OPINIÓN

¿La catástrofe educativa nacional?

por Freddy Carquez Freddy Carquez

De la misma manera como la actividad escolar primaria se encuentra profundamente disminuida, como consecuencia del deterioro integral que vive el cuerpo social venezolano, nuestros liceos y universidades se hallan también profunda y extensamente afectados, como lamentables productos de la catástrofe económica y el desorden social y político que ella ha generado.

Dificultades que se encontraban en marcha como resultados naturales de la decadencia del proyecto político puntofijista, pero que presentaban aún para esa época importantes resultados en el crecimiento de nuestros conocimientos, existiendo aún la posibilidad de elaborar reformas significativas para recuperarla sin mayores conflictos.

Hoy, en 2021, el proceso de crisis que hace su aparición en el área pedagógica en la década 1980-1990, vive y sufre una inmensa transformación que ha repercutido negativamente en la situación, tanto en los aspectos cuantitativos como cualitativos, no “hay huesos sanos en la materia docente”, el fantasma de su destrucción ha invadido con inmensa fuerza el escenario de la nación.

Por lo que podemos afirmar sin exageración que las feroces plagas de la ignorancia, la avaricia y la corrupción que han invadido en los últimos 20 años a la República, no solo han derrumbado la economía nacional y saqueada nuestra riqueza, también han destruido nuestra capacidad de producir no solo empleos y salarios justos, sino también conocimientos de utilidad social y productiva.

Ahora la política liquidadora gubernamental avanza sobre lo que aún la nación conserva de utilidad para recuperarse de la derrota sufrida, como son las instituciones productoras de conocimientos, su sistema de enseñanza, posiblemente la más importante conquista de interés cultural y social de la Venezuela petrolera.

Uno de los aspectos más significativos de la desgracia del fenómeno migratorio que los venezolanos nos encontramos protagonizando en América del Sur es la disposición, la formación y la utilidad de nuestros compatriotas en la materia sanitaria, recursos humanos ausentes del país que los construyó.

Produciéndose la paradoja de encontrarse al servicio de otras naciones y pueblos, como parte de la vanguardia médica, que hoy defiende con sus conocimientos y su vida incluso en la primera fila, a otros ciudadanos suramericanos de los estragos de la pandemia, recursos ausentes como consecuencia de las políticas empobrecedoras del actual gobierno.

Es de extraordinaria importancia que comprendamos que la recuperación del sistema educativo venezolano demanda de una política de Estado integral, es indispensable que nuestros educadores entiendan que no hay soluciones parciales efectivas para sus múltiples dificultades.

Desde los salarios dignos y la seguridad social efectiva, hasta la elaboración de contenidos para un aprendizaje de auténtica utilidad pública y compromiso social, demandas que deben acompañarse por una amplia recuperación de la infraestructura y el material de apoyo tecnológico para la modernización de la actividad docente.

La derrota de concepciones educativas caracterizadas por la ignorancia y el desarraigo, expresiones de criterios superados por la experiencia de nuestra civilización es lo correcto, debe hacerse, son discursos cuyo anacronismo los sepultó la caída del muro de Berlín, pero además fueron claramente identificados por su contribución al atraso estructural, por el liderazgo socialdemócrata ruso Mijaíl Gorbachov.

La reconquista de los niveles de excelencia alcanzados en las instituciones universitarias nacionales solo será posible en la medida también de que nuestros educadores dejen de ser seres pasivos, negados a ser parte de las respuestas críticas que nuestro cuerpo educativo debe darle a las políticas de Estado liquidadoras, deben vencer la comodidad y el temor.

Lamentablemente, tanto el Magisterio como la Academia deben ser defendidos en las calles, plazas, fábricas, barrios, e iglesias, porque la naturaleza del adversario del progreso de la República así lo exige, sus carencias y agresividad son grandes, por lo que no hay otra forma de persuadirlo de sus errores que no sea con la presión social.

De igual forma, el papel y la importancia de la comunidad, “del ciudadano de a pie”, es tan elevada como la de la comunidad educativa, los negativos efectos de la crisis son abrumadores para la continuidad del crecimiento social y cultural de nuestra población, razón más que suficiente para comprender que debe acompañar la lucha de los educadores.

Por qué no se trata solo del elemental e indispensable paso de la socialización del niño, que se inicia en una guardería, trabajo que demanda una remuneración digna, suficiente para que el maestro pueda dedicarse con exclusividad al inicio de la formación escolar.

Es un proceso que debe tener continuidad, conducida por la integración del esfuerzo personal, familiar y estatal, hasta ser coronado en una profesión de utilidad pública e interés social, destinada al provecho propio pero también al progreso de la sociedad.

No debemos olvidar la conocida expresión del filósofo español Unamuno, profesor de la Universidad de Salamanca, quien como repuesta al fascismo franquista (1936) se permitió afirmar:

La educación es para los tiranos lo que la luz del sol es para los murciélagos, le tienen pánico”.