La campaña a la presidencia vitalicia que tiene en marcha Nicolás Maduro y su entorno es un monumento a la corrupción, al abuso grotesco del poder, a la mentira y a la manipulación. Es una típica campaña truculenta. No exagero con ese adjetivo. La Real Academia de la Lengua define el término “Truculento” de la siguiente forma: “adj. Que sobrecoge o asusta por su morbosidad, exagerada crueldad o dramatismo. Sinónimos: cruel, atroz, horrible, horrendo, terrorífico, tremebundo, espantoso, pavoroso”.
No hay duda, después de los hechos de la semana que termina, respecto de la naturaleza morbosa, cruel y dramática del comportamiento oficial ante el desarrollo de la actividad proselitista con miras el evento electoral del 28 de julio. La morbosa encarcelación de opositores, como el periodista guaireño Luis López y de jóvenes activistas de la campaña, a quienes se les acusa de unas supuestas “guarimbas” que nadie ve, o de “instigar al odio”, son prueba irrefutable de esa truculencia, mientras toda la cúpula roja no se cansa de vomitar veneno contra toda la sociedad democrática que resiste estoicamente la carga de ofensas, descalificaciones y maltratos proferidos desde todos los equipos del poder.
La crueldad exagerada y el dramatismo se hace evidente con la escalada represiva contra los alcaldes que han expresado, legítimamente, su decisión ciudadana de respaldar la candidatura de Edmundo González Urrutia y sumarse al comando que lidera María Corina.
Nuestra lengua castellana nos provee, además de la explicación del significado, de una serie de sinónimos que nos permiten darle mayor contenido lingüístico al desempeño de Nicolas Maduro y su comando, en este momento histórico cuando se lleva a cabo esta CAMPAÑA TRUCULENTA, que tiene todas las características enmarcadas en esas palabras reconocidas por la academia de la lengua.
Pudiera parecer intrascendente referirnos al término, pero es la lengua, la palabra, la que nos ofrece una descripción del hombre y sus circunstancias. Veamos cómo los hechos encuadran en las palabras.
La campaña de Maduro es cruel por la represión desatada. La lista de presos y perseguidos políticos por formar parte de los equipos de la campaña del comando Con Venezuela no tiene precedentes en la historia de nuestras campañas electorales. Somos el único país del continente (salvo Nicaragua) donde ser parte de la campaña convierte a la persona en objetivo político para ser llevado a prisión. Maduro y su comando ha intentado de todas las formas posibles forzar a la oposición verdadera al retiro de la contienda electoral. Pensaron que con el secuestro y judicialización de los partidos, así como con las inhabilitaciones arbitrarias y de hecho, lograrían el retiro en las primeras de cambio. La resistencia de la alianza opositora y la firmeza de la líder María Corina Machado en la ruta electoral los ha desesperado de forma evidente. Por eso han apelado al expresidente de criminalizar y encarcelar a los dirigentes de la campaña.
Es atroz cerrar un modesto expendio de empanadas de unas humildes mujeres que le vendieron el desayuno, en una gira, a María Corina. Es el colmo de la bajeza, de una camarilla insensible, ensañarse contra humildes mujeres de nuestras zonas agrícolas.
Es horrible la persecución contra ciudadanos que ofrecen un vehículo, un equipo de sonido u otro servicio a los eventos de la campaña. No solo se les priva de su libertad, sino se les retiene o confiscan los equipos utilizados.
Es terrorífico tomar prisioneros a jóvenes que por primera vez participan en una campaña electoral como activistas o como profesionales. Los casos de Jean Carlos Rivas, en La Guaira, y del periodista Gabriel González en Caracas, son una muestra de la arremetida oficialista contra nuestra juventud. Su único delito apoyar la candidatura de Edmundo González Urrutia.
Es tremebunda y espantosa la grotesca campaña de Maduro y su comando utilizando de forma abusiva y corrompida los recursos del Estado para adelantar su campaña. El sistema de medios de comunicación del Estado, todos, están al servicio de la campaña del PSUV. Tal utilización constituye un delito previsto y sancionado en nuestro ordenamiento jurídico. Quienes deberían vigilar, procesar y sancionar esos delitos andan metiendo presos a los opositores y tolerando el peculado en que incurren, todos los días, los jerarcas de la revolución.
Maduro y su comando viajan en los aviones, helicópteros y vehículos del Estado. Nosotros, los dirigentes de la oposición, tenemos que viajar en nuestros vehículos, soportando el hostigamiento policial que nos aplica el gobierno madurista.
Pero la mayor truculencia está en el discurso del candidato a la reelección perpetua. Parece que estuviese por comenzar un gobierno. Se le olvida que él y su entorno llevan 25 años en el poder. Creen que su pobre narrativa, de achacar a la oposición su fracaso, lo asume la ciudadanía. Ofrecen lo que no han hecho en tantos años de gobierno. La gente no les cree. La ausencia ciudadana en los eventos de Maduro y su comando así lo revela. La insistencia en el famoso 1×10 revela el nerviosismo que los asalta. Van a terminar haciendo el 10×1. Vale decir 10 empleados públicos para llevar 1 voto a los centros de votación.
La campaña truculenta los tiene fantaseando la forma en que pueden quedarse en el poder. Con votos limpios no será. Solo les queda el asalto al proceso electoral. Voto a voto Maduro tiene asegurada su salida del poder, y con dicha decisión, lograremos restablecer la democracia y la decencia en Venezuela.