El escritor y filólogo mexicano Arturo Ortega Morán, investigador del origen de palabras y expresiones del castellano, señalaba en un artículo publicado en el Centro Virtual Cervantes que hablar de la calma chicha es tanto como hablar de la quietud. No de aquella que cura la fatiga, ni de la que abre espacios a un estado de meditación, tampoco de la que es remanso en la turbulencia de la vida. Hablar de calma chicha para él es hablar de la otra quietud, la que desespera, en la que no hay negro ni blanco, ni frío ni calor, ni bien ni mal. Agregaba que sería cuestión de tiempo para que, coloquialmente, se usara para referirse a cualquier situación de quietud desesperante.
Diríamos que en el caso del acontecer político electoral en el país, la calma chicha a la que nos somete el régimen es una especie de limbo en el que no nos enteramos realmente de lo que ocurre. Es esa incertidumbre a la que nos constriñen las acciones y omisiones de los actores y factores oficialistas y anexos de nuestra política nacional. Pareciera que deliberadamente surge de una trama silenciosa que no abre espacio siquiera para la imaginación, inducida tal vez por una siniestra receta del psiquiatra Rodríguez. Nos recuerda aquel eslogan de “déjenos pensar por usted”. Dicho más claramente: déjenos decidir por usted. Señor opositor, su candidato… lo pongo yo, en los términos y condiciones que me vengan en ganas.
De allí que le preguntemos entonces: ¿Nuestro candidato, que es el candidato impuesto por ustedes, es definitivamente Rosales? ¿Si no es Rosales, precario candidato sin capacidad para dividir sustancialmente a la oposición democrática, es algún otro que pudiera estar asomándose, tomado por ustedes entre su camada de colaboracionistas? ¿La tarjeta de la MUD está libre o secuestrada, y por quiénes de ustedes o sus acólitos, si es este el caso? ¿Qué harán con las Corinas, las arrestarán o las picarán en cuadritos para reducirlas a su mínima expresión? ¿Qué piensan hacer ustedes con Edmundo González, permitirán su sustitución o lo dejarán en el anonimato, “cuarenteando” la tarjeta de la manito? ¿Qué pasará ahora con la inminente reimposición de las sanciones, apelarán al manido discurso antiimperialista, considerando que con ello se define una prolongada ilegitimidad dificilísima de sobrellevar en una comunidad internacional cada día más ajena?
Entre otras, esas interrogantes sin respuestas claras y oportunas, contribuyen a estas alturas al desasosiego de una gran mayoría del pueblo venezolano que tiene todo el derecho a saber qué pasa para tomar sus libérrimas decisiones. Sobre todo, cuando se entiende que los engranajes en la política soterrada nunca se detienen. Es una máquina infernal cuando en manos del régimen esos engranajes funcionan en la oscuridad para triturar impunemente los derechos políticos de los venezolanos, actuando prevalidos de su impúdica omnipotencia, tal como ha quedado demostrado.
Este es un régimen metastásico, que se niega un futuro en una Venezuela democrática. Ese empecinamiento en mantener su hegemonía los llevará irremisiblemente al colapso. Es cuestión de tiempo.
X @vabolivar
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