Por María Margarita Galindo

La desviación del pensamiento está entronizada en una sociedad llena de redes, aplicaciones y videos que han abandonado la escritura manual y los libros impresos, porque desechados estos últimos como formas de generar conocimiento, el pensamiento quedó reducido en un entorno de quienes solo tienen una visión reduccionista de la escritura y la forma de leer.

La desviación del pensamiento se ha reducido, cuando entronizada en las ansias de poder de unos pocos en regímenes neototalitarios han socavado en el planeta los derechos humanos, desatando sendas migraciones que solo han desnudado el hambre y las miserias de poblaciones enteras, que agotados en sus esperanzas se lanzan al mar o la selva en búsqueda de aliviar los desprecios del poder, aun a costa de sus vidas y de los suyos.

La desviación del pensamiento ha teñido de sangre pueblos enteros, donde ahora la guerra es la que cicatriza con muertes de niños, mujeres y hombres los emblemas de la libertad y el amanecer del «amor», después de que miles de víctimas hayan sido convertidas en conjuntos de desechos humanos, llevados a fosas comunes, porque solo la voz y voluntad de unos sátrapas es la que ordena cuando otros deben morir en nombre de sus «patrias» o sus «dioses».

La desviación del pensamiento retuerce la inocencia de los niños y niñas, quienes vestidos y obligados a desfilar en alteradas y repudiables connotaciones de sexualidad intentan llamarlo «ideología progresista», como si los espacios de la conciencia y la identidad sexual fueran originados por conductismos y adoctrinamientos, que además son reforzados con aplausos y deseos de espectadores marcados por la pedofilia y la misantropía.

La desviación del pensamiento es aquel que ataviado de una sotana o con la corbata de un «pastor», o con el título de un «profesor», ejecutan con premeditación y alevosía los actos que satisfacen sus infelices instintos carnales sobre quienes debieron ser siempre sus discípulos del conocimiento y nunca sus víctimas del terror.

La desviación del pensamiento se ha condensando en una falsa retórica de «izquierdas y derechas» que no ha comprendido que las libertades y la siembra de valores en las sociedades son los principales caminos para obtener desarrollo, progreso y felicidad desde el más apartado de los pueblos, hasta la más urbana y tecnológica de las ciudades.

La desviación del pensamiento es aquella que teniendo en las flores, jardines y bosques,  montañas, ríos y playas, espacios de reflexión para encontrar los sentimientos de la humanidad y la reciprocidad del amar a través de la prosa, el canto, la risa o el llanto, desata con la violencia en tiroteos o destrucciones sociales, patrimoniales y culturales los estados de sus fuerzas del mal para alcanzar sus niveles de «justicia».

La desviación del pensamiento no es una enfermedad cualquiera. Es una desviación que originada en los sentimientos desde el odio y la maldad solo está llena de rencores y mansalvas cual extractivismo en el Amazonas, o incendios voraces y provocados que arrasan toda forma de vida a su paso, conjurando más que un pecado, la condena total de la vida.

La desviación del pensamiento nunca será posible hasta que no alcancemos el equilibrio del pensar en la paz de nuestras almas y corazones, porque allí solo está el sol, la lluvia, el arco iris, y las estrellas del anochecer que marcan los puntos cardinales de la naturaleza humana, y el origen de nuestras vidas.


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