OPINIÓN

La cuerda no da para más

por Antonio Ledezma Antonio Ledezma

En este caso la cuerda vendría siendo Venezuela y su gente. La crisis ya tocó fondo; “trepidó muy abajo”, diría, con su clarividencia, el ex presidente Carlos Andrés Pérez. Esa es la verdad que no pueden ocultar con sus payasadas las mafias de Maduro.

De nada le servirán esas maromas militaristas con radares que no detectan los aviones que despegan diariamente de las decenas de pistas clandestinas controladas por el Cartel de los Soles. Miles de kilos de cocaína alzan vuelo rumbo al Caribe, México, Estados Unidos y Europa. Eso está documentado. Como también hay registros de los aviones repletos de oro ensangrentado, como los llama el presidente Juan Guaidó. Son las variantes financieras de ese régimen fallido. Porque los que se robaron más de 700.000 millones de dólares ni por asomo los colocan en la bandeja para financiar los programas sociales de la revolución, reducidos al reparto de cajitas con escasos alimentos.

La tragedia venezolana no da para más. No hay pueblo que pueda soportar tan prolongada tortura o suplicio. Eso es lo que se ve, a diario, en nuestro país. El costo de la canasta alimentaria sigue incrementándose. Más de 90% de los venezolanos no tienen ingresos suficientes para cubrir esos montos. Por eso siguen muriendo de hambre muchos ciudadanos. También se engrosa la lista de niños que acusan desnutrición crónica. Eso no puede verse como algo normal y punto. No. Tenemos que evitar que ese drama humano se convierta en parte del paisaje que pintan como cotidiano. Esa es la idea perversa de los asesores cubanos, tutores de Maduro. Tal cual como sucedió en La Habana, donde la pobre gente celebra como un premio de lotería que les llegue agua potable o consigan un muslo de pollo.

Sigo insistiendo en que la herramienta que más le cuadra a esa estrategia de sometimiento es la impunidad que le ofrecen a jueces para que dicten sentencias sin fundamentos legales; a policías para que arresten, allanen moradas, torturen y maten a disidentes; a malandros que integran las miles de bandas hamponiles para que sigan atracando o matando, y disfruten de los botines de la muerte a plena luz del sol y no les pase nada porque el régimen los protege. Esa es la verdad.

La cuerda se estiró y se rompió hace rato en los centros de salud. Donde no solo no hay personal suficiente ni medicinas, ni equipos, tampoco hay agua potable. Por eso miles de ciudadanos siguen muriendo de mengua. Esa es otra gran verdad.

Por eso es que hay que estar muy claros en que solos no podemos. Ya el presidente Juan Guaidó lo dijo sin titubear en su reciente gira internacional. Y es así, solos no podemos porque esas mafias no respetan acuerdos de diálogos ni reglas de convivencia.

Desde la comunidad internacional se han ofrecido las disposiciones de ayudar a generar más presiones para que ese régimen ceda en su empeño de usurpar los poderes públicos. Para que vayamos a elecciones libres y soberanas, pero teniendo muy claro que ese proceso debe organizarlo un gobierno de transición, o sea, con Maduro fuera del poder.

Es evidente que las presiones están haciendo su trabajo, los efectos están a la vista. Ya ni Rusia, ni Cuba, ni Irán podrán salvar ese esperpento de régimen venezolano. La salvación de Maduro está, pues, en las manos de opositores que reincidirían en el error de meterse en elecciones fraudulentas, esta vez en parlamentarias que serían una gloria para esas mafias.