Desconocemos en dónde zozobró la sindéresis del país. Vivimos de atajos que terminan por traernos nuevas frustraciones. La lista de yerros parece un interminable rosario de entuertos, que no los alivian los corazones compungidos de la esperanza democrática. La cruel realidad gobernante se alimenta de esos errores para hacerse un holocausto con nuestras vidas, de ese cúmulo de inconsistencias; han sacado oxígeno para proseguir en su tarea de aniquilarnos a todos, no hemos aprendido a ponernos en los zapatos del pueblo que sufre. Hablamos en su nombre, pero no comprendemos sus angustias. Hacemos política declarativa, la jactancia se cuelga de nuestras ambiciones para hacer de los anhelos colectivos un siempre cartelón de anuncios.
En 22 años de dictadura, no hemos dado con el antídoto que contrarreste el veneno en el torrente sanguíneo venezolano. El adversario es un pésimo gobernante, su gestión es un desfile de corruptelas y abusos que desembocan en un pozo séptico. Sin embargo, tienen mucha habilidad para sostenerse en el poder. No es solamente las estructuras fortificadas de una mafia despiadada y sin escrúpulos, es su método para saber unirse en el momento del real peligro, todo el mundo conoce que aguas adentro se detestan, pero se tragan su hiel; para enfrentar con denuedo cuando la alarma los pone en guardia. Nos les importa luchar al lado del enemigo interno que los martiriza. Aprendieron con los años a defender el botín que les cayó del cielo. Se guardan sus ponzoñas para cuando el peligro exterior deja de serlo.
El drama venezolano es no haber podido quebrar esa unidad de los malhechores. Por otra parte, brindarle al pueblo nuestro una ruta diferente que verdaderamente se conecte con el sentir de la gente, que no seamos agentes declarativos sino que acompañemos al ciudadano en la lucha por sus legítimas reivindicaciones. No hemos entendido que la gente está ávida de conseguir otra fórmula distinta a lo conocido.
Es tan mortal el veneno del chavismo-madurismo, que muchos de sus contrarios quieren aplicar la misma receta que nos hundió. Hemos dado portazos entre planteamientos que no calan. Los intentos han terminado por llenar de desesperanza a los venezolanos. Conseguir la brújula perdida entre tantos errores y complicidades es una tarea ciclópea para este país enfermo de tanto dolor.
@alecambero
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