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La catástrofe nacional

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Un auténtico tsunami de problemas económicos y sociales castiga la maltratada humanidad de nuestra población, dificultades que nos sorprenden por su magnitud y gravedad, que para el ciudadano común se han convertido en arrolladoras sorpresas muy difíciles  de comprender al no encontrarse en sus experiencias  personales, ni siquiera en los referentes políticos de las múltiples campañas electorales vividas en los últimos 50 años.

Ignorar el traumático efecto que ha tenido en la conciencia social venezolana el derrumbe de la imagen del todopoderoso Estado petrolero, erigida durante un siglo y que hizo posible la construcción de la República contemporánea, es un error interpretativo de nuestra situación. La renta petrolera alimentó las múltiples transformaciones que en infraestructura desarrolló el Estado, además de los inmensos cambios en superestructura, adelantos que hicieron posible conquistas urbanísticas, sanitarias y educativas de vanguardia.

Cuando le pasamos revista a la problemática que vivimos y sufrimos surgen extraordinarias interrogantes sobre problemas y conductas que nos asombran por la ausencia de explicaciones sobre la necesidad de darles solución, creciendo nuestras preguntas en torno a la pobreza gubernamental, casi abrumadora en la resolución de las dificultades. Y está a la vista dada su importancia, la incapacidad del equipo de gobierno de construir un sólido espacio de negociación y acuerdos con la oposición, inexplicable limitación de parte de quienes están obligados dada su responsabilidad a desarrollar una política de unidad nacional.

Es inconcebible que 20 años después, castigados por la magnitud de  los errores cometidos, es cuando el gobierno del chavo-madurismo nos habla de un encuentro para construir un proyecto político nacional, momento en el cual debe dar cuenta por los efectos de sus políticas liquidadoras de la producción nacional, muy particularmente de la industria petrolera, «la joya de la corona» de nuestra economía. Verdadera estupidez que que acompañada de la ofensiva destructora del sector privado, ha herido gravemente el cuerpo social de la República, al generar desempleo masivo y pobreza crítica en abundancia.

Sistemáticamente y como consecuencia natural del proceso de implosión que hemos vivido en los últimos 10 años, con extraordinaria aceleración durante los últimos 5, correspondientes a la gestión de Maduro, el empobrecimiento ha superado todas las fronteras conocidas por nuestros ciudadanos del último siglo, barriendo incluso con los salarios, convertidos hoy Jorge Rodríguez en sueldos miserables, que tú no identificas porque eres parte de la élite dolarizada que controla el Ejecutivo.

Y esa es la razón por la cual la mayoría aplastante de nuestra comunidad rechaza el gobierno y aspira a una consulta electoral que permita sustituirlo democráticamente, porque no hay cómo esconder que el chavo-madurismo ha perdido la legitimidad que hace 20 años tuvo, por lo que sobran las razones para que en nuestra sociedad se discuta su permanencia en la dirección del Estado dada su manifiesta incapacidad, problema que no se resuelve con tanques, cañones, aviones o francotiradores; se resuelve con votos, Vladimir Padrino.

De nuevo y por enésima vez el gobierno habla de acuerdos, que una y otra vez han sido fallidos; pero esta vez deben ser de verdad, muy en serio, y deben tener como primeras personas al presidente de la República, Nicolás Maduro, y al presidente de la Asamblea Nacional, Juan Guaidó, decidiendo ellos quiénes son los otros que acompañen el diálogo, el cual debe ser para negociar los acuerdos que se deben compartir y ejecutar ahora, en tiempo presente, porque creo que se acabó el juego.

 

 

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