El pasado sábado se libró una batalla geopolítica trascendental en los conflictos por esferas de influencia geopolítica e ideológica y espacio de prestigio político y dominación cultural entre los gobiernos de izquierda y derecha en el continente americano durante la elección del nuevo presidente del Banco Interamericano de Desarrollo. El resultado fue una resonante victoria del presidente Donald J. Trump al colocar el primer estadounidense a dirigir dicha institución en 60 años, luego de derrotar a los gobiernos de tendencia política de izquierda como México y Argentina que habían buscado dilatar la elección del cargo junto a otros gobiernos por razones nacionales, apoyadas por otros países europeos. Aparte de Estados Unidos, la candidatura de Claver-Carone fue presentada por El Salvador, Guyana, Haití, Israel y Paraguay; y su nombramiento estaba apoyado también por países como Colombia, Brasil, Bolivia y Uruguay.
Es igualmente un triunfo para el gobierno interino de Juan Guaidó y los 60 países que le apoyan, pues le permite asegurar parte de los recursos financieros para iniciar en cuanto le sea posible los 23 grandes proyectos de reconstrucción, valorados en más de 60.000 millones de dólares señalados en la recordada Conferencia de Lima para la reconstrucción de Venezuela.
En principio, debemos entender la importancia del BID, así que lo resumiremos en la siguiente cita textual:
“El Banco Interamericano de Desarrollo en sus iniciales BID (en inglés: Inter-American Development Bank) es una organización financiera internacional con sede en la ciudad de Washington D.C. (Estados Unidos), y creada en el año 1959 con el propósito de financiar proyectos viables de desarrollo económico, social e institucional y promover la integración comercial regional en el área de América Latina y el Caribe. Es la institución financiera de desarrollo regional más grande de este tipo y su origen se remonta a la Conferencia Interamericana de 1890. Su objetivo central es reducir la pobreza en Latinoamérica y el Caribe y fomentar un crecimiento sostenible y duradero. En la actualidad el BID es el banco regional de desarrollo más grande a nivel mundial y ha servido como modelo para otras instituciones similares a nivel regional y subregional. Aunque nació en el seno de la Organización de Estados Americanos (OEA), no guarda ninguna relación con esa institución panamericana, ni con el Fondo Monetario Internacional (FMI) o con el Banco Mundial. En la actualidad el capital ordinario del banco asciende a 105.000 millones de dólares estadounidenses”.
Durante muchos años, se aceptó de manera tradicional que el presidente del BID fuera un latinoamericano y el vicepresidente un estadounidense, hasta que surgió un cortocircuito institucional, narrado en el portal bbc.com/mundo en los siguientes términos:
“…el economista mexicano Jacques Rogozinski, quien trabajó un tiempo en el BID, ha apuntado que la polémica candidatura pudo haberse fraguado como reacción ante la negativa de Luis Alberto Moreno, el presidente saliente del BID, a aceptar como vicepresidente de la institución a Claver-Carone, quien habría sido postulado para ese cargo por Trump en, al menos, dos ocasiones. «No puedo especular por qué… pero esto es, al menos para mí, lo que está creando toda esta situación», dijo Rogozinski a la emisora NPR. Recordó que el acuerdo no escrito para la gobernanza del banco prevé que el presidente siempre sea un latinoamericano pero también que el vicepresidente siempre sea un estadounidense, por lo que consideró probable que Trump haya postulado a Claver-Carone a la presidencia debido a que fue rechazado para ocupar la vicepresidencia. «Mi conclusión es que esto fue visto por el gobierno estadounidense como la ruptura de la regla no escrita. Así que, si una regla fue rota, ¿por qué no dos?», concluyó Rogozinski”.
Ante esta inaceptable posición de rechazar el candidato estadounidense se presenta un conflicto político, en el que Estados Unidos encaró a todos los gobiernos para que enfrentaran a su candidato frente a otro cualquier candidato que osara presentarse con los resultados esperados.
Se armó un gran escándalo mediático, destacando que más de 20 expresidentes latinoamericanos, entre los que se encuentran Laura Chinchilla, Costa Rica; Fernando Henrique Cardoso, Brasil; Ricardo Lagos, Chile; y Carlos Mesa, Bolivia, solicitaron que se posterguen las elecciones para la presidencia del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). «Las condiciones distan de ser favorables para el debate reflexivo y profundo que esta decisión requiere», destacó la carta firmada por 22 exjefes de Estado, en alusión a la crisis generada por el coronavirus (COVID-19) y las circunstancias económicas que vive la región. Incluso, los gobiernos de Argentina, Chile, México y Costa Rica estuvieron abogando por posponer la elección hasta marzo de 2021, con el argumento de que se podía esperar a que pase la pandemia para hacer una elección presencial, hasta el alto representante para la Política Exterior de la Unión Europea, Josep Borrell, se manifestó a favor de una postergación de la votación.
Era evidente que era una táctica para ganar tiempo y buscar que el candidato presidencial demócrata Joe Biden, de llegar a ganar las elecciones de noviembre, les dejara el cargo por falta de interés en la región.
También se presentaron las evidentes renuncias de los candidatos existentes (Gustavo Béliz de Argentina y Laura Chinchilla de Costa Rica)) frente a la candidatura del actual presidente Mauricio Claver- Carone, debido a que era casi suicida para un gobierno de América Latina insistir en enfrentarlo por las consecuencias políticas y económicas posteriores. La expresidenta de Costa Rica terminó expresando “una declaración en la que hace mención a la regla no escrita según la cual la presidencia del organismo siempre sería ocupada por un latinoamericano o caribeño y cuestionó la decisión de Estados Unidos de presentar un candidato propio «sin que previamente mediaran procesos de consulta». Además, afirmó que se trata de «una señal preocupante» para la gobernanza que debe regir en el BID”. (Posición que no coincide con el amplio apoyo de la elección del candidato de Trump a nivel de gobiernos).
Este triunfo histórico de la diplomacia estadounidense, es sin duda una respuesta política a las intervenciones económica de la República Popular China en América Latina, demostrando que no dará ningún espacio multilateral a ningún nivel en esta lucha global que va a todas las instituciones y que un futuro cercano apuntan sin duda hacia las agencias especializadas de la ONU, que durante décadas han destacado por posiciones antiestadounidenses, muchas veces de manera descarada y nada diplomática.
Igualmente es un varapalo, para gobiernos de izquierda en la Unión Europea, que trataron de sabotear los intentos estadounidenses por afinidades ideológicas con gobiernos del mismo signo ideológico en América Latina.
No es de extrañar que la reacción más virulenta viniera del Grupo de Puebla, asociación que reúne a políticos latinoamericanos progresistas, que pidió a través de un comunicado que se aplacen para 2021 las elecciones a la presidencia del Banco Interamericano de Desarrollo. «El Grupo de Puebla apoya la petición formulada por un importante número de países, Congresos y personalidades de la región para que se aplace hasta marzo de 2021 la elección del próximo presidente del BID», señala la comunicación firmada por 28 políticos regionales (Rafael Correa, David Choquehuanca, Ernesto Samper, Marco Enríquez-Ominami, Aloizio Mercadante, Mónica Xavier, Guillaume Long, Jorge Taiana, Carlos Sotelo, Carlos Ominami, Iván Cepeda, Hugo Martínez, Esperanza Martínez, Daniel Martínez, Verónika Mendoza, Celso Amorim, Gabriela Rivadeneira, Fernando Lugo, Carlos Tomada, Clara López, Carol Proner, Karol Cariola, Camilo Lagos, Cuauhtémoc Cárdenas, Jorge Taiana, Adriana Salvatierra, María José Pizarro, José Miguel Insulza).