OPINIÓN

La diáspora en movimiento y el voto en el exterior

por María Alejandra Aristeguieta María Alejandra Aristeguieta

Hace apenas un mes, la Comisión Nacional de Primaria (CNP) trataba de impulsar la participación de los venezolanos en el exterior en el proceso de elección primaria que, el 22 de octubre próximo, permitirá elegir al candidato de la oposición.

Se estima, grosso modo, que el número total de inscritos en el registro electoral que han emigrado desde 2018 ronda los 3 millones de personas. No existen cifras oficiales porque el régimen ha negado este fenómeno durante años, y porque no le importa, como no le importan tantas otras cosas. Por lo tanto, la CNP ideó una posibilidad para que aquellas personas ya inscritas en el Registro Electoral que se han mudado de país tuvieran oportunidad de participar.

Se lanzó, entonces –dentro de un cronograma muy estricto y estrecho– una plataforma de actualización de datos ¿Por qué actualización de datos y no una inscripción en toda regla? Porque es el CNE el ente destinado a hacerlo de acuerdo con las leyes vigentes, pero el CNE tiene cerrada la inscripción de los venezolanos en el exterior desde hace al menos 11 años. Aunado con ese hecho no menor, al igual que en 2012, cuando se habilitó el Registro Electoral oficial, junto con cuadernos de votación y demás materiales del CNE para elegir al candidato de la oposición, en esta oportunidad se desea garantizar la transparencia y la pulcritud del proceso para evitar impugnaciones o cualquier tipo incidente que genere dudas en el elector y en los precandidatos. La mejor manera de garantizar tal pulcritud es contabilizando a las personas ya legalmente inscritas, pero que han cambiado su lugar de residencia o de votación.

El retraso del CNE es tal, que se necesitarían entre dos a tres años trabajando las 24 horas del día para inscribir a los nuevos votantes y actualizar los datos de los ya inscritos a nivel nacional e internacional, de acuerdo con lo expresado por los propios miembros de la CNP.

Así que se avanza con lo que se tiene y se le saca el mayor provecho. El CNE no quiso dar apoyo, porque sabe que el régimen es altamente impopular. No quieren ser testigos directos de esa evidencia. Habría que añadir que menos mal, porque de esta manera tendremos además garantías de protección de la identidad de nuestros votantes.

Pero regresemos al proceso de actualización de datos de los venezolanos en el exterior.

Lo que al principio parecía una tarea fácil de divulgación de información a través de las distintas redes de la sociedad civil y los partidos políticos venezolanos, terminó siendo una tarea titánica para la CNP y las personas que desde el exterior estuvieron movilizando las comunidades venezolanas en los distintos países, para que aprovecharan el mes que se tenía de plazo para inscribir el mayor número de personas. Hay que decir que costó entusiasmar al votante, que la desesperanza instalada impactó mucho en los inicios del proceso, y que la plataforma no era tan amigable para los no millennials. Pero también hubo otras razones, una muy cercana a nuestra idiosincrasia de dejar las cosas para última hora, y la otra, también cercana a la idiosincrasia política de nuestros partidos, que al ver la enorme ventaja que tiene María Corina Machado sobre las otras opciones, desistieron de movilizar a sus afiliados y simpatizantes. Por ejemplo, uno de los precandidatos hizo apenas un mensaje en sus redes en todo el mes que estuvo abierto el proceso de actualización de datos.

Sin embargo, los últimos diez días antes de llegar a la fecha límite, empezó una gran movilización de la diáspora que ocasionó la caída del sistema y otros retrasos causados por la avalancha de gente que decidió asegurar su participación. Fue necesario incorporar voluntarios para verificar los datos de manera más expedita, y así desbloquear miles de datos que estaban a la espera de revisión para poder mandarle la confirmación al votante. Se trabajó desde todas partes del mundo para que se avanzara durante las 24 horas del día, cada día. Tengo amigos que verificaron desde Suiza más de 4.000 casos, otros que desde Caracas se levantaban de madrugada para avanzar antes de que la plataforma se recalentara. El entusiasmo del trabajo en equipo es contagioso y definitivamente estos voluntarios impregnaron de entusiasmo a muchos a su alrededor. Con ellos, me reí de sus peripecias, de las anécdotas diarias que me contaban, admiré su tesón para seguir adelante a pesar de que dejaban los ojos en la pantalla, o la espalda en las horas sentados.  Pero destaco sobre todo el caso de una votante que llegó a Ginebra hace unos diez años, que, siendo profesional universitaria de altísima calidad, las ha pasado negras (como tantos otros migrantes) teniendo que dormir en albergues y trabajar en lo que le ofrecieran. Cuando faltaban unas horas para el cierre del proceso me contactó para pedirme que la orientara porque la plataforma estaba colapsada. Le pedí que insistiera. Me respondió que se iba a quedar ahí pegada hasta el final “Por mi país”, me dijo. “Mucho me costó dar el paso. Pero bueno, una candidata lo vale. Vale mi confianza y mi esperanza”. Y allí estuvimos juntas hasta que pudo actualizar sus datos y registrarse para votar en Suiza.

Igual que mis amigos a uno u otro lado de la plataforma, me emociona oír que venezolanos que acaban de cruzar la selva más peligrosa de Centroamérica, el Darién, decidieron apostar por este proceso, y ejercer su derecho al voto para cambiar ese país donde quienes  se aferran al poder no han logrado quebrantarles su voluntad, y, a sabiendas de que el actual régimen expulsa a sus connacionales como parte de una política de Estado, no quieren que otros venezolanos tengan que vivir lo que ellos han vivido. Honro cada venezolano que contribuyó para que, en Boa Vista, donde se encuentra uno de los más grandes campamentos de refugiados de venezolanos en la región, tengamos un centro de votación.

Las cifras finales parecen modestas, aunque los expertos en primarias dicen que están dentro de la norma, porque representan 10% del padrón electoral. Pero nada modesto es el esfuerzo de quienes apuestan por un mejor país. Si bien los casi 400.000 inscritos no están ni cercanos a los 3,5 millones de emigrados con derecho a voto, representan tanto o más que varios Estados del país. Somos una población más grande que Apure, Cojedes, La Guaira, Nueva Esparta, Amazonas y Delta Amacuro. Representamos más votos que la presunta diferencia que hubo en la elección presidencial de 2013 que Nicolás Maduro se robó.

Más aún, cuando el CNE abra el proceso de actualización e inscripción, que tiene que abrir antes de las elecciones de 2024, la diáspora hará la diferencia. Será igual de difícil y tan lleno de obstáculos como ha sido hasta ahora, pero se cristalizará una realidad ineludible: que tenemos, como diáspora, derecho a ser representados tanto por una presidente que nos lleve finalmente al siglo XXI, como por una nueva Asamblea en la que la diáspora tenga sus diputados. Para que defiendan los intereses de 7.239.953 venezolanos que viven en el exterior, y aboguen por las políticas que nos reúnan con el país que nos vio nacer.