Apóyanos

La cruel dictadora

    • X
    • Facebook
    • Whatsapp
    • Telegram
    • Linkedin
    • Email
  • X
  • Facebook
  • Whatsapp
  • Telegram
  • Linkedin
  • Email

 

Se le ha subestimado, sin duda, y más. Tal vez por su apariencia, su maquillaje desaliñado, el exceso de collares, pulseras y treinta y seis anillos en sus manos. O quizá, porque no fue comandante guerrillera, lleva la desmesura a flor de piel, es charlatana con una verborrea difícil de digerir, le llaman loca y hasta se duda del secretariado ejecutivo que, se dice, realizó en Suiza cuando era adolescente.

Pero se olvida que en su reino realizó los cursos más prolongados de crueldad, persistencia, ambición y manipulación, con infinita paciencia. Cuando en diciembre de 1982 Hugo Chávez prometía en Venezuela ‘romper las cadenas que sometían al pueblo’, en el juramento del “samán de Güere”, Rosario Murillo cumplía 13 años de militancia en el Frente Sandinista de Liberación Nacional. Ya fuera como militante, como mujer o secretaria de Daniel Ortega -quien fungía como coordinador de la junta de gobierno al triunfo de la revolución, desde julio de 1979- o como aprendiz de las disputas encarnizadas por el poder. Como aquella con el poeta y sacerdote Ernesto Cardenal.

Pero esos eran apenas sus comienzos. Tendría que soportar incalculables afrentas antes de abandonar cualquier escrúpulo, si es que los tuvo, y convertirse en 2007 en una mujer todopoderosa y peligrosa; en una suerte de primera ministra y desde 2017 en vicepresidenta de Nicaragua. Aguantó el desamparo en sus peleas con media revolución, que la trataran como la ‘querida’ en un mundillo de indescifrables manías sexuales, como una más de la caravana de su marido. Incluso, que Ortega la apartara de la campaña presidencial de 1989/90.

Invertir la ecuación de ser nada sin Daniel Ortega a relanzar a su marido después de la derrota electoral de 1990, a colocarse como la figura, la protagonista de la represión abierta exige, como mínimo, astucia, ambición desmedida y brutalidad. Máxime si el principal tributario de sus deseos es un matón, comandante de una sangría durante más de 40 años, de un total 62 años desde que ingresó a la guerrilla; que puede lucir opacado, lento, pero que es un sobreviviente como ninguno, hasta de la pudrición y los vejámenes de la cárcel.

Aunque la comidilla del despotismo sea Venezuela, he allí a Rosario Murillo, la nueva sombra negra del poder en posición de ser la dictadora contemporánea más longeva. Todo un regalo de la herencia comunista, de los vestigios del castroprogresismo latinoamericano. No es cualquier título, tratándose del rol más machista del mundo, y de una mujer que, óigase bien, alumbró a 10 hijos.

La arquitecta silente supo aprovechar las inseguridades de Ortega después del infarto que sufrió en 1994, el lupus que le tratan en Cuba y la acusación de sistemática violación de su hija en 1998. Ahí estaba ella, la ‘eternamente leal’, para declarar loca a su hija y respaldar a su marido.

Hasta hizo escuela en las privaciones del poder presidencial después de 1990, tanto que fue una de las artífices del regreso de su marido a la presidencia en 2007. Un interregno en el que los Ortega Murillo emprendieron el enriquecimiento desmedido de la familia, controlaron parte de la burocracia nacional, pactaron con la corrupción del entonces presidente Arnoldo Alemán, con sus némesis en la Iglesia o la clase empresarial.

No es solo entonces que se le acuse de dar la orden de «ir con todo» contra los manifestantes que emergieron el 18 de abril de 2018 y que cobró la vida de más de 400 personas. Es que, además, entre más lerdo y senil se muestra Ortega, más amarillento e hinchado de su enfermedad, ella es la que controla el aparato del Estado y la que funge como presidente de facto. Por lo mismo, más áspera, vengativa y delirante.

Así que puede que la moda sea Venezuela, pero no por menos visible es más benigna la dictadura en Nicaragua, menos grave la opresión ni menos tétrico el panorama. El próximo año debería haber elecciones en Nicaragua, pero, con todo el poder en sus manos, es previsible que Murillo se consagre en los libros de historia como la más longeva y cruel de las dictadoras.

Son las paradojas de la historia. Llegaron al poder denunciando a Somoza y lo derrotaron a balazos, para luego instalar a balazos una dictadura igual o peor. Fueron propulsados por los que alentaron el nacionalismo sobre el basamento del desgobierno decimonónico y la violencia; por quienes glorificaron la revolución sandinista, sin escatimar en los miles de muertos inocentes que dejaban a su paso, y hoy, con los mismos mitos, los matan a ellos, los encarcelan, los proscriben o los despojan de nacionalidad. Mientras no haya sinceramiento de las carencias y la historia latinoamericana, es muy probable que se sigan cosechando crueles dictaduras, y dictadoras.


John Mario González es analista político e internacional

Noticias Relacionadas

El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!

Apoya a El Nacional