OPINIÓN

La dialéctica materialista en Occidente

por Albert Geovo Albert Geovo

Durante los últimos 200 años de desarrollo de la tesis dialécticas materialistas, estas se han venido modificando, al punto que sólo ha quedado de ellas su esencia, el fin último de las mismas, el cual se fundamenta en el sistema de dirección central de la manera de ganarse la vida, afectando el ámbito de la vida privada de las personas.

Por ello, no es insensato el planteamiento que coloca a las ciudades en grandes granjas humanas de control poblacional, de ello ya se tiene la archiconocida anécdota sobre la Apología de Sócrates.

Como tampoco lo de analizar que, las dos primeras guerras mundiales, fueron contiendas entre dos bandos, divididos en bloques de Estados, hegemónicos mundiales, en ejercer la fuerza de sus técnicas de control bajo políticas públicas sobre la población, en concreto, pasarlos por el duro proceso de dirección central del Estado, que coarta la libertad humana.

A todas estas, las guerras, revoluciones, montoneras, en todas sus formas y modalidades, han sido y son el modo de obrar, de centros de poder en realizar el sueño de todo sistema de reino totalitario, el cual es, pasar de la teoría a la práctica, las estrategias de la ideología total, para llevar las dogmáticas creaciones y productos de destrucción del derecho natural.

Para Hegel, en su concepción dialéctica de la filosofía de la historia, influenciado por la cisma de la cristiandad, los cuales a su vez son herederos de la tradición judaica con las ideas cabalísticas del triángulo de las sephiras del árbol de la vida; sostenía que los pueblos tienen espíritu, aunque esté confundido entre el espíritu y el alma, el cuál: el primero es eterno, el Agnostos Theos de la filosofía; en cuanto al segundo, es el resultado de todo la producción antropológica que incide en el desarrollo y formación de la humanidad, siendo este cambiante, ambiguo y forma parte de su tiempo, como bien lo encarna toda alma de su época. Tiempo que no ha trascendido por las desganadas interpretaciones de la filosofía, sobre la verdad, ya que los fundamentos de la misma, han sido alienados por la dualidad.

En otras palabras, la historia presenta a un Hegel con un alma protestante, y a su heredero Marx con un alma sionista, plasmado en su megalómano sistema estatista de administración central de escala mundial; no como lo concibieron colectivistas del proto socialismo o socialismo utópico, como lo clasifica, el mismo Engels, sino un proyecto megalómano globalista, lo cual es llevar la estructura de gobernanza celestial de administración central, con toda la tecnología del Estado global a toda la humanidad.

Lo contradictorio es que todo ello, se lleva a cabo, bajo un carácter bisoño de puerilidad e ingenuidad placentera de epistemologías filosóficas, teológicas y antropológicas en Occidente, en su desliz de seducción por un sistema totalitario mundial, de reino de terror inhumano, con dispositivos religiosos, pseudo humanistas, contrarios a la esencia humana de respeto por los derechos naturales y la libertad fundamental, con base en los principios judeocristianos del libre albedrío de Occidente.