Para Elon Musk, la saturación de cultura woke ha hecho insoportable a Netflix, perdiendo su rumbo como empresa tecnológica. En cinco puntos hablaremos sobre la crisis que envuelve a la plataforma de la N grandota, por complacer a un sector demográfico de su audiencia.
1) Síntomas inequívocos de pérdida de rating.
Lo que comenzó siendo un gesto de afirmación, ha terminado deviniendo en una morisqueta de contenido que da más cringe (penita ajena), que ganas de conectarse al servicio de streaming. Nos referimos a la saturación de programas, series y películas que entonan el dogma de la comunidad inclusiva, como una suerte de tabla de salvación para el mundo. De pronto la fórmula funcionó en algún momento, pero hoy acompaña el que ha sido el peor año de la compañía desde su salida en pandemia, cuando todos se reunían alrededor del televisor para ver los originales de Netflix. La caída en bolsa y el despido consecuente de una fracción de la nómina, encendieron las primeras alarmas. Se pensaba que era un efecto del sucesivo control de la epidemia y la nueva normalidad. Sin embargo, no es menos cierto que una parte de la culpa se la lleva la fallida programación del multimedio en el tiempo de las últimas cacerías de brujas.
2) Cediendo al chantaje de la cancelación.
Por cuestiones de mediocridad y escaso éxito, Netflix canceló unas 19 series en el 2021. Es uno de sus hándicaps. Pero desde que se impuso la moralidad puritana en la corporación, se ha emprendido una depuración silenciosa y un sistemático ocultamiento de producciones y personajes que fueron divisas de la empresa, como Kevin Spacey, Louis C. K. y el propio Dave Chapelle, al hacer chistes acerca de temas que resultaron ofensivos para la sociedad de cristal. En vista de los problemas que ha ocasionado autocensurarse, Netflix ha empezado a corregir el error, dando más visibilidad a comediantes como Ricky Gervais, cuyo reciente especial es uno de los más visitados, seguramente por su ausencia de corrección política y por permitirse hablar de los temas que se suelen reprimir en la oferta del servicio de streaming.
3) Una maquinaria de indignación que pasa aceite.
Netflix ha instrumentado a su favor, usando como arma, una técnica que circula en la media contemporánea, que es capitalizar el mercado del enojo. Lo hace polarizando mediante la creación de series y películas woke, como el caso de la versión de The Masters of The Universe, para diseñar conversaciones y tendencias en Twitter, donde los fanáticos conservadores y los miembros de la comunidad LGBT se dedican a pelear, en defensa de sus ideologías. Dichos contenidos radicalizan a la audiencia, generando un efecto tóxico de tribalismo en la red social, con grupos divididos y marcados. Encerrados en su burbuja algorítmica, los bandos afirman posturas que incomunican, a favor y en contra de programas inclusivos como Bridgerton. Todavía el truco de cambiar razas y sexos en los personajes clásicos tiene algún impacto en el establecimiento de ciertos debates candentes. Pero la gente ya se dio cuenta de que Netflix los fuerza a fanatizarse, para mantenerlos atados a su Matrix bipolar.
4) Perdiendo no solo suscriptores.
El desangre de suscriptores se desató como epidemia a principios de 2022. Se buscaron cientos de explicaciones y teorías. La verdad es que muchos se sienten extraviados y ajenos a la programación de la plataforma, cuya cantidad no se condice con calidad. De vez en cuando nos enganchamos con un filme, con un Juego del Calamar. Pero entre tanto, nos decepcionamos con bodrios como Instinto peligroso del hijo de Clint Eastwood con Mel Gibson, o desastres como Red Notice. Mejor quedarse con los documentales y algunas excepciones a la regla que siguen alimentando la adicción por Netflix.
5) ¿Cuál es la solución?
El negocio de Netflix se ha concentrado en gastar a manos llenas, en acumular sin que ello suponga una garantía de satisfacción para su clientela. Hoy Netflix se parece al club de video pirata, al último Blockbuster que frecuentabas con tus amigos, para alquilar una mala película de género, o una «movie» directo a video, con el propósito de consumirla de forma irónica o condescendiente.
Ante una competencia que sube el nivel, como HBO Max y Disneyplus, Netflix tendrá que volver a sus orígenes de enfocarse en un target más específico. Su ambición de abarcar el mundo y dominarlo ha causado que Netflix diluya su identidad y que cueste conseguir productos que más que segregarnos, nos unifiquen como espectadores.
Series como Inventing Ana, Stranger Things 4 y Lincoln Lawyer, constituyen un regreso a las fuentes de Netflix. En cuanto a los contenidos inclusivos, será cuestión que la plataforma les brinde un enfoque consistente que logre despertar consenso, concentrándose más en sus personajes y narrativas, que en su simple exposición como “clickbait”. Es el caso de El Poder del Perro y Así nos ven, productos de prestigio que conquistaron el respeto de propios y extraños. No está de más aprovechar su poder adquisitivo para programar más clásicos, incluyendo explicaciones de expertos que actualicen la experiencia. El tiempo dirá que sucederá con Netflix y cómo superará su crisis woke.