Conscientes de que la supervivencia del madurismo en el poder está en peligro, en Miraflores decidieron jugársela con una campaña anticorrupción en Venezuela que se llevaría por delante a algunas de sus principales figuras, como en efecto ha sido. Hasta el pasado domingo, “44 sujetos vinculados a las diversas tramas de corrupción que buscaron desfalcar (…) a la economía nacional han sido detenidos”, según el fiscal general de Nicolás Maduro, Tarek William Saab.
Es vox populi que la cabeza de la estructura delictiva en Venezuela, Nicolás Maduro, estaba al tanto de lo que sucedía en la estatal petrolera venezolana, en las empresas básicas de Guayana y en otros sectores de la economía, como la industria cementera. Nada lo ha tomado por sorpresa, así quiera simular que hace pocos meses se enteró de la trama de desfalco que periodistas de investigación venían denunciando desde hace varios años.
Pero esta lucha anticorrupción que emprendió Superbigote no es nada nueva. Recordemos la actuación de otros dos supuestos paladines en ese terreno.
Xi Jinping
Hace once años, cuando llegó a la presidencia de China, Xi Jinping utilizó la lucha contra la corrupción para consolidarse en el poder. Aseguró que el problema estaba tan extendido que ponía en peligro la mera supervivencia del Partido Comunista de China (PCC).
Los excesos de los funcionarios investigados dentro de la campaña contra la corrupción incluyeron automóviles llenos de lingotes de oro, millones en efectivo dentro del cajón y escrituras de propiedades inmobiliarias por docenas, entre otros. ¿Les suena familiar?
La cruzada sirvió para fortalecer la autoridad del nuevo presidente. Le permitió acaparar más poder que ningún otro líder desde la época de Deng Xiaoping -el arquitecto de la reforma y apertura de China- en los años ochenta del pasado siglo.
Según apunta el experto político de la Universidad de Hong Kong Willy Wo-Lop Lam, autor del libro Chinese Politics in the Era of Xi Jinping, Xi “usó la lucha contra la corrupción como una poderosa arma política para castigar a sus enemigos”. Una práctica que, aseguró Lam, se emplea en esa nación desde los años de Mao Tse-tung (1893 -1976).
La operación anticorrupción de Xi le permitió construir con éxito su propia facción dentro del PCC, desplazando la de Shanghái y la de la Liga Juvenil como la más grande dentro del partido, afirma Lam.
Para la organización Transparency International, el gobierno de Xi sigue siendo corrupto a pesar de la cruzada que emprendió desde 2012.
Mohammed bin Salman
El otro caso en el que se utilizó la purga anticorrupción para tomar el poder fue en Arabia Saudita en 2017.
Príncipes, ministros e importantes empresarios fueron arrestados, detenidos en un hotel de lujo y acusados de corrupción, mientras sus aviones eran obligados a permanecer en tierra y sus activos confiscados.
El príncipe heredero Mohammed bin Salman (MBS, como es conocido en el mundo anglosajón), de 32 años de edad para el momento y quien encabezó el comité anticorrupción, estuvo detrás de toda la operación. Las autoridades detuvieron inicialmente a 11 príncipes, 4 ministros y decenas de exministros del gobierno, lo que le permitió a Bin Salman tener el control absoluto del reino.
No quedó nadie en Arabia Saudita que desafiara el ascenso al poder de MBS, que gobernará durante el próximo medio siglo.
El príncipe heredero sabía que su ascenso al poder con el programa de reformas encontraría resistencia. En consecuencia, fue implacable al eliminar a cualquier persona o cosa que se interpusiera en su camino. Para ello creó un comité que tenía derecho a investigar, detener, prohibir viajes, congelar haberes, rastrear fondos y bienes de individuos implicados en prácticas corruptas, establecido por decreto real.
La lucha contra la corrupción resultó popular entre los saudíes que a menudo se quejaban de los abusos de la familia real. El fiscal general del país anunció que se confiscaron bienes por valor de 85.000 millones de euros, que iban a servir para dar un empujón a una economía afectada por la caída de precios del petróleo en 2014.
Según la organización Transparency International, a pesar de todo, el reino de Arabia Saudita sigue siendo corrupto.
Maduro & Cía.
La corrupción es endémica en Venezuela desde hace dos décadas, y las instituciones públicas están casi totalmente controladas por la cúpula del régimen, lo que significa que son incapaces de actuar como control del poder. Con Maduro, Venezuela se ha convertido en la encarnación misma de una cleptocracia, pues funcionarios corruptos de alto nivel y personas conectadas con el régimen malversan y desvían fondos públicos a gran escala.
En la última década, las élites del madurismo han abusado con éxito de las deficiencias del sistema financiero mundial y han recurrido a colaboradores profesionales en el extranjero para que les ayuden a deslocalizar sus ganancias ilícitas y ponerlas a buen recaudo en lujosas propiedades inmobiliarias, cuentas bancarias e inversiones en el exterior, de la misma forma que lo hicieron las élites del chavismo desde 2002 hasta 2012. Esto ha garantizado que el exsindicalista del Metro de Caracas tenga el poder de llevar a cabo el saqueo de Venezuela sin ningún tipo de control.
Conclusión
El autoritarismo emplea la cruzada contra la corrupción para afianzarse en el poder, acabando con los actores que amenazan su legitimidad. Recurren al escarnio público de los corruptos para que el pueblo se sienta reivindicado en su miseria.
A Xi le ha permitido ascender al poder eterno. A MBS afianzar su sucesión al trono. Y a Maduro seguir manejando la corporación criminal.
Los tres han reforzado el régimen del terror con la cruzada anticorrupción, aunque en el caso de Maduro quizás sea más propio decir que reforzará las prácticas que están hoy siendo investigadas por la CPI por crímenes de lesa humanidad. Todos buscan seguir en el poder a toda costa.