Pienso que las evidencias de un cambio esencial en la forma en que se ejerce el liderazgo de Estados Unidos en el mundo son numerosas y concluyentes. En buena medida, la antorcha de la democracia occidental que se encendió hace varios siglos en Grecia fue pasando de nación en nación, hasta que después de la I y II Guerras Mundiales terminó por estar custodiada por la alianza entre Europa Occidental y Estados Unidos. Esta convergencia de naciones ha tenido muchos reacomodos, algunos inducidos por motivos económicos, otros por razones políticas y militares, pero es difícil negar que el nuevo gobierno de Trump ha traído a la escena un conjunto de elementos disruptivos, cuya justificación es compleja y, sin duda, asociada a lo que se perciben como intereses legítimos de la nación norteamericana en balancear las cuentas de defensa de la OTAN y de otros organismos internacionales, incluidos los de asistencia humanitaria, con los países europeos.
El cambio de práctica y narrativa que implica la transición de una política donde los países europeos consideran que Estados Unidos ha pasado de ser un “aliado” a un “socio necesario” no es menor. Algunas opiniones de los ciudadanos sobre este tema están recogidas en un estudio reciente (ECFR) del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores (ECFR, en sus siglas en inglés) que aparece referido en El País de España (El País ECFR). Uno de los temas más beligerantes sobre el cual se expresan las divergencias entre Europa y el gobierno de Trump es el tratamiento del conflicto bélico entre Ucrania y Rusia, donde se ha entrado en un alucinante escenario móvil en el que los calificativos y las responsabilidades de ambas naciones sobre la paz y la guerra oscilan entre asignar la culpa de la guerra a Zelenski y Ucrania, o a Putin y Rusia. Las posiciones sobre Ucrania se propagan al interior del preocupante entorno de polarización en Estados Unidos, donde el enfrentamiento entre republicanos y demócratas está cobrando dimensiones históricas.
Venezuela está en el medio de una pelea de titanes de la batalla geopolítica internacional, Estados Unidos, Rusia, China y la Unión Europea (incluyendo a Inglaterra) y es necesario que los venezolanos entendamos que si bien hemos contado con Estados Unidos como nuestro principal aliado para la recuperación de la democracia y la libertad, no es menos cierto que existen otros conflictos que reclaman la atención norteamericana. Para complicar el cuadro, es indudable que la influencia europea ha sido importante, junto con la de algunos aliados latinoamericanos, especialmente Chile y Argentina, para defender la causa venezolana en el terreno internacional. La conclusión de este análisis es aleccionadora y, en cierta medida, frustrante: Venezuela no está en los primeros lugares de la agenda internacional de las democracias occidentales y, paradójicamente, sí es una presa de primera categoría para las potencias enemigas de Occidente: Rusia, China e Irán, que con la ayuda de Cuba y Nicaragua han fortalecido y protegido a los regímenes primero de Chávez y luego de Maduro.
Avanzar la causa de Venezuela sin duda exige una profunda comprensión del tema geopolítico y al mismo tiempo reclama que nuestro liderazgo opositor, encabezado por el presidente Edmundo González Urrutia y la líder María Corina Machado, generen optimismo y respuestas para nuestra población que sigue sometida al control del régimen que ha usurpado la soberanía popular. Pero inspirar optimismo no puede ser una tarea exclusiva de ese liderazgo y es indispensable que todas las organizaciones de venezolanos en Venezuela y en la diáspora participen en el complejo juego de seguir el liderazgo de EGU y MCM navegando en aguas turbulentas.
La pregunta clave que sigue gravitando sobre nuestras almas y corazones es cuál será la amenaza creíble que empuje al régimen a avanzar hacia un gobierno de transición. Indiscutiblemente, Estados Unidos continúa siendo nuestro principal aliado y hay que transformar en un lenguaje unificado la idea de que un gobierno en Venezuela, bajo el liderazgo democrático y libre del yugo de Maduro, ofrece garantías insuperables en los tres grandes temas que preocupan a Estados Unidos: la migración incontrolable, el suministro de petróleo y la seguridad regional. Esa es nuestra oferta en las tres áreas fundamentales que preocupan a los norteamericanos. Nuestra exigencia es simple y directa: que nos apoyen para marchar hacia una transición de gobierno en una forma creíble y consistente. En ese balance no podemos ignorar la suerte de nuestros compatriotas en Estados Unidos, pero ello no puede desviarnos del objetivo esencial que es la transición hacia un gobierno democrático.
Una nueva Caja de Sorpresas se ha abierto con las declaraciones del secretario de Estado Rubio señalando la posibilidad de unas nuevas elecciones presidenciales. Sin duda que esto supondría un desconocimiento de la voluntad popular que se expresó el 28 de julio pasado, pero quizás esto podría abrir un espacio de discusión si una amenaza creíble obliga al régimen a otorgar garantías que involucran el cese de las inhabilitaciones, la liberación de los detenidos políticos y la implantación de garantías electorales con verificación internacional. Es también pensable que el reciente decreto de Trump, que utiliza un antiguo recurso legal para perseguir a los miembros del Tren de Aragua en territorio estadounidense como si se tratase de un ejército invasor, al tiempo que califica como terrorista al régimen de Maduro, pueda despejar con claridad el camino de no señalar como delincuentes a los venezolanos en su conjunto, sino a quienes operan siguiendo directrices del régimen y enlodando nuestro gentilicio. Y, por último, la aparente decisión del gobierno de Estados Unidos de tratar de apartar a China del ámbito caribeño y favorecer un arreglo al conflicto ruso-ucraniano que favorezca a Rusia a cambio de que Putin deje de apoyar a Maduro, no puede ser descartada.
Muchas rutas abiertas y un solo interés: la recuperación de Venezuela para los venezolanos. Un camino duro y difícil que exige unidad y confianza en nuestro liderazgo y acción de todas las organizaciones dentro y fuera de Venezuela para contribuir a la desobediencia constitucional a la usurpación del régimen de Maduro. Tarea difícil, pero es lo que nos ha tocado.
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