“Nadie será libre mientras haya plagas”. Albert Camus.
En un artículo anterior me referí al impacto que el covid-19 está generando y va a generar en la globalización. Uno de los elementos más destacados en ese impacto tiene que ver con la política y con las ciencias que le sirven de auxilio, en la tarea de conducir la vida social. Es aquí donde la biopolítica toma nuevamente un rol protagónico a nivel global.
Conceptualicemos la biopolítica como el estudio del conjunto de acciones ejecutivas, legislativas, judiciales que se pongan en marcha para atender el impacto y los efectos de las pandemias, ataques biológicos, ecocidios, manipulaciones genéticas y otros eventos que afecten los equilibrios ecológicos del planeta, y en consecuencia, la salud, la seguridad y la vida de las personas a escala global o local. Su estudio también alcanzará los impactos sociológicos, económicos y culturales que dichas situaciones generen en el comportamiento de los ciudadanos y la forma como los gobiernos y los actores políticos manejen los mismos, en la tarea de conservar o conquistar el poder.
Históricamente han sido el derecho y la economía las dos ciencias que han soportado el oficio de gobernar, de ordenar la vida social, de atender las demandas humanas en su existir societario, así como regular el ejercicio de la autoridad que permite conducir a los hombres.
La evolución de la vida humana, de su organización social, de la ciencia y de la tecnología le ha dado a otras ciencias un rol preponderante en la gestión de la vida pública, hasta convertir a varias de esas ciencias en herramientas auxiliares que la política no puede desestimar.
Así, con el devenir de los años, la sociología, la comunicación social, la estadística, la física, la química y la medicina fueron impactando de forma significativa a la ciencia política. Se habla entonces de comunicación o política comunicacional, política energética, política de infraestructura, política sanitaria, etc.
El fenómeno del coronavirus vuelve a colocar a la biología, la ecología y la medicina en primera plana, a la hora de atender la función de gobernar, de gestionar el poder y de garantizar el bien común, que debe ser, el fin último de la verdadera política.
Los temas de salud pública han tenido una importancia histórica en la vida política. Desde los griegos, pasando por el imperio romano y demás regímenes políticos, los temas de salud han estado presentes en la gestión de los gobiernos.
El cuidado de los enfermos en las guerras, de los lisiados por ellas, de las epidemias, y en general las enfermedades, fueron tomando importancia en la vida de los pueblos y por ende de quienes gobernaban.
Tal ha sido la importancia ofrecida por la humanidad al tema de la salud, que la Organización de Naciones Unidas convocó la primera conferencia sanitaria internacional en junio de 1946, acordando el 22 de julio de ese año la creación de un organismo mundial destinado a coordinar los esfuerzos de los gobiernos, de la comunidad científica, de las empresas y de los científicos para garantizar la salud de los seres humanos.
Nace allí la Organización Mundial de la Salud, fijándose el 7 de abril de 1948 como la fecha de entrada en vigor de su constitución, cuyo texto, además de los reglamentos y directivas son fuente importante del Derecho Internacional Público, y ente de importancia para todos los gobiernos del mundo.
No pretendo escribir ahora una historia de hechos trascendentes en esta materia a lo largo de la evolución de los sistemas políticos. Pero sí quiero poner el acento en el impacto que viene teniendo el tema de la biología, la biotecnología y las armas biológicas en el contexto del mundo globalizado.
Es en esta nueva etapa de la humanidad, con las modernas tecnologías de las comunicaciones y el transporte, cuando se ha facilitado de forma exponencial el movimiento de los hombres hacia todos los confines del planeta, transportando consigo a la misma velocidad enfermedades, que de otra forma, como ocurrió en otras etapas de la humanidad, estarían confinadas a comunidades locales.
Igualmente, el desarrollo tecnológico facilita el intercambio de conocimientos, y hace más factible el uso de ellos para garantizar el avance de la calidad de vida de la humanidad, pero también facilita su manejo, para producir daños colosales a la integridad de la vida sobre el planeta.
En el siglo XX el gran temor de la humanidad fue sin duda el manejo de la energía nuclear. Su uso para fines bélicos generó no pocas situaciones de tensión en la geopolítica mundial. Pero también las fallas en el conocimiento y en su adecuado manejo generaron tragedias, que como la de Chernóbil trascendieron lo local.
Ahora en lo que va del siglo XXI el gran temor es el de la biotecnología y el de la guerra biológica. Estos riesgos, hoy mayores que los del terrorismo convencional, obligarán a la política a diseñar programas de bioseguridad que afectarán las costumbres y formas de vida del hombre contemporáneo.
En lo que va de siglo ya se habían presentado alertas importantes sobre el riesgo que corre la humanidad con la aparición o mutación natural, o con el manejo genético de virus y bacterias que afectan o pueden afectar a millones de seres humanos, y que incluso pueden diezmar o aniquilar de manera significativa a los habitantes del planeta.
La aparición del virus del ébola fue una campanada que la clase política del mundo no valoró en toda su dimensión, a pesar de que se levantaron voces autorizadas para alertar sobre los riesgos biológicos de la seguridad humana.
Una de esas voces fue la de Bill Gates, que en una breve y clara conferencia, organizada por la prestigiosa ONG TED (Tecnología, Entretenimiento y Diseño) ofrecida en la ciudad de Vancouver, Canadá, el 18 de marzo de 2015 expresó:
”Cuando yo era chico el desastre más temido era vivir una guerra nuclear. Hoy la mayor catástrofe mundial es una pandemia. Si algo va a matar a más de 10 millones de personas en las próximas décadas será un virus muy infeccioso, mucho más que una guerra. No habrá misiles sino microbios. Gran parte de esto es que se ha invertido mucho en armamentos nucleares, pero se hizo muy poco en crear sistemas de salud para poder detener las epidemias. No estamos preparados».
Hace cinco años apenas, Gates lo vio con claridad, el mundo no lo oyó. Menos se preparó para esta dramática explosión. Las consecuencias estamos apreciándolas en estos días. Ahora la humanidad está frente a un desafio. No hay duda de que el virus está impactando la política. Corresponde a la biopolítica tratar todo lo relacionado con el manejo del fenómeno.
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