La aprobación por parte de los dos cuerpos legislativos más importantes de Europa de dos resoluciones históricas nos presentan un rostro de Europa que todos —literalmente todos— queremos ver.
La resolución 2506 de la PACE señala al régimen cubano y a sus cómplices como violadores de derechos humanos y respalda la dignísima posición de Lituania, único país que se negó a ratificar el Acuerdo de Diálogo Político y de Cooperación entre Cuba y la Unión Europea conocido por su sigla PDCA e incide además en el rol del régimen de La Habana como aliado esencial y estratégico de la Federación Rusa en su guerra de agresión en contra de Ucrania y establece su inelegibilidad para recibir fondos europeos precisando en su punto 22.4 que los miembros de la UE deben retirar su ratificación al PDCA.
La Resolución 280/23 del Parlamento Europeo es aún más contundente, ya que menciona directa y claramente las flagrantes violaciones de derechos humanos, las torturas, los presos políticos, los menores encarcelados y condenados a penas superiores a su edad. Esta resolución establece que la alta jerarquía del régimen debe ser procesada conforme a los principios del acta Magnitsky y también señala la necesidad de descartar el PDCA por su absoluto fracaso.
La otra cara de Europa nos dejó a todos —una vez más— perplejos al asistir en el marco de la Cumbre UE-Celac con estupefacción a la escena del presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, y al Ejecutivo europeo recibiendo a personas sobre las que no sólo pesan sanciones y requerimientos legales, sino hoy ya también el efecto de las resoluciones mencionadas.
De forma aún más preocupante se nos confirmó que al menos tres países europeos tienen o se aprestan a tener contingentes de personal médico cubano cuya situación ha sido ya definida por la ONU y el Departamento de Estado de los Estados Unidos como tráfico y trata de personas, trabajos forzados y tratamiento análogo a la esclavitud. Estos países, Portugal, Irlanda e Italia, deben ser informados de que su comportamiento es ilegal frente a sus propias leyes, el marco legal europeo, el derecho internacional público y la más elemental conciencia humanitaria.
Para añadir a este cuadro y mientras se desarrolla la Asamblea Parlamentaria Latinoamericana Europea (EuroLat) nos enteramos de que Bruselas está a punto de conceder la condición de término protegido al término «Cuba», otorgándole derechos exclusivos al mismo régimen que mina los intereses de Europa en relación a su seguridad estratégica, tiene en condición de rehén judicial a un ciudadano comunitario y permitiéndole revictimizar a miles de familias cubanas y a millones de exiliados privándoles de su patrimonio ya no sólo material, sino intelectual y de producción.
¿Qué Europa es la verdadera? ¿La de la dignidad que muestran las Sras. Metsola y Charanzova? ¿La que acoge a Rosa María Paya y alza la voz por los derechos humanos? ¿O la Europa que de espaldas a los torturados, los exiliados y los muertos cierra los ojos y continúa facilitando la triangulación de recursos, la trata y tráfico de personas y el tratamiento análogo a la esclavitud? ¿La Europa que apoya a Ucrania pero que al mismo tiempo ayuda de manera masiva y efectiva a sobrevivir a un aliado del agresor? La respuesta a esa pregunta es esencial para saber hacia dónde va el mundo libre.
Artículo publicado en La Gaceta
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