El proceso electoral del 28 de julio se realiza en el contexto político de un régimen no democrático que no puede evitar las elecciones; que no está preparando las cosas para irse en las mejores condiciones posibles, sino en uno que ha hecho y continúa haciendo todas las maniobras (ilegales, ilegítimas, ventajistas) para crearse un cuadro político favorable a su continuidad en el poder. El otro dato importante es que la mayoría determinante de la sociedad –sobrepasa holgadamente los dos tercios de la misma– desea un cambio de régimen porque está persuadida de que la continuidad de quienes gobiernan le depara peor de lo mismo en la conducción del Estado. Además, ese deseo de cambio tiene un sujeto político que lo encarne y represente; nos referimos a la alianza de María Corina Machado y la Plataforma Unitaria que lleva como candidato presidencial a Edmundo González, quien es el favorito para imponerse por amplio margen. Ese favoritismo lo señala la voz de la calle y certifican las encuestadoras de mayor seriedad y credibilidad.
Consecuencia de lo anterior es la emergencia de una polarización asimétrica entre González y Maduro, usamos el calificativo de asimétrica porque la brecha entre el candidato de las fuerzas democráticas y el del continuismo es de más del doble en porcentaje a favor del primero, y a medida que transcurre el tiempo esa tendencia se consolida.
Hay quienes se preguntan sobre la posible respuesta del régimen para revertir o complicar la materialización de esa tendencia antes del 28. Hay diversas hipótesis al respecto. Aunque sea por previsión debido a la catadura del régimen no debe descartarse nada.
No obstante la intensificación de la represión, la intimidación y las maniobras del Gobierno y del CNE destinadas a estimular el miedo, la abstención y el desánimo respecto de las posibilidades del cambio en la sociedad, la verdadera confrontación será el propio día de la elección para la cual se preparan con todos los hierros para impedir y complicar la previsible avalancha ciudadana en los centros de votación mediante el uso de diversos expedientes. Y de este modo tratar de evitar que el sentimiento de cambio se exprese en toda su magnitud en votos.
El principal antídoto a disposición del deseo de cambio para conjurar cualquiera de las maniobras del oficialismo para socavar el derecho a elegir de la ciudadanía y desestimular cualquier intención de desconocer los resultados es una marea de ciudadanos en los centros electorales defendiendo con energía y determinación su derecho y su voluntad política expresada mediante el voto. La gente en la calle en todo el país alrededor de los centros de votación vigilando que el proceso transcurra con normalidad y luego esperando los resultados puede operar como un disuasivo formidable contra cualquier intento de torcer la voluntad ciudadana porque eleva demasiado los costos políticos hasta hacerlos inasumibles para quienes puedan intentar cualquier fraude. Por eso digo que la ciudadanía es un actor clave ese día no solo porque es el protagonista por antonomasia de cualquier votación sino porque su presencia masiva, activa y vigilante durante el proceso puede marcar diferencias.
El otro actor clave el 28J por las circunstancias excepcionales en las que se encuentra el país y por ser la institución del Estado a cargo del Plan República es la FAN. Tiene la obligación de custodiar el proceso para facilitar y garantizar el libre ejercicio del derecho de votar y elegir de la ciudadanía y contra todo posible atentado contra el mismo. Así mismo de facilitar el reconocimiento sin ambages de los resultados cualesquiera ellos sean si son fiel reflejo de la voluntad soberana expresada en votos. Cualquier otro comportamiento alineado partidistamente no solo es ilegal sino que conspira contra la posibilidad de que la elección presidencial pueda ser el principio de una transición superadora de la actual crisis sistémica que padece el país.