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La ciudad ajena

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Precisamente, hoy, Caracas cumple 456 años de una definitiva fundación española que tampoco ha de ser motivo de vergüenza al contextualizarse en el denso proceso histórico, complejo y contradictorio, presto a las consabidas manipulaciones de la hora. Devastado el país de una también difícil emigración, el resto de los venezolanos tiende a desplazarse a la ciudad capital, suponiéndola dizque mejor amparada por un gobierno que teme a las masivas protestas de sus habitantes, aunque sí debería avergonzarle la inadecuada y hasta inexistente prestación de los más elementales servicios públicos.

Vitrina de la depredación, la metrópoli que no es otra que la del incansable deterioro, está frecuentemente alcabalizada -aún en los lugares libres de toda sospecha- bajo la consigna de la matraca que complementa el salario de sus autoridades policiales; tienden a multiplicarse las interesadas calles del hambre y sus tarantines, soportando el comercio formal todo el peso de una injusta carga fiscal y parafiscal, además de tan desleal competencia; o, desde las casas y edificios de particulares, son iluminadas las calles y avenidas que conducen al otro y  perverso subsidio que no confiesan las cifras oficiales. De un difícil y arriesgado tránsito, asaltadas las bolsas de basura por doquier, levantadas sospechosamente las grúas por contadas obras de construcción para locales que no tienen mercado, pero colapsan los servicios, entre otros graves problemas, a lo sumo, es un referente del poder formal con sedes muy amuralladas, trastocado en poder comercial: el socialismo es el de las superiores habilidades mercantiles de sus protagonistas en clara disputa por la privilegiada plaza urbana.

El cambio de los tradicionales símbolos de la urbe, y el que crecientemente sobrevendrá en términos toponímicos de continuar el actual orden de cosas, confía en la pérdida o el reemplazo de la identidad que tuvo. A esto se suma que poco o nada conocidos son los titulares de los órganos del Poder Público de la entidad, ni sus numerosos concejales, como antes se sabía de ellos algo más, profundizando en el extravío de un perfil y de una agenda regional, traspapelada fácilmente la dirigencia partidista y gremial de la región con la nacional.

Por muchos remiendos, prolongadísimas remodelaciones, desexpropiaciones y parques de atracciones que haya, impera la ruindad en una urbe que se nos va haciendo ajena, de celebraciones tan escasas como artificiosas, y con una  rica tradición evaporada en lo que va de siglo. Toda ella está detrás de una vieja e inservible caseta telefónica de la empresa estatal, en pie por muchos años y pintoreteada de gris, que recientemente cedió y quebró por cansancio, y tardará demasiado en ser recogida, como ocurre con tantísimas otras que conforman un paisaje espectral.

La absoluta inseguridad personal, no permite vivir, recorrer y disfrutar de Caracas, vista con distancia desde el ventanal de la casa o la terraza de un centro  comercial, lectores de las crónicas de Hannia Gómez, Marcos Negrón, o las recordadas de William Niño Araque. Un rincón del planeta, cuya invocación estremece más allá de nuestras fronteras.

@Luisbarraganj

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