Pese a su calado, la confesión no fue sorpresa. El expresidente de Bolivia Evo Morales reveló recientemente que viajó a Cuba el año pasado para participar en una cumbre castro-chavista que planificó cómo recuperar el poder en Bolivia, poniendo al descubierto el nivel de conspiración para tratar de imponer en la región gobiernos alineados con los regímenes totalitarios de La Habana y Caracas.
Morales viajó a Cuba en febrero de 2020 desde Argentina, donde se encontraba asilado, para supuestamente tratarse un cáncer de la garganta. Dos meses antes, cuando estaba refugiado en México —tras ser derrocado al tratar de imponer un fraude electoral que le permitiera mantenerse en el poder— también había viajado a Cuba.
El expresidente boliviano dijo en exclusiva a la agencia española EFE que viajó a La Habana para participar “en una reunión de planificación de alto nivel con Cuba y Venezuela” con el propósito de retomar el poder a través de la nueva modalidad de testaferros políticos.
En La Habana se decidió que el candidato presidencial sería Luis Arce, el exministro de Economía de Morales, quien al final ganó las elecciones en octubre pasado y se instaló en el poder, con el expresidente como la figura detrás del trono. Luego del triunfo de Arce, Morales realizó un viaje secreto de 24 horas a Caracas desde Buenos Aires, con el objetivo de continuar la desestabilización continental.
La conspiración castro-chavista se repitió en la reciente primera vuelta electoral en Ecuador, donde el candidato Andrés Arauz, títere del expresidente Rafael Correa, tiene posibilidades de hacerse con el poder.
Al ser declarado culpable y prófugo de la justicia por recibir sobornos de empresas nacionales e internacionales, incluida la brasileña Odebrecht, Correa quedó impedido de participar y escogió a dedo a Arauz, un economista de 36 años, quien fue su ministro de Conocimiento y Talento Humano. Si consigue la presidencia en la segunda vuelta el 11 de abril, el verdadero poder será Correa, quien durante su gobierno convirtió a Ecuador en un santuario de la guerrilla colombiana del ELN.
La revista colombiana Semana reveló recientemente, basada en documentos y testimonios de jefes del ELN, que Correa al igual que Arauz, recibió fondos de esa guerrilla para sus campañas políticas. La guerrilla del ELN es la retaguardia del chavismo en Colombia y Ecuador.
Semana descubrió además que el ELN trazó el denominado Plan de Contingencia en Frontera —asesorado por Cuba, China, Rusia y Turquía— para tratar de contener una eventual operación militar estadunidense durante la pasada administración Trump para derrocar la dictadura de Nicolás Maduro. Entre los objetivos estaba el minado de las carreteras que unen Colombia con Venezuela, ataques a pistas aéreas, centros de concentración militar colombiano y causar daños a la infraestructura de energía, telecomunicaciones y transporte.
Como amigo de Maduro, aliado de Cuba y de Rusia, Correa tiene su papel dentro de la conspiración castro-chavista para tratar de despertar el fantasma del socialismo del siglo XXI, que tanto daño hizo a América Latina.
La Habana y Caracas apuestan a que tras Bolivia, Ecuador ampliará la variable ideológica hacia la izquierda radical en Latinoamérica, que podría seguir con las elecciones presidenciales de marzo en Honduras, de abril en Perú y de noviembre en Chile, además de los comicios legislativos en Argentina, El Salvador y México.
Los planificadores políticos castristas que cuentan con una plataforma continental de conspiración en Venezuela —con el respaldo de la avanzada tecnología en ciberespionaje de Rusia— confían en afianzar un nuevo eje de izquierda en la región.
La llegada al poder de Manuel López Obrador en México, en diciembre del 2018, de Alberto Fernández un año después en Argentina y más recientemente de Arce en Bolivia, alimenta esas expectativas.
“La izquierda está tratando de reacomodarse después de una etapa en que los electores la rechazaron y ahora han sabido aprovechar los errores del establishment”, dijo Sergio Guzmán, director de la consultora Colombia Risk Analysis, citado por el diario español El País.
Los ideólogos castro-chavistas alimentan la fantasía de que habrá un realineamiento que propicie el resurgimiento de regímenes de izquierda en la región. Pero sin los petrodólares de Venezuela es muy difícil anticipar la vuelta al ciclo que se inició en el 2000. Las circunstancias son otras y queda la experiencia dejada por esos regímenes populistas de izquierda.
La catástrofe de Venezuela no encuadra en ese posible resurgimiento de la izquierda ideológica continental. Si bien el extinto dictador Hugo Chávez inició la ola de la revolución bolivariana y del socialismo del siglo XXI, Maduro —su sucesor— convirtió ese proyecto en una catástrofe de gestión económica, destrucción institucional, emergencia social y crisis humanitaria con 7 millones de refugiados venezolanos regados por el continente. La mayoría de los latinoamericanos, pese a los cantos de sirena de la izquierda, no quieren verse en ese espejo.