OPINIÓN

La devastación de Venezuela

por Héctor Silva Michelena Héctor Silva Michelena

El título es el mismo de un objetivo excelente libro escrito por el economista Humberto García Larralde, profesor titular de la UCV. Por los momentos está en versión digital, pero muy pronto tendremos la versión física en la librería Kalathos. Recomiendo, incondicionalmente, su lectura, pues muestra con gran claridad la tragedia, y no exagero, que vive el pueblo de Venezuela. ¡Excepto los narcotraficantes del gobierno! Basta consultar la encuesta Encovi, hecha anualmente por la UCAB, la UCV y la USB.

No es necesario ser un Nobel de Economía para ver, tangiblemente, la gran pobreza, aun extrema o crítica que azota a Venezuela, un país casi olvidado por esa falsía que llaman América Latina, donde exceptúo a Colombia, gran receptora de la enorme diáspora que tuvo que ligar desde inicios del malhadado socialismo del siglo XXI, un auténtico régimen fascio comunista, dictatorial, torturador y asesino. Muestro un botón: los más de 15.000 ajusticiados por la policía nazifascita, y soviética.

La historia, ciencia de las ciencias, es el inicio de todo conocimiento. No me interesa discutir esta teoría, pero es innegable que el devenir de Venezuela a partir de 1999, cuando el teniente coronel Hugo Chávez Frías ascendió al poder, con gran votación. ¿Quién dijo que “el pueblo nunca se equivoca”? Pues se equivocó, y rotundamente, y es solo en los últimos años, cuando se ve secuestrado en sus libertades, castigado en sus salarios ingresos por una inflación demoledores. Sus causas son claras, déficit fiscal por la destrucción de Pdvsa, de 3,2 millones de barriles diarios, hoy en día no llega ni a 300.000, que se refleja en la fuerte escasez de divisa. El fracaso y la destrucción son tan considerables que ni siquiera Rosneft, la rusa, quiso meterse en el negocio.

Sin embargo, lo más importante para que una sociedad pueda crecer, además de la tasa de inversión, es el vigor e independencia de sus instituciones. En Venezuela, las instituciones han sido demolidas, como la Asamblea Nacional. Este es el abc de toda democracia, desde Montesquieu. Todo esto ha sido echado por Laborda pues, como sabemos, sin instituciones florece la dictadura. Véase la triste Cuba de nuestros días. Los cubanos viven mal nivel de subsistencia y su grado de atraso en todas las ciencias es notable.

Veamos algunas sencillas cifras relativas a la gran industria manufacturera. Las exportaciones petroleras, en millones dólares, pasaron de 93.569 en 2012 a 29.810 en 2018. Actualmente, Venezuela importa crudo y gasolina. ¡Increíble! En cuanto a la inflación, cuyos efectos demoledores sobre los salarios y las ganancias, el promedio desde 2018 hasta 2013 es de 183,4%, aunque ha habido períodos de hiperinflación, más de 50%.

De 12.000 grandes industrias en 1999, apenas quedan 3, y la tasa de mortalidad del comercio es de 50%. No hace más de una década publiqué un libro titulado Escasez y pobreza en el socialismo bolivariano, donde ya eran patéticas las condiciones de vida de los venezolanos. Hoy en día, es mucho más grave, como dolorosamente se constata al recorrer las calles de Caracas y del interior, especialmente en las zonas más pobres, que nosotros llamamos barrios.

Venezuela sufre una severa dictadura militar, las parlamentarias anunciadas para el próximo 6 de diciembre son un verdadero fraude, el CNE del gobierno no se va a dejar sorprender.  La mafia del poder odia la alternabilidad democrática. Sin embargo, si el pueblo tan castigado se arma de valor cívico, hay observadores internacionales y seguimiento cercano de la OEA, con el gran Luis Almagro al frente, no podremos decir, como en la Divina Comedia, obra monumental: “Perded toda esperanza, los que aquí entran”.

Yo ya tengo 89 años (de edad), y lucharé contra esta dictadura fascio comunista hasta mi último aliento. ¡Lo prometo!