Finalmente, las encuestas acertaron y el exministro Rodrigo Chaves, del Partido Progreso Social Democrático, resultó elegido como nuevo presidente de Costa Rica. Chaves ha obtenido 52,9% de los votos frente al 47,1% de José María Figueres, del Partido Liberación Nacional. Pese a las llamadas de atención acerca de los comportamientos confrontativos de Chaves, la mayoría de la población, molesta con el statu quo, ha considerado que sus modos desafiantes tienen más probabilidad de cambiar la situación del país.
El exministro ha conseguido algo más de 1 millón de votos y ha superado a su oponente en más de 100.000. La abstención se ha situado en 42%, sólo 2% más que en la primera ronda de estas elecciones. Al observar la distribución territorial, Figueres ha conseguido superar ligeramente a Chaves únicamente en las provincias de San José y Cartago, mientras que este ha ganado holgadamente en las 5 provincias restantes. Ello guarda relación con la percepción de que el candidato rupturista ha captado claramente la rebelión de la gente común contra las élites que los estudios registraban en los últimos años.
Desde luego, el resto de las fuerzas políticas podían haberse unido para conjurar contra el riesgo de la victoria del candidato confrontativo, pero su rencor hacia José María Figueres se los ha impedido. De hecho, ninguno de los partidos que han conseguido llegar al Parlamento llamaron a votar por Liberación Nacional. Ello, aunque en la última semana una cantidad apreciable de personalidades políticas de distinto signo hicieron declaraciones contra Chaves.
Todo indica que las bases electorales no les han hecho caso, como se desprende del hecho de que, en las dos provincias portuarias, Puntarenas y Limón, donde Chaves había obtenido un bajo resultado electoral en la primera ronda, ahora haya obtenido sus mejores resultados. Parece evidente que los votantes de los otros partidos se han inclinado claramente por Chaves en esta ocasión.
La victoria de Rodrigo Chaves ha provocado inmediatas reacciones de desasosiego en sectores de la clase política costarricense. Encabezando un partido de reciente creación, sin equipo de gobierno conocido y dispuesto a superar las trabas institucionales que impiden actuar para enfrentar la crisis, se percibe al nuevo presidente como encarnación de la incertidumbre.
Por su parte, el movimiento feminista no perdona las acusaciones de acoso sexual que enfrentó Chaves cuando era funcionario del Banco Mundial. La víspera de la jornada electoral, ese rechazo logró reflejarse en varios diarios importantes de Estados Unidos. Chaves responde que eso le sucedió hace 14 años, que nunca fue condenado formalmente, que ya ha sacado las lecciones pertinentes y, sobre todo, que no es justo a que lo condenen para siempre. En todo caso, es evidente que la mayoría de hombres y mujeres, a la hora de emitir su voto, han dado menos peso a ese señalamiento que a su percepción de que Chaves sí será capaz de enfrentarse al statu quo.
Incluso hay observadores que señalan que la insistencia en este asunto ha terminado por beneficiar al candidato. La conocida periodista Pilar Cisneros, actual diputada electa por el partido de Chaves, incluye este cuestionamiento como uno de los muchos ataques personales que ha enfrentado el economista. Por otra parte, un segmento importante de la Costa Rica profunda, formado por los sectores religiosos, parece haber expresado con su voto el resentimiento que muestra respecto de la llamada “ideología de género”.
No obstante, para muchas voces en medios culturales y políticos esta cuestión daña el prestigio internacional de Costa Rica, como país abanderado de diversas causas humanistas. Sin embargo, la Costa Rica profunda parece tener otras preocupaciones más prosaicas, además de evidenciar un hígado que se ha ido inflamando con el tiempo. Por eso han optado por el candidato que parecía entender sus molestias más claramente.
El otro asunto pendiente que enfrentará el nuevo presidente guarda relación con la investigación que sigue el Tribunal Superior de Elecciones sobre un paquete de financiación no declarada de su campaña electoral. Si al concluir esa investigación el TSE ve indicios de delito, deberá pasar el caso a la justicia ordinaria, quien iniciará un proceso que podría eventualmente inhabilitar a Chaves o a algunos de sus colaboradores. Algo poco probable pero no imposible.
Tras conocerse los resultados, en su primer discurso de agradecimiento, Rodrigo Chaves ha cambiado apreciablemente el tono de su intervención, subrayando la necesidad de atenerse a la normativa vigente y destacándola colaboración y el consenso con el resto de los actores políticos. Un tono que contrasta con el de algunos de sus seguidores en esa misma noche electoral, mucho más partidarios de una confrontación en distintos campos.
Es indudable que el nuevo presidente va a transitar por un camino tortuoso y lleno de presiones que, si se maximizan, pueden llegar a poner en riesgo la estabilidad de su gobierno. Pero, al escuchar su primer discurso, pareciera que el presidente electo es consciente de ello. Habrá que ver si es cierta su frase de cierre: ¡Costa Rica, lo mejor está por venir! Sobre todo teniendo en cuenta que buena parte del país piensa lo contrario.
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