la riqueza nacional en manos de los Somoza, que ejercieron el poder en función de sus propios intereses personales, sin sentido institucional alguno, sin barreras materiales ni lógicas y con un absolutismo lindante con lo absurdo. Y, así, cada uno a su turno. 46 años después, el país está bajo la bota de otro verdugo que presume de un rango militar y demanda llamarse “comandante Daniel Ortega”, y que al igual que los Somoza ha venido actuando con su pareja como los dueños absolutos del gran feudo en que han convertido a Nicaragua. Con una diferencia, en la dictadura de Ortega y Rosario la economía está en declive, la represión alcanzó niveles alarmantes, volcada incluso contra la Santa Madre Iglesia y cuanta manifestación religiosa existe en ese país, excepto aquellas dedicadas a la brujería, y la migración alcanzó cifras alarmantes. Además, ha exacerbado el deterioro sistemático de la institucionalidad y los crímenes de lesa humanidad, sumando una ristra de sanciones internacionales, a las cuales ha tratado de salirle al paso con sus aliados: Rusia, China e Irán, que no aportan nada al desarrollo económico y social del país.
Así las cosas, los nicaragüenses viven bajo una dictadura absolutista que controla totalmente todos los poderes del Estado y ha suspendido de manera totalitaria todos los derechos ciudadanos. Nada de derecho de información, de prensa, de organización, de movilización, de asociación e incluso ha llegado hasta prohibir actividades religiosas. Por eso, ese régimen ha sido calificado de atroz. De alguna manera, sus rasgos son peores que los de la dictadura de Somoza, pues la dictadura sandinista los superó con creces. Por ejemplo, en lo económico, en lugar de impulsar el crecimiento y los ingresos per cápita, encumbró la pobreza. De acuerdo con organismos multilaterales, detrás de las cifras maquilladas hay una cultura política caudillista, hegemónica y conflictiva que ha estancado el desarrollo de ese país, solo quiere tenerlo con eso que llaman pan y circo.
Más grave aún, según organizaciones de derechos humanos, han muertos manifestantes en protestas contra el régimen sandinista. Ese escenario ha estado marcado por un enfrentamiento muy desigual entre los bloqueos de las carreteras y los esbirros de Ortega y Murillo, por ejemplo, derrotaron cruentamente a los manifestantes en Masaya, la primera ciudad que se declaró “territorio libre de la dictadura”, usando las mismas palabras que los sandinistas durante su lucha contra Anastasio Somoza Debayle en 1979. Poco tiempo después de eso, el parlamento aprobó una nueva legislación para tipificar como delito las protestas contra el régimen, y perseguir a los manifestantes por terrorismo. Cual receta que conocemos por estos lares. De allí que, gracias a la intensificación de la represión militarizada, los asesinatos selectivos, las detenciones manu militari, el encarcelamiento, la tortura y los procesos judiciales arbitrarios, la pareja presidencial ha logrado mantenerse en el poder, por la fuerza. Después de la operación limpieza, durante los meses de junio y julio de 2018, que acabó con las barricadas, la pareja presidencial pretendió abrir un período de regreso a la normalidad. Una normalidad caracterizada por alrededor de 800 presos políticos en las cárceles del país y las expulsiones de una misión de la ONU y de una delegación de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA.
Luego, no es de extrañar que quienes le hagan crítica a Ortega y su esposa, la vicepresidenta Rosario Murillo, van a la cárcel, con buena suerte los destierran, como a líderes de la Iglesia Católica: los obispos Carlos Enrique Herrera Gutiérrez, Rolando Álvarez e Isidoro Mora. Nada dice de esto el Vaticano, que solo ha reaccionado con una diplomacia complaciente… En este contexto, se está viendo una luz en el túnel, un juez argentino, Ariel Lijo, emitió una orden de captura a nivel internacional contra el presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, y su esposa, la vicepresidenta Rosario Murillo. Están acusados de varias violaciones de los derechos humanos. Esta decisión llega después de dos años y medio de investigación, espero que se ejecute y vayan a la cárcel por ser unos vulgares delincuentes que tienen secuestrados a los nicaragüenses… Hablando de dictaduras, la historia nos depararía sorpresas.

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