Las últimas declaraciones y propuestas de algunos altos funcionarios parecieran jugar a la contrapolítica exterior del gobierno al tirarle la partida para atrás al eslogan de “Diplomacia de Paz”, con el cual pretende lavar la imagen del gobierno, al mismo tiempo de crear un profundo malestar dentro del mundo libre. Afortunadamente, para la imagen del gobierno, el nuevo ministro de Exteriores resultó un hombre de perfil bajo, sin el protagonismo delirante de los anteriores pasantes del palacete en la esquina de Principal; pasantes porque en los últimos 10 años, de marzo de 2013 a la actualidad, se han paseado 8 ministros de Relaciones Exteriores por esa edificación neoclásica que ha fungido primero como edificio gubernamental, Cárcel Real, Concejo Municipal y residencia presidencial desde donde cuenta la historia Cipriano Castro, alias el Cabito, cuando en el terremoto de 1900 se dice que saltó “como Mary Poppins” con un paragua desde uno de sus balcones; razón por la cual cambió la residencia oficial que era la Casa Amarilla al Palacio de Miraflores en 1904. Finalmente, el general Gómez convirtió la Casa Amarilla en sede del Ministerio de Relaciones Exteriores mediante decreto expedido el 28 de octubre de 1912.
Desde esta casona se define la actuación y comportamiento del Estado-República dentro del concierto internacional. En tiempos de guerra las Cancillerías son las grandes trincheras, mientras que en tiempos de paz los servicios diplomáticos representan los grandes cuerpos de defensa de los intereses del país.
En momentos en que el presidente Maduro se juega a su “Rosalinda” en la antesala de la elecciones presidenciales (2024), la mano negra que funciona dentro y fuera de la Cancillería, que bien la conocen quienes hicieron vida dentro de ella, pareciera tirarle en contrabanda los dados cargados en contra de la política exterior e intereses del país.
En dos artículos anteriores: «Acción internacional» y «Reforma constitucional«, nos referimos a dos acciones conspirativas contra la “política exterior” y el “cumplimiento de los compromisos internacionales” si continúan desde adentro chalequeándole el negocio al presidente Maduro. Un caso evidente son los crímenes de lesa humanidad como la persecución general y sistemática contra la dirigencia opositora tipificados en el Artículo 7 del Estatuto de Roma. Los crímenes de lesa humanidad han sido el INRI del gobierno y de la revolución del siglo XXI, que juegan contra la “diplomacia de paz” como política de Estado.
En este juego de dados, de múltiples intereses, en el que la transversalidad de los intereses internos y externos se cruzan en el campo multilateral la Agenda 2030 con sus 17 objetivos para el Desarrollo Sostenible y 169 metas, representan por un lado, a lo interno, la mejor hoja de ruta para verificar la eficacia del gobierno en su gestión y en lo externo la carta de presentación ante el BRICS
Como se sabe, el Sr. Lula invitó al Sr. Maduro a incorporarse a este nuevo bloque, pero la contrapolítica juega en la falta de compromiso en el cumplimiento de esas 169 metas. Una revisión de los diferentes índices elaborados por algunos organismos internacionales como PNUD, BM, FMI y agencias no gubernamentales independientes, representan las mejores cartas de credenciales para el ingreso de Venezuela al BRICS.
La contrapolítica está en que la invitación de Lula -como siempre- se enmarca dentro de los intereses de Brasil, como fue el ingreso de Venezuela al Mercosur con Chávez, al llevarlo a denunciar el Acuerdo de Cartagena para caer en las manos del tándem Lula-Kirchner, y la necesidad hoy del presidente Maduro de contar con algunos aliados, aunque estos no sean muy respetables ni confiables.
Evidentemente, los cinco del BRICS por razones políticas pueden estar interesados en el ingreso de un socio con el potencial y recursos de Venezuela; sin embargo, por razones macro y estabilidad económica tienen que revisar sus cifras y comportamiento económico financiero, lo que se podría llamar sus “cartas credenciales” para que no alteren el sistema económico de los invitantes.
Debido a la falta de información de los organismos públicos y la falta de transparencia, la data más reciente publicada por Venezuela es de 2018. Así, en una revisión de los credenciales sobre el comportamiento económico, según el Banco Mundial, Venezuela por el volumen de su PIB es la economía número 70 en el ranking de los 196 países miembros del BM. Para el 2018, el valor absoluto del PIB en Venezuela cayó 16.267 millones de euros (M€) respecto a 2017, lo cual representa un peso muerto para los BRICS, cuando el PIB más bajo es el de Suráfrica con 384.964 M€ en comparación con Venezuela para el mismo periodo 86.349 M€.
Otro índice importante de tener en cuenta los invitantes es la deuda pública. En 2017 fue de 26.663 millones de euros, lo cual representó un incremento de 21.579 millones en comparación al año anterior de 2016 cuando fue de 5.084 millones de euros. Esta cifra supone que la deuda en 2017 alcanzó el 133,61% del PIB de Venezuela. Venezuela está entre los países con más deuda respecto al PÎB del mundo. Y supera con creces la deuda total de los 5 del BRICS que se sitúa en los 17.592.513 millones de euros. Mientras que la deuda per cápita de Venezuela es de 31.263 € para el año pasado, en los países del BRICS es de 9.911,93 €, lo cual representa un peso crítico para la estabilidad económica del BRICS.
Con relación al déficit público para el 2017, este alcanzó el (-13,27%) del PIB, un porcentaje muy alto comparado con el resto de los países del BRICS , que le sitúa en el puesto 186 de 192 países, siendo el más cercano el de la India con (-9,65%). El ranking de déficit respecto al PIB se ordena de menor a mayor, lo cual indica que Venezuela ha empeorado su situación en el ranking respecto a 2016, cuando ocupaba el puesto 168 con un déficit del 8,46% del PIB. Algo para pensar.
Otro índice que le daría un peso específico dentro de la economías del BRICS es el producto interno bruto (PIB) en 2018 cuando alcanzó los 86.349 M€, presentando una caída con respecto al año anterior de 19,7%.
En cuanto al Índice de Percepción de la Corrupción del sector público en Venezuela ha sido de 14 puntos, así pues, está entre los países con mayor corrupción en el sector público de los 180 países analizados, por lo que los países del BRICS seguramente tendrán que actuar con este modus operandi en sus negocios, cuando en China a los corruptos les aplican la pena de muerte.
Finalmente, esta relación de índices tiene una correlación directa en el bienestar humano y social. Para ello el indicador más adecuado es el índice de desarrollo humano, elaborado por el PNUD, que se utiliza para clasificar a los países en tres niveles de desarrollo humano. El índice está compuesto por la esperanza de vida, la educación (tasa de alfabetización, tasa bruta de matriculación en diferentes niveles y asistencia neta) e indicadores de ingreso per cápita. Según estos índices, Venezuela el ocupa una posición media al ocupar el puesto (37) en una muestra de 150 países.
En definitiva, la propuesta de Brasil tendrá que ser muy bien evaluada por el resto de los socios, debido a que el comportamiento macroeconómico de Venezuela en estos momentos no asegura una ganancias para un bloque que representa 25% del PIB mundial, que concentra 16% del comercio global, con una inflación que oscila entre el 0,7 en China y el 3,24 de Rusia, por lo cual no pareciera un gran negocio el ingreso por ahora de Venezuela. Solamente este matrimonio tiene futuro en un juego de suma variable en la potencialidad que ofrece Venezuela con sus recursos y la protección política que le brindan los BRICS con su postura antiamericana.