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La congruencia necesaria

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Los líderes políticos son evaluados y juzgados por lo que hacen y dejan de hacer; por lo que dicen y dejan de decir.

Es simple. Así funciona y así debe ser.

Cuando un ciudadano ocupa un cargo de responsabilidad pública le corresponde ser congruente, lo que dice y lo que hace deben ir de la mano y no puede pretender ni pedir sumisión y subordinación absoluta y plena. En la Venezuela pasada y presente piensan que esto es normal y lo lógico. Me refiero a la subordinación y sumisión. El disentir les provoca urticaria.

Bien decía Platón: «La honestidad de un sistema político depende del nivel de exigencia de sus ciudadanos».

Uno de los errores del pasado como sociedad en Venezuela y que terminó generando el fenómeno político que hoy oprime a todo un país y pone en jaque a todo un continente es el haber abandonado los espacios ciudadanos que permitían crear un contrapeso y contraloría ciudadana para regular, limitar y sobre todo controlar las decisiones de los gobernantes de turno.

Nos hundimos en la queja y en la generalización argumentando de manera cómoda y simple que la política «es un asco».

Pretendemos que hagan lo que deben hacer pensando que nuestra única responsabilidad ciudadana es ejercer el derecho al voto, pero qué sucede cuando olvidamos el derecho a ejercer contraloría y a participar en las actividades políticas de nuestra comunidad, municipio y estado.

La clase política que conforman los partidos de oposición en el país deben entender que un aspecto resaltante de 20 años de un régimen autocrático y tiránico es formar un pensamiento crítico y sobre todo alerta de lo que hacen o dejan de hacer y sobre todo de lo que dicen o dejan de decir los representantes de la oposición.

Bajo el argumento de seguir «la línea» del partido se esconden los más oscuros cómplices de corruptelas y trampas de personajes siniestros que se mantienen con la etiqueta de opositores, pero que cohabitan con la dictadura donde hicieron y hacen negocios millonarios participando en los actos de corrupción nunca registrados en la historia de una nación, no solo en latinoamericana sino mundial.

Esa complicidad de estos líderes que ocuparon y ocupan alcaldías, gobernaciones y puestos de poder en los pocos espacios democráticos que quedan en el país y la «línea del partido» no puede ser nunca un argumento para que un militante de la base de estas organizaciones justifiquen, avalen o justifiquen estas irregularidades.

Recientemente, la ex defensora del pueblo chavista María Gabriela Ramírez declaraba desde su cómodo exilio madrileño que la madre de una víctima de torturas en Venezuela no podía exigir nada porque su hijo fue detenido por Colombia por planificar una lucha armada contra la tiranía, una declaración que es más o menos igual de miserable que cuando pretendió justificar el uso de cierta tortura para obtener una confesión.

Así mismo de incongruente se comportan los líderes políticos opositores cuando un trabajo de investigación periodístico denuncia un entramado de corrupción sobre Henry Ramos Allup y sus familiares directos.

La base militante de los partidos  debe exigir, antes de solidarizarse de manera tácita e inmediata, una respuesta transparente de sus líderes no solo por contraloría  sino por respeto a la lucha que ellos libran cada día en sus espacios ciudadanos.

Queremos un país mejor para todos y es responsabilidad de todos, desde nuestros roles, el conseguirlo.

Acabar con la tiranía para cambiarla por un modelo totalitarista es cambiar de régimen; la Venezuela que queremos no es la que tenemos ni la que nos quieren implantar.

Congruencia y ejemplo para poder avanzar hacia adelante y no quedar girando sobre un mismo eje corrupto.

@andresvzla1975

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