La bestia es uno de los platos fuertes del Festival de Cine Francés, cuyo menú ofrece una selección de obras maestras, ganadoras en Cannes y Venecia, como Anatomía de una caída, Palma de Oro en 2023.
La bestia pertenece al género de la ciencia ficción, en teoría, al contar la historia de una bella “arquetipal” acechada por los monstruos de la razón tecnológica, bajo el influjo de las inteligencias artificiales.
En tal sentido, es uno de los incontables filmes que se exponen sobre el tema de las AI, según una perspectiva problemática.
Vemos el desarrollo de un género al respecto, que expone la preocupación de cineastas y productores ante el ascenso de una tecnología que amenaza con reemplazarnos en el mercado laboral, entre otras ansiedades del milenio.
La bestia, del director Bertrand Bonello, reflexiona acerca del asunto, narrando el relato de una mujer del futuro, que analiza y revisa sus vidas pasadas, a través de una cura de sueño que supervisa una máquina inteligente.
Ella yace postrada en una cama acuosa, como de película de terror de Cronenberg, que la va diseccionando con voces y agujas peligrosas.
Desde ahí se conecta con el multiverso de su memoria, protagonizando tres tramas en paralelo: la de una dama de alcurnia que diseña muñecas y asiste al hundimiento de París en 1910, la de una actriz precarizada en un Hollywood distópico, la de una joven del futuro que busca controlar sus miedos y pasiones en 2044 por medio de las inteligencias artificiales.
Cada argumento se hilvana a partir de la adaptación de un relato de Henry James, dedicado al drama de dos personajes que se relacionan desde la atracción hasta la sospecha de sufrir una catástrofe.
Por ende, La bestia propone una versión de un conflicto clásico al estilo neobarroco, manierista y sofisticado de su autor, quien asume un punto de vista diferente en función de las historias planteadas.
Para la trama de época, Bonello adopta el perfil de un cierto cine francés de corte académico, amén de un deambular por salones de ambiente anacrónico y decadente, en el anticipo de un naufragio, el de una ciudad.
Capaz se trata de un guiño a la caída de la industria y el país galo que dará pie a la irrupción de las nuevas olas.
Pero el presente que dibuja el realizador no es menos inquietante en Los Ángeles de 2014, donde una actriz de muchas luchas por sobrevivir entre proyectos absurdos de escaso valor y un trabajo como cuidadora de una mansión Parasite.
Hay un odioso “incel” que la acosa y la persigue, con un plan macabro como de psicópata de Lynch y Brian De Palma.
Aquí Bonello nos sorprende con una relectura sórdida de dos fuentes de inspiración: Taxi Driver y Henry, el retrato de un asesino, haciéndole guiños a Mulholland Drive.
Por cierto, aprovecha para citar a Harmonie Korine, en Trash Humpers, como parte no de un remedio sino de la enfermedad que retrata el filme.
Allí la protagonista acude a una espiritista fantasmal, que le habla como zombie desde la interfaz de su laptop.
La promiscuidad de las pantallas y el contagio de la saturación de spam, vienen de la mano en la creación de las bestias contemporáneas del hate.
La bella parece marcada por un desenlace fatal.
Ya en el futuro se enlaza con una robot y un sistema de inteligencia artificial, que trabaja para borrar sus recuerdos como en Eternal Sunshine de Michel Gondry.
Las dos horas y media del filme lucen ajustadas y necesarias para atar los cabos del guion, enviando diversos mensajes y subtextos, a cual más inquietante.
De paso, Bonello filma con la destreza de un Buñuel en el clímax del surrealismo, afirmando su mirada de riguroso observador de las paradojas culturales de nuestro tiempo.
Por ello es un filme imprescindible e hipnótico, uno que de pronto se sumerge en el deslave de París, para después introducirnos en la noche de la escena disco, tecno y trap.
Un submundo que el director conoce tan bien como Leos Carax, Gaspar Noé y Phillipe Grandrieux.
Las bestias de un cine francés indomable.
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