Acción Democrática es un recurso natural renovable (Antonio Leidenz)
Cuando Rómulo Betancourt anunció el 13 de septiembre de 1941 que «Acción Democrática había nacido para hacer historia» se refería a un proyecto de país, con bases programáticas y principios de naturaleza histórica, en los ideales de los forjadores de la República: “Podemos importar creolina pero programas no”, sostuvo, interpretando una voluntad colectiva hecha conciencia para: «Una Venezuela libre y de todos los venezolanos ¡Pan, tierra y trabajo!». Así se forjó, una indiscutible «conciencia adeca».
Lo demás es discutible, pero en verdad, el partido nunca había actuado en crisis tan complejas, como las de los últimos 39 años (1989-2023), golpes y componendas que desdibujaban su identidad, que resulta tan grave, que frente a una división vertical, según lo explicara don Pedro Berroeta en artículo suyo «De la división de los partidos» (Revista Plural, junio 1981) de aquella «de pie a cabeza el partido se escinde… y da nacimiento a otro partido hermano y enemigo al mismo tiempo… La división horizontal «separa a la dirigencia del partido de sus propios militantes y de las masas populares». Esta última, acecha al «partido del pueblo», el judicializado, el de la resistencia o de los que se declaran «adecos con María Corina», el que existe en la conciencia política venezolana que no es otro que el fundado por Rómulo Betancourt, porque está probado que el sentimiento adeco se conquista, es como el viejo pasodoble de la Billo’s, ni «se compra ni se vende».
La elemental sindéresis política llama la atención y no el hybris griego, ante la conciencia adeca de Venezuela. Así de sencillo… ¡Manos a la obra!
De allí que Acción Democrática no tiene razones para colocarse una camisa de fuerza, frente a la realidad política del país, conocidas las pretensiones del régimen por mantenerse en el poder, a espaldas de la tragedia que no soporta más la República, su sociedad e incluso su seguridad; porque no ha sido fácil el proceso para relegitimarse, independientemente de mantener la opción candidatural propia, de acuerdo con sus estatutos, pero a tenor de la dinámica política nacional. Manteniendo su autonomía estratégica en la Asamblea Nacional, en sintonía con la sociedad civil organizada y las exigencias y necesidades de las asociaciones sindicales y gremiales, más allá de los intereses partidistas que nos remite a una situación peligrosa: la incertidumbre del voto por la presunción de haber gato encerrado y como el verso anónimo: /Sufriendo de claustrofobia /Acariciando las paredes de un enigma/ Y maullando el estribillo de un carrusel/En un círculo vicioso/ Galopan caballos de madera/ La gitana de la suerte juega al despiste/Hay un gato encerrado entre paréntesis /Maullando entre comillas/ Un zodiaco de signos de interrogación/ Y arañando el tapiz de la apariencia/Y con su reguero de pelos//se sienten gatos encerrados/en el vientre/de un agujero negro.
«El planteamiento del pleito», como dijera el poeta colombiano Jorge Zalamea en «Al pie de las escalinatas», «es el vuestro, el nuestro» para lo que resuenan, como campanas medievales, la conciencia adeca como «un recurso natural renovable» al buen decir de Antonio Leidenz, para el rescate o colapso de la República, su democracia y si en un momento.
Rómulo Betancourt recurrió a Goethe: ¡Adelante por encima de las tumbas!, digamos ¡adelante por encima de los intereses de los desviados o comprometidos, usufructuarios de la oposición!
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