Nunca he tenido especial entusiasmo por la lectura del diario El País. Pero como profesional del sector, lo he leído habitualmente. Cuando estudiaba periodismo en la Universidad de Navarra, segunda mitad de la década de 1980, apenas media docena de los aproximadamente 50 alumnos que había en el último curso de mi promoción acudíamos a clase con un periódico debajo del brazo. Cuatro llevaban El País, servidor de ustedes llevaba ABC y una alumna llevaba el Egin, el periódico que dirigía la hoy portavoz de EH Bildu en el Congreso.
De El País se decía que en un solo ejemplar se podía hacer una cata de lo que era el respaldo a todos los modelos políticos. Abría con una Sección Internacional en la que eran más partidarios de la Unión Soviética que de la América de Ronald Reagan, que era un tipo malisísimo. En la Sección de España la cosa ya había evolucionado y se era partidario del PSOE con poco disimulo y así, para cuando se llegaba a la Sección de Economía, al final del periódico, el diario de don Jesús de Polanco se había convertido en un defensor radical de la economía de mercado más liberal. Supongo que pretendían describir un producto periodístico de esas características como «moderado».
La evolución de la línea editorial del diario es bien conocida y hoy es un periódico alineado con la extrema izquierda que es donde el sanchismo intenta ubicar al Partido Socialista con desigual éxito. Lo que más me sorprende de esta nueva Prisa es que no haga el más mínimo intento por disimular su entrega al Gobierno con los brazos abiertos.
En el ejemplar del 17 de octubre de 2024 había dos cosas que me llamaban la atención. El anuncio en portada, con un titular a toda página bajo la cabecera: «El País estrena ‘Moncloa. Cuatro estaciones’, el documental maldito». Como ya saben ustedes, se trata de la hagiografía de Pedro Sánchez que se encargó desde el entorno del presidente para transmitir al país cómo es el día a día de la vida de nuestro sacrificado hombre de bien. El equipo monclovita debió quedarse sin palabras cuando descubrieron que no era posible encontrar una plataforma, ni una sola entre las muchas que hay, que estuviera dispuesta a emitir este impúdico retrato del 1. Ni en Televisión Española, donde todos los cargos con mando en plaza están colocados por el propio Sánchez. Con este dato podemos hacernos una idea de lo que se puede esperar de la serie. Pero siempre estará El País. Claro que el propio diario nos cuenta que los cuatro capítulos de la hagiografía van a estar disponibles para los «suscriptores premium» de El País. Desconozco qué porcentaje de los lectores de El País entran en esa categoría, pero ¿creen los gestores del diario que esto va a incrementar su audiencia? ¿Les va a dar más ingresos a ellos? Supongo que directos prácticamente ninguno. Pero cuando está en juego un nuevo canal de televisión, estamos hablando de mucho dinero. Y los productores de la serie, The Pool y Secuoya Studios, ¿piensan que van a ganar un céntimo con esta emisión o simplemente intentan reducir sus pérdidas? En fin, esta noche, gran estreno.
En el mismo diario, una página más allá en la edición en papel había la columna semanal de un periodista, Idafe Martín Pérez, que se dedica a injuriar a todos los medios que no están alineados con sus posiciones. Esta semana, afortunadamente, no se acuerda de El Debate porque ha debido comprender que cuanto más nos nombra, mejor nos va. Pero sí arranca una frase que describe perfectamente la catadura moral de Idafe y del periódico que le publica: «Los panfletos ultras, como The Objective …» Esto retrata perfectamente a El País de 2024, en el que no queda nada de lo que un día intentó ser. The Objective es un periódico cuyo director fue redactor jefe de El País hasta la masacre que hizo en la redacción Joseph Oughourlian en su afán por agradar al sanchismo. En este periódico son firma habitual Juan Luis Cebrián, Antonio Caño, Fernando Savater, Antonio Elorza, César Antonio Molina o Félix de Azúa. Todos ellos parte de la historia de El País. Pero desde que no están en ese periódico –la mayoría porque fueron despedidos– ahora son ultras. Con un par.
Esto es lo que queda de lo que muchos consideraron la referencia del periodismo español. Ni siquiera es un panfleto ultra. Es un referente inevitable de la degradación del periodismo que ya no lo es. Eso sí, el señor Oughourlian es libre de tirar su dinero en lo que quiera. Aunque estoy seguro de que se lo están compensando con creces. Su moral no tiene problemas con cosas así.
Artículo publicado en el diario El Debate de España