El país está ávido de liderazgo. Hemos estado en una disputa política que en la última década ha dejado como resultado una nación destruida en su economía, como producto de la quiebra de la industria petrolera que generaba la mayoría de divisas, y que aunado con la pérdida de la constitucionalidad como efecto de la implantación de un neototalitarismo, la sociedad terminó siendo víctima de una espantosa pobreza y miseria, y que a su vez desencadenó la emigración de más de 7,1 millones de venezolanos, según datos de la Organización de Naciones Unidas.
Y así como hemos tenido, una casta política desde Miraflores que ha socavado la institucionalidad, incluso con cientos de presos políticos, y que ha aislado a Venezuela del contexto internacional, también ha existido una oposición que plagada de errores y pésima dirigencia ha generado una autodestrucción de la confianza del voto como esencial espacio para salir de esta trágica realidad, lo cual más allá de los inevitables ventajismos que imponen regímenes de este tipo para concretar sus deseos, sigue siendo el sufragio el único instrumento que nos queda para cambiar el malogrado presente que continuamos viviendo lleno de dificultades y tristezas.
Ante tal contexto, la oposición con un grupo de precandidatos que dicen asumirán unas elecciones primarias para elegir a uno solo de ellos, y otros más arrogantes que dicen serán candidatos porque sus egos superan la racionalidad, solo una candidatura de consenso, y que cuente con el respaldo mayoritario del país, no solo podría destrabar las ambiciones presidenciales de otros, sino que sería la lógica opción que no daría ni un ápice de posibilidades de triunfo a quienes detentan el poder en Venezuela.
Ante ello, diversos sectores han propuesto la candidatura del empresario e industrial Lorenzo Mendoza como única forma de encontrar un camino, que permita superar este agotador e intransigente camino de empobrecimiento y destrucción de un país que ha visto cómo se sigue hundiendo sin que las esperanzas puedan revitalizarse en una población que yace con resignación un sistema implacable de sometimiento humano, con una pérdida terrible de derechos fundamentales en las áreas de alimentación, educación, salud y servicios públicos, y con nulas posibilidades de encontrar desde sus acciones laborales un futuro de crecimiento socio-económico, y por ende, donde haya mejor calidad de vida.
Lorenzo Mendoza, sin que sea desmentido hasta por sus más acérrimos adversarios, tiene de lejos la mayor aceptación del pueblo venezolano en todas las encuestas, lo cual simplemente lo coloca en una posición invencible en unas hipotéticas elecciones, así estas vayan con el control del madurismo desde el propio Consejo Nacional Electoral, porque simplemente no habría forma ni manera de alterar unos resultados en los que las diferencias serían abismales, a la par que semejante candidatura disminuiría los niveles de abstención a mínimos históricos como una fortaleza del exitoso empresario nacional.
Venezuela no puede seguir por un barranco social y económico con una industria petrolera paralizada, con servicios públicos convertidos en cenizas, donde el agua y la electricidad se han convertido en migajas sociales, con un salario mínimo y pensiones ancladas en menos de 0,5 dólares diarios, y en el mejor de los casos con salarios generales que ni siquiera superan las dos cifras mensuales en la mayoría de trabajadores del sector público y privado. Continuar por este camino sería condenar a una nación al ostracismo social y demostrar que estamos viviendo una barbarie política en la que una dirigencia política autodenominada «revolucionaria» es la responsable directa de ver liquidado a un país que en otrora época fue pujante y generador de bienestar, sin ocultar sus problemas y debilidades, que siempre han existido, y que también deben ser corregidos en su integridad.
La candidatura de Lorenzo Mendoza se está proponiendo desde los más altos niveles políticos de distintas naciones. El problema de Venezuela se ha convertido en geopolítico, y eso implica que mientras no sea solucionado en su espacio territorial, los demás países del continente no podrán ver que se detenga el fenómeno migratorio, y por el contrario, este seguirá multiplicándose en los años por venir, es decir, que será imposible encontrar un desarrollo común hasta que en Venezuela no haya solución al conflicto político.
No es ficción la candidatura de Lorenzo Mendoza. Tampoco aún es realidad. Pero sí es cierto que el régimen controlado por Nicolás Maduro, Diosdado Cabello y la cúpula del PSUV están muy preocupados en que la candidatura del empresario sea concretada durante el 2023 porque eso sería el fin de una hegemonía política que ha sumergido a la nación en una profunda e interminable crisis que simplemente ha sido una condena para los venezolanos.
Lorenzo Mendoza tiene el (re)conocimiento nacional e internacional, así como el apoyo de presidentes y líderes del mundo para decidir dar un paso al frente que pueda volver a tener a Venezuela como puntal de desarrollo político, económico y social, y sobre todo que una avalancha de inversiones y confianza retorne al país con una velocidad inusitada de capitales, en donde la reinstitucionalización de los poderes públicos, así como el equilibrio y la sindéresis sean en lo sucesivo el eje en la reconstrucción nacional.
El país está a la expectativa. El madurismo no tiene fuerza política y ni siquiera en sus secuestradas instituciones para intentar detener la eventual candidatura de Lorenzo Mendoza si finalmente este decide asumir el enorme compromiso. Lorenzo Mendoza está ante las puertas de convertirse en el próximo líder político que una a los venezolanos. El reto está por delante y el compromiso con el país es más que una condición de identidad nacional y rescate por la patria. Lorenzo Mendoza tiene la palabra y sabe que en sus manos la historia podrá escribir la nueva Venezuela.
@vivassantanaj_
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