De ninguna manera se trata de la serie que transmite Netflix y por supuesto tampoco se trata del negocio de las flores. Se trata de otra casa, de otras Flores y de negocios distintos a la floristería.
Nos referimos a la primera combatiente, Cilia Flores, a la tía de los sobrinos detenidos y sentenciados a 18 años de prisión por narcotráfico. Estos se hicieron famosos no solo por el vínculo familiar con la pareja presidencial, sino por los argumentos que manejó la defensa: Estos jóvenes son buenos muchachos, aunque, bobos, imbéciles y algo idiotas.
La justicia norteamericana admitió lo de bobos, imbéciles y algo idiotas, pero reemplazó lo de buenos muchachos por narcotraficantes.
Ahora la justicia norteamericana señala a Cilia Flores de los mismos delitos, pero agrega el de corrupción.
Pero la jefa de los Flores no deja de ser una mujer misteriosa. Por lo general se le ve siempre acompañando a Maduro, cuestión realmente extraordinaria porque nunca se ven los hilos que mueve detrás de él. Parece que el sucesor de Chávez tuviese autonomía, pero solo lo parece.
¿Pero qué se sabe de Cilia Flores, además de ser la primera combatiente?
Bueno, de ella sabemos su gran solidaridad con su familia: así, sus primos, primeros, segundos, terceros y hasta muy lejanos fueron sembrados en el edificio federal, cuando ella hacía de presidente del Parlamento. Allí mismo se beneficiaron con cargos, algunos de ellos inexistentes, hermanos, hermanas, sobrinos y sobrinas, hijos, los propios y adoptados, cuñados y cuñadas y hasta el ex marido fueron los sujetos enchufados en la Asamblea Nacional, dando lugar a la operación de nepotismo más grande en la historia del país.
Otra cosa que se le ve haciendo con regularidad es el baile. Ella baila, y eso sí les digo, no lo hace nada mal, tiene swing, se ve que de lo “bailao” tiene cancha. Así, que, con una gracia y una sapiencia que le falta para gobernar bien, mueve cadenciosamente las caderas mientras que un torpe Maduro, su compañero de baile, lo hace fijando la mirada al suelo en una danza desgraciada y sin estrella.
Es ambiciosa, eso también es fácil notárselo, probablemente sea una de sus señas de identidad. Le fascina el poder, porque ha entendido que a través de él se organiza algo más que el gobierno y, por eso, hace hasta lo imposible para que su marido se aferre a él.
Igual que su marido tiene veleidades del mundo de la santería y otras creencias, así que dada las circunstancias de hoy no nos sorprendamos si en alguna alocución, en agradecimiento a Irán, se declaren musulmanes.
En fin, de Cilia “sabemos muchas cosas” y nada, pues no hay nada más secreto que las cosas que se esconden desde el poder.
El caso es que cada vez más nos preguntamos los venezolanos qué le pasó a esta gente que hoy gobierna o usurpa el poder en Venezuela, que llegaron como ángeles puros y castos al poder para sanar al país de todos los males y, por el contrario, nos han hundido en el abismo más oscuro.
Gente que amenazó con freír cabezas de corruptos y promocionar una revolución ética y moral y ahora son reseñados y buscados por actividades que pudieran ser castigados con prisión perpetua.
La repuesta que yo me doy a semejante pregunta, ¡y hay que ver que yo soy ingenuo!, es que el poder seduce, el poder tiene un extraordinario sex-appeal y termina por corromper a quienes lo ejercen, y a esta gente la corrompió hasta los huesos.