La integración de las artes con la danza escénica representa un antiguo ideal. La fusión de códigos corporales, literarios, musicales, teatrales y plásticos, ha interesado a esta disciplina desde sus remotos orígenes hasta la actualidad. Estimular la reflexión sobre estas relaciones esenciales se propuso el programa de ampliación Las fronteras del cuerpo, impartido por el antiguo Instituto Universitario de Danza en su fase de aproximación a los estudios de cuarto nivel académico.
El profundo vínculo entre danza y literatura fue la base del primer módulo del referido programa. Lo concibió Sonia Sanoja, su maestra titular, con el nombre de La danza y la palabra que fue impartido con valiosos resultados durante los años 2004, 2006 y 2008. La fundamental bailarina, coreógrafa y maestra -de quien se cumplen cuatro años de su desaparición física- en su tránsito creativo se acercó devotamente a la literatura, con especial énfasis en su dimensión poética. Sus libros Duraciones visuales (1963), A través de la danza (1971) y Bajo el signo de la danza (1992), constituyen una elevada referencia de teoría danzaria venezolana y latinoamericana, en su caso surgida de su largo desempeño de reveladora creadora en la escena y escritora de riguroso oficio. Sanoja orientó a los participantes de la referida experiencia académica por lúcidos caminos de conexión entre las vivencias de procesos de investigación y creación en la danza y la elaboración de personales discursos literarios a partir de ellas.
En el principio era la danza, parafraseó Serge Lifar el texto bíblico que ubica en el verbo el inicio de todo. Movimiento y palabra definen la esencialidad humana y remiten a altas dimensiones del ser. Cada gesto corporal puede tener su equivalente la expresión literaria. El movimiento se transmuta en discursos narrativos, ensayísticos, poéticos y dramatúrgicos, que implican una conversión de lenguajes estéticos y también una síntesis de ideas e impulsos emocionales entre las expresiones de la danza y las letras.
La danza y la palabra propició así un fructífero espacio para la interrelación entre dos realidades: la danza como cuerpo y verbo. Sanoja orientaba a los participantes por los distintos procesos de integración de las artes en la historia. A partir de los textos que abordan la poética y filosofía de la danza de Stéphane Mallarmé, Paul Valery y Roger Garaudy, se originaba el tránsito que llevaba a traspasar los límites de ambos territorios. Continuaba con las indagaciones de la especial comunicación entre Isadora Duncan, Walt Withman y Friedrich Nietzsche, la proximidad de Arthur Rimbaud y Léopold Sédar Senghor con el cuerpo, además de los acercamientos a los universos de Vaslav Nijinsky y su esclarecido diario, Loïe Fuller, Martha Graham y Mary Wigman, creadores trascendentes de la danza, hasta abordar el ámbito de Carlos Augusto León en relación con el arte de la danza.
Sonia Sanoja rememoró las experiencias de estos especiales encuentros cuando señaló: “Aspectos esenciales afloraron en aquellas tardes de reflexión: el cuerpo como transmisor y generador de pensamiento…danzar en el límite de lo decible y lo indecible…el cuerpo creador de un espacio propicio para para su acción, para nacer hacia la imagen… la palabra proferida como prolongación del texto, sílaba maleable en la garganta del poeta. También se reflexionó acerca del acto creador: el momento en el cual el danzante o el poeta se vuelca hacia sí mismo para extraer de allí el ritmo y la imagen, el espejo de lo desconocido”.
Los resultados de La danza y la palabra fueron mucho más allá de esos momentos de enriquecedora tertulia, para convertirse en textos producidos por sus coparticipes, comunidad integrada tanto por personalidades de las distintas manifestaciones de la danza, como por profesionales de otras artes y otras áreas del conocimiento, estudiantes y cualquier otro interesado, en una suerte de aula abierta y permeable, que fueron publicados en tres tomos por el Instituto Universitario de Danza.
La voz y la presencia de Sonia Sanoja orientó estas jornadas por los laberintos de las ideas con el recato y la solidez de su expresión: “Fronteras del cuerpo. Fronteras abiertas al compartir las más sentidas vivencias. Esa ha sido mi experiencia al conducir a mis atentos compañeros a través del silencio de las entrelineas del poema”.