OPINIÓN

La comparación es inevitable… Nadia, Yulimar y el salto al abismo

por David Placer David Placer

Captura de pantalla

En 1976, la mejor gimnasta de todos los tiempos, Nadia Comaneci, regresó a Rumania tras obtener la puntuación perfecta en los Juegos Olímpicos: 10. El dictador Nicolás Ceausescu y su esposa Elena aprovecharon la hazaña para hacer una extensa campaña de marketing: promover a Rumania como el modelo comunista más eficiente del mundo.

Casi 50 años después, su tocayo Nicolás Maduro ordenó una campaña de marketing adaptada a los tiempos que corren. El chavismo envió a Yulimar Rojas a grabar un video con drones para dar altavoz a la última improvisación del chavismo: “El Esequibo es nuestro”. Tras la grabación, la atleta con récord mundial y medalla de oro olímpica bailó con el dictador y abrazó a su mujer, Cilia Flores.

Cuando fue obligada a hacer campaña por el comunismo, Comaneci apenas tenía 14 años. Hoy, Yulimar Rojas tiene el doble: 28 años. Buena parte de ellos los ha vivido en España, donde trabaja con el Fútbol Club Barcelona y Nike. Poco o nada le debe al chavismo, pero ha tomado una decisión consciente: prestar su imagen para validar una dictadura que, como la de Ceausescu, se aferra hasta el último minuto en el poder.

Yulimar hace vida en España, país de refugio de medio millón de venezolanos. En las discotecas que frecuenta coincide con riders que huyeron de la miseria. Los restaurantes donde acude también son visitados por aquellos estudiantes que en 2014 y 2017 llenaron las calles en las protestas masivas contra la represión.

Cuando dejó de ser útil al régimen comunista, Nadia comenzó a ser espiada y perseguida. Huyó de Rumania a pie y dio su último salto frente a la valla fronteriza que la llevó a la libertad.

Hoy, en un mundo sin telón de acero pero con muchas vendas, Yulimar, símbolo de superación, admirada y reconocida, decidió vender su imagen a un régimen que ha empobrecido el país como ningún otro en nuestra historia reciente.

No sabemos cuánto cobró o ni siquiera sabemos si cobró, pero cada baile con Maduro, cada abrazo a Cilia y cada paso en su video político son un triple salto al abismo.