Pese a la resistencia de algunos bípedos (más próximos a los cuadrúpedos) para admitirlo, a quienes nos precede la Cultura Occidental convenimos que las de Moisés fueron las primeras y monoteístas leyes [en la infausta Era de la Barbarie de Emperadores] la «Torah» -sin menoscabo del «Corán»- fue un insustituible intento por frenar las abominaciones de monarcas contra súbditos [actualmente se les llama mandantes] y también de gobernados contra igualados en desgracias. He aquí algunas máximas de Monoteísmo:
01.- «No tendrás ni reconocerás a otros dioses en mi presencia ni fuera de mí»
02.- «No forjarás imagen tallada que imaginas semeja aquello que está arriba en los cielos, ni en la tierra, ni en el agua, ni debajo de la tierra»
03.- «No cometerás perjurio»
04.- «No robarás»
05.- «No asesinarás»
06.- «No codiciarás»
No discuto que combatir y destronar a los mon [«arcas»] haya tenido legitimidad revolucionaria, en su más próxima a lo sacro significado. Porque «revolución» es «transformación». Debería ser -comulgo con esa antítesis- lo más parecido a materializar fidedignos y de justicia actos en el Ámbito de la Sociopolítica. La aparición de la «Torá», mediante tablas de leyes que Moisés exhibía, aun cuando desapruebe algunas porque legitimaron la servidumbre [ej. «No codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su sierva»], constituyeron el suceso más importante y «revolucionario» para la humanidad en el curso de aquella realidad y tiempo.
Hubo, finalmente, que transformar o corregir las precarias y humillantes condiciones existenciales de los seres humanos frente a quienes se imponían como aventajados [lo eran virtud a sus ejércitos y arcas abultadas de oro y gemas]. La evolución del pensamiento político-filosófico fue gradual y cruenta, pero en el mundo se comenzaría a reconocer ese otro e inocuo imperio llamado Civilización [de «civiles al mando»]. No es fortuito que se asocie la posesión o control de tesoros o fortunas, tanto las «públicas» como privadas a lo misterioso [«Arcanus»]. Es curioso que se pretenda denigrar a un individuo cuando es «dextro» [cauto, favorable, correcto, derecho: es decir, de bien obrar) diciéndole que es un «maldito de derecha» y se exalte a quien es explícitamente «sinistra» [torpe, funesto, izquierdo]. Ni siquiera porque la dictata en Latín contiene el vocablo «dextrosum», que fonéticamente suena destrozo. «Dextrosum» significa que va hacia la derecha.
Empero, es un hecho que en Ultimomundano padecemos a hombres y mujeres que olvidan o ignoran que un mandatario es quien ha recibido un mandato del vulgo. Los izquierdistas [siniestros], aparte de necrófilos profesos, fetichistas, codiciosos y delincuentes en ejercicio de funciones de gobierno [que alguien me refute y diga que no delinque quien desacata las leyes que rigen a una república], tengo que definirlos como salvajes. Propensos a saquear tesoros de naciones, que son bienes públicos: entonces, deberíamos señalarlos individuos «revolucionarcas».
Fueren o no usurpadores de funciones [que otra discusión al respecto sobrevendrá] y se arroguen la investidura de «mandatarios», tienen que aceptar que se deben a quienes les han confiado sus mandatos. A votantes o electores. Por ello tienen que obedecernos o renunciar. Es inconcebible que, de súbito y fortuitamente, se declaren enemigos de millones de ciudadanos: con ofensivos u hostiles discursos, su resistencia a transigir, con sus decisiones, írritos actos de gobierno y mediante la intimidación de bodrio tras ordenar feroces represiones a fuerzas armadas convertidas en adefesios. Los «revolucionarcas» esputan sobre las normas constitucionales, cada instante, sin pud or, y por ello todos experimentamos una sobrevenida, inmerecida y ultimomundista tragedia. Poco duermo, empero una noche tuve la dicha de soñar que vivía en un mundo donde todos éramos fraternos. Cuando desperté, la persona a quien le conferí un mandato se mostraba hostil y le decía a quienes fueron mis amigos que debían emprender querellas unos contra otros. Luego, he decidido que ningún mortal tiene por qué representarme ante la sociedad de la cual formo parte ni sus instituciones.
@jurescritor