La disposición para enfrentar la realidad depende en gran parte del estado de ánimo.
La depresión colectiva puede decidir en contra de los intereses de la mayoría.
Un evento negativo puede dejar sin esperanzas a muchos, e influir en la decisión de otros.
Es en estos momentos cuando necesitamos una terapia, un mensaje, una reflexión que nos ayude a despejar esa tiniebla mental, esa idea de derrota que se forma en nuestro pensamiento, una sacudida, un reseteo, una cachetada reanimadora como la que provoca la carcajada, un bálsamo que ablande la costra del cerebro y permita la entrada del analgésico “Risotadina” o del antiséptico “Alegrol”.
Ese es el tratamiento que recomienda y aplica el Payaso para recuperarnos lo más pronto posible y volver al diario quehacer.
Pero hoy en día, cuando consultamos al gurú sabelotodo de las redes sociales, a pesar de su democrático sistema de aceptar opiniones, sólo tomamos en cuenta al que mal habla, al que vocifera sin razón ni conocimiento. Es entonces cuando estos “Karens” de redes sociales sentencian: «No es tiempo de reírse». Luego, la vida sigue.
El comerciante no va a cerrar, el chef cocinará, el médico abrirá consulta, el chofer manejará, el cajero pagará, el deportista anotará, el ladrón robará. Pero el payaso callará «porque no es tiempo de reírse».
Lo más probable es que la vida continúe, pero sin reírse, sin disfrutar de la mejor forma de decir las cosas, del albur, del dicho, el chiste y la chanza. Hasta que el público se dé cuenta, ahora ya despierto, sereno y con el pensamiento claro, de que la culpa no es de nosotros, sino del payaso.
@emilioloveraof