OPINIÓN

La Croacia de hace ochenta años o el salvaje sur

por Carlos Balladares Castillo Carlos Balladares Castillo

Un día como hoy (28 de abril) pero de 1941 el partido Ustaše (Ustacha en castellano) del croata fascista Ante Pavelic (1889-1959) asesina a 200 serbios en la villa de Gudovac, en lo que será la primera masacre de su campaña genocida contra los serbios, otras etnias no croatas y los que consideró “elementos indeseables” (judíos, gitanos y opositores, etc.) en el Reino de los Eslavos del Sur (Yugoslavia) recientemente desmembrado por la Alemania nazi (ver nuestro artículo de hace tres semanas sobre la campaña de la Wermacht en los Balcanes durante la Segunda Guerra Mundial, SGM). Pavelic llegó, junto a 500 militantes de su partido, a los pocos días de la ocupación por parte del Eje y se incorporó al recientemente proclamado Nezavisna Država HrvatskaNDH o Nuevo Estado independiente de Croacia (el cual correspondía a la actual Croacia, Bosnia-Herzegovina y zonas de Eslovenia y Serbia). No solo colaboró con el Eje (10.000 croatas combatirían con el uniforme alemán en Rusia) sino que buscó imitar al Tercer Reich estableciendo un régimen totalitario de partido único, basado en un conjunto de mitos fundacionales racistas que forjarían bajo su liderazgo (“poglavnik”) la “Gran Croacia”.

El historiador Laurence Rees, afirma en su obra del 2017: El Holocausto. Las voces de las víctimas y los verdugos; que “los nazis avivaron la tensión interétnica en Yugoslavia que habían existido durante cientos de años entre las diversas repúblicas que conformaban el país” (p. 282). Pero no solo en dicha “nación” sino en todo Europa pero con mayor énfasis en esos nuevos Estados que habían sido creados por el Tratado de Versalles y cuyas fronteras y gobiernos eran incapaces de equilibrar sus profundas diferencias étnicas, lingüísticas, culturales y políticas. Por no hablar de los problemas del resentimiento social, después de una terrible crisis económica vivida en los períodos entreguerras. El modelo de Estado homogéneo racialmente (“la verdadera nación es la raza”), limpieza étnica, antisemitismo y autoritarismo totalitario que estableció el Tercer Reich terminaría siendo emulado por sus gobiernos títeres o aliados. La “Gran Croacia” de los ustacha serían sus mejores “alumnos”, tanto que hasta los nazis o funcionarios alemanes criticarían la crueldad de los mismos ¡y eso ya es decir mucho!

Dos textos consultamos para comprender el fenómeno, además de las breves referencias en obras generales que tradicionalmente venimos usando: Pino Adriano y Giorgio Cingolani, 2018, Nationalism and Terrorism. Ante Pavelic and Ustasha Terrorism from Fascism to The Cold War y Rory Yeomans, 2013, Visions of Annihilation. The Ustasha Regime and the Cultural Politics of Fascism, 1941-1945. Y nos pareció importante que el historiador español Julián Casanova le dedica una parte a la problemática yugoslava y en ella el legado y acción de la Ustacha en su reciente libro: Una violencia indómita (2020). Explicación de las recientes guerras de desmembración de la Yugoslavia comunista donde reaparecen sus símbolos e incluso ideas. También al buscar noticias al respecto pudimos ver con horror cómo hoy en Croacia grupos de ultraderecha los mantienen e incluso intelectuales sostienen el “negacionismo” del holocausto perpetrado en la SGM.

La Ustacha fue fundada en 1928 como organización paramilitar y terroristas con el objetivo de lograr la independencia de Croacia. Los atentados eran su principal herramienta junto al odio contra los serbios. Posteriormente la Italia fascista los adoptaría cuando fueron perseguidos y expulsados de Yugoslavia. Benito Mussolini consideró que el logro de la independencia de Croacia bajo Pavelic y sus fanáticos seguidores, sería el medio perfecto para lograr concesiones territoriales en la costa adriática de Yugoslavia (buena parte de la Dalmacia). En este período asumieron los símbolos, ideas, uniformes y saludos del fascismo a los rasgos identitarios croatas de la época: catolicismo y supuesta “germanidad” (herencia del tiempo en que fueron parte del Imperio Austro-Húngaro) que debía ser defendido frente al avance del eslavismo ortodoxo. El islam de los bosnios fue tolerado por ser una especie de víctimas históricas del avance otomano en el pasado. Adolf Hitler no tenía planeado entregar el poder a Pavelic como colaborador pero al consultar a Mussolini éste se lo propuso. De igual forma también sus partidarios se movieron rápidamente y sabotearon la acción del Ejército yugoslavo apoyando a los invasores alemanes, preparando el terreno para la toma del poder en el vacío creado por el rápido avance de la Wermacht.

El 16 de abril de 1941 (solo habían pasado diez días desde la invasión), las milicias de Pavelic y los soldados alemanes quemaron la gran sinagoga de Sarajevo la cual poseía una gran biblioteca. El 30 de abril el gobierno croata estableció leyes segregacionistas como las de Nuremberg. Los considerados no croatas perdieron todos sus derechos. De esa forma, a diferencia del gradualismo en el plan de exterminio de los judíos y otros grupos llevado a cabo por los nazis, los ustacha en las primeras semanas y meses se lanzaron en un frenesí de sangre y muerte. Se propusieron cuatro objetivos en su Gran Croacia siguiendo las declaraciones del ministro de educación: Mile Budak: aproximadamente de los dos millones de serbios que vivían en los territorios incorporados: un tercio sería expulsado, otro tercio eliminado y el resto sería forzado a convertirse al catolicismo. En el caso de judíos, gitanos y opositores el exterminio estaba fuera de dudas. Se crearon grupos de milicias siguiendo el ejemplo de las Waffen-SS paralelos al ejército nacional, además de otros cuerpos represivos y de exterminio que administrarían también los campos de concentración como el de Jasenovac. De noche llegarían a los pueblos buscando a sus víctimas para lograr, según algunos historiadores, el genocidio de un millón de seres humanos.

Al comparar las cifras del exterminio perpetrado por los ustacha con el de los nazis proporcionalmente a su población los primeros tienen las de ganar. No es una competencia para afirmar quién es el más malvado. Toda vida es importante. No hay más palabras ante tanto horror, solo la convicción que no podemos olvidar. La memoria, el estudio objetivo de la historia y el cultivo de la misericordia son los medios con las que esperamos evitar que se repita.