Veintidós países están convocados para la XXIX Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado, la primera que se realiza en Ecuador del 12 al 15 de noviembre de este año enfocándose en cooperación regional y desafíos como cambio climático y derechos digitales bajo el lema «Innovación, Inclusión y Sostenibilidad».
A dos semanas de la celebración, la canciller de Ecuador, Gabriela Sommerfeld, indicó que nueve gobernantes confirmaron su presencia en esta cita, pero otros mandatarios podrían sumarse a la convocatoria en los próximos días.
El rey de España, Felipe VI; el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez; y los presidentes de Argentina, Javier Milei; Paraguay, Santiago Peña, y República Dominicana, Luis Abinader, son quienes hasta ahora han confirmado su presencia en Ecuador.
A ello se suman los vicepresidentes de El Salvador, Félix Ulloa, y de Uruguay, Beatriz Argimón, y los cancilleres de Chile y Costa Rica. Todavía se espera la confirmación por escrito de otros dos jefes de Estado que han expresado verbalmente su intención de viajar a Cuenca.
De manera singular, esta Cumbre se realizará justo en medio de dos importantes eventos en el continente: la elección presidencial norteamericana y la Cumbre del G-20 en Brasil.
Igualmente, la particularidad de este encuentro este año estará signada por la conflictividad más que por las nobles metas invocadas en su agenda. Veremos por qué:
Durante los dieciocho meses que han transcurrido desde la cumbre anterior los mecanismos de cooperación regionales en Suramérica y Centroamérica se han visto debilitados a lo interno por diferencias ideológicas de difícil reconciliación entre sus miembros. Igualmente, el relacionamiento extrarregional como el Acuerdo de Asociación Transpacífico por las diferencias entre Perú y Ecuador con México, así como la no ratificación del Acuerdo Mercosur-UE.
Por otra parte, los asuntos como la migración irregular, el narcotráfico y el crimen organizado impactan de manera más significativa la región sin que se hayan concertado mecanismos eficaces para la resolución de esos problemas; el retroceso mundial en cuanto a la democracia se refleja también en Iberoamérica; la inequidad continúa siendo una tarea pendiente; la penetración de grupos irregulares como Hezbolla y la fortaleza de los grupos de la guerrilla colombiana afectan la paz y seguridad regionales y adicionalmente la presencia de China como actor preponderante en su esquema de la franja y la ruta y sus postulados del Consenso de Beijing agravan el panorama con la penetración rusa en los países dictatoriales de la región que se convierten en un peligro latente para el vecindario por la ya conocida actuación de Putin.
España por su parte no se ha quedado a la zaga en cuanto a problemáticas que le son propias pero que afectan a terceros. Desde el inicio del segundo y cuestionable gobierno de Sánchez ese país se encuentra de escándalo en escándalo por su deriva política y las tramas de corrupción que involucran a países como Venezuela.
A nivel bilateral, serias diferencias existen entre los países de la región: Brasil. México, Argentina, Ecuador, Perú, Bolivia, El Salvador, Nicaragua, Honduras y Colombia entre los principales, aunque hay otros conflictos de baja intensidad.
En el grupo anterior no mencione a Venezuela, porque nosotros tenemos la lamentable condición de ser el epicentro de prácticamente todas las situaciones negativas que he mencionado anteriormente, El actual aislamiento de Maduro ha sido producto del enfrentamiento con todos aquellos que no hayan convalidado el fraude 28-J. Con su fracaso para ingresar al BRICS, culpando a Brasil, prácticamente cierra la última puerta que le permitiría una posible negociación para salir de la grave situación en la cual se ha entrampado.
Por tanto, la Cumbre no debe crear más expectativas que la de disminuir los malos relacionamientos, muchos de ellos basados en actitudes personales de mandatarios que no se corresponden con los intereses del estado que representan (Caso Sheimbaum y el rey español por la solicitud de disculpas por la colonización), o en gestiones de interés personalísimo (Maduro-Lula por la búsqueda de legitimidad internacional del primero y el veto del segundo al BRICS).
En lo que de antemano si hay un consenso, y es un elemento sumamente positivo para los venezolanos, es que no hay reconocimiento a Maduro como presidente electo entre los asistentes y a partir de esa base puedan surgir propuesta y mecanismos que ayuden de manera efectiva a la transición política que todos esperamos con vista al 10 de enero del próximo año. Los progresivos reconocimientos a Edmundo González confirman ya una tendencia irreversible.
Por lo pronto no se contempla la asistencia de Maduro, aunque sí debería haber un nivel de representatividad alto por la preocupación del régimen en cuanto a lo que se pudiera decidir sobre la crisis política venezolana en esa reunión.
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