En una extraordinaria entrevista televisiva con un periodista boliviano, que puede verse por Youtube, el político e intelectual boliviano Carlos Sánchez Berzaín @csanchezberzain nos explica la clave del triunfo de la sociedad boliviana que expulsara a Evo Morales del poder y del país, con sencillas palabras que deben caer como un balde de agua fría sobre los dirigentes opositores venezolanos, sin ninguna excepción: el desalojo de Evo Morales se debió al fracaso de las dirigencias partidistas bolivianas en distraer y frenar el empuje liberador del pueblo atendiendo a diálogos y componendas con el dictador. La sociedad civil boliviana no se vio en ningún momento coartada por propuestas de entendimiento, diálogos y cohabitación con el dictador.
Visto en ese contra espejo, la conclusión es lógica y matemática: en Venezuela no ha triunfado la sociedad civil porque esas dirigencias le han bloqueado su poder y su acción emancipadora, prestándose a la más escandalosa concupiscencia con el poder dictatorial reinante. No ha sido en los hogares, en los lugares de trabajo, en las universidades, calles y avenidas de los pueblos y ciudades venezolanas que se ha fraguado la permanente parálisis y postración de los esfuerzos populares por librarse de la tiranía. Ha sido en los cogollos de la Asamblea Nacional, en las sedes de los partidos, en los despachos de sus secretarios generales. Que lograron el desiderátum de la traición: convencer al mundo de que la legitimidad de nuestros esfuerzos por liberarnos de la dictadura no está en el pueblo venezolano, que la sufre, sino en un grupo de diputados electos en diciembre de 2015, por lo tanto de legitimidad periclitada, y que en lugar de asistir a sus electores, los únicos y verdaderos depositarios constitucionales de la soberanía, se han prestado a divorciarse de ellos, negociar sus cargos con sus compañeros de bancadas agentes del tirano, lucrarse de tal mediación y correr en auxilio del tirano en cada circunstancia que ha constituido una amenaza real de desalojo. Algún día, si Dios lo permite, sabremos el costo en monedas fuertes que ha debido sufragar el Estado para financiar esas acciones dilatorias. Con muy escasas y muy dignas excepciones, los dirigentes políticos venezolanos de uno y otro bando no actúan por amor al arte.
En un maquiavélico y avieso uso de sus poderes y atribuciones, esas dirigencias –de VP, de AD, de UNT, de Copei, del MAS, el PSUV y el PC, caimanes todos de un mismo pozo–, usurpando la soberanía, lograron imponer su viejo proyecto de cohabitación, inventando un interinato supraconstitucional, a cargo, naturalmente, de su presidente de Asamblea, Juan Guaidó, y concentrando en su figura el reconocimiento mundial como para compartir la presidencia con el tirano. Es el colmo de la usurpación y caso únicos en la historia universal: la coexistencia pacífica de dos presidencias en una misma República.
Así cause asombro: ese proyecto bipresidencialista, atentatorio de la esencia de las reivindicaciones populares y la historia democrática de Venezuela –librarse de las tiranías– ha sido aceptado por todas las organizaciones y entidades políticas de la nación, sin excepción. Ese usurpador en segunda potencia, aceptado que el de la primera potencia sea Nicolás Maduro, ha sido elevado a las alturas inmarcesibles de la intangibilidad: es intocable. Cuenta con un ejército de defensores incondicionales, los llamados guaidolovers, que constituyen una suerte de dictadura mediática implacable. Disfruta de todo el poder y reconocimiento unánime opositor, sin atributo de verdadero poder alguno. Salvo el de coartar la acción de lo que resta de auténtica oposición. Una ilusión óptica que permite generalizar la creencia que el poder del castrocomunismo reinante apenas representa una cuota de Poder. Así en esa cuota sin compartir estén las fuerzas armadas, decisorias en último término de quien manda y no manda en Venezuela. Se ha configurado así, propiciado por la misma oposición, una estafa política sin precedentes. Y una traición a la nación propia de los reinados de las mil y una noches: Venezuela ha terminado convertida en una satrapía de la tiranía cubana, amparada por sátrapas y opositores. Acordados implícitamente en aceptar en silencio un régimen de presidencialismo bicefálico.
Es entonces que se comprende la profunda, la insuperable diferencia del caso venezolano respecto del caso boliviano. El aislamiento del agente cubano Evo Morales fue total. En cuanto perdió su base política de sustentación y las fuerzas armadas y policiales le retiraron su apoyo, cayó por su propio peso. E hizo lo más honorable que le cabía hacer: escapar al exterior, asilándose en México bajo la protección de Andrés Manuel López Obrador. Mutatis mutandi, Nicolás Maduro no ha caído, a pesar de no contar con ningún respaldo social, porque ni las fuerzas armadas ni las policiales le han retirado su apoyo. Y las fuerzas políticas se dividen entre quienes lo apoyan abiertamente, el castrocomunismo venezolano, y quienes, diciéndose de oposición, como Timoteo Zambrano, Claudio Fermín y Felipe Mujica, prefieren la concordia y la cohabitación junto a Guaidó y el llamado G4 que el enfrentamiento, representado por Diego Arria, Antonio Ledezma y María Corina Machado.
Si estos últimos no se liberan del chantaje unitarista y no rompen con el asambleísmo conciliador y conviviente y el llamado interinato, Venezuela no seguirá el ejemplo boliviano. Seguirá el ejemplo cubano. Es nuestra tragedia.