La votación en la planta de General Motors en Silao puede transformarse en un hito de la vida laboral y sindical mexicana, pero también de la relación con Estados Unidos y la inversión extranjera en México. A diferencia de tantos otros supuestos acontecimientos en México que ocupan la atención del gobierno y de la comentocracia, y que no revisten la menor importancia simbólica o premonitoria, la elección de Silao puede adquirir trascendencia en los hechos.
El martes y miércoles de la semana pasada casi 6.000 trabajadores de la GM en Silao participaron en una llamada “legitimación del contrato colectivo de trabajo”, firmado antes por el sindicato, perteneciente a la CTM, y la empresa. Esta votación repuso una que se celebró en abril, también para aprobar el contrato colectivo, pero que fue objetada por sindicatos de Estados Unidos, por el gobierno de Biden, por la Embajada de Estados Unidos en México, y por trabajadores disidentes. Se recurrió al “Mecanismo Laboral de Respuesta Rápida”, incluido en el T-MEC desde el año pasado. La votación fue organizada por el INE, y supervisada por representantes de la OIT, de la UAW, la STPS, y, en principio, por los attachés o agregados laborales de la Embajada norteamericana.
Por seiscientos votos de diferencia, los trabajadores resolvieron rechazar el contrato colectivo, que por tanto se dio por terminado, abriendo la puerta a una nueva titularidad del contrato, es decir, a un nuevo sindicato. Pronto, en menos de un mes, comenzará una nueva negociación, con el mismo sindicato, los disidentes y tal vez con la participación de otros sindicatos: el minero-metalúrgico de Gómez Urrutia, o la CATEM de Pedro Haces. El nuevo acuerdo al que se llegue deberá de ser aprobado por los trabajadores de la planta, en voto universal, secreto y personal.
El acontecimiento encierra muchas consecuencias. En primer lugar, al establecer lo que ya habíamos llamado un protectorado laboral de Estados Unidos en México, el T-MEC obliga a inaugurar una era de mayor democracia sindical, que podrá o no llegar a buen puerto. La pregunta de si esto no sucedería sin la imposición norteamericana se antoja ociosa. Desde los charrazos de los años cuarenta y con una que otra excepción efímera o aislada, esa democracia sindical ha brillado por su ausencia en el movimiento obrero mexicano.
Ciertamente, nada garantiza que este sistema funcione y acabe con los sindicatos corruptos y agachados que predominan en el país. Ni Napo ni Haces son menos corruptos y gangsteriles que la CTM en general o que ese sindicato, liderado por Tereso Medina, en particular. Tampoco sabemos si se va a generalizar el recurso al Mecanismo de Respuesta Rápida, o si con la simple amenaza baste para que florezcan cien flores en el movimiento sindical mexicano, tanto del Apartado A como del B, en empresas multinacionales o puramente mexicanas, grandes o medianas, exportadoras u orientadas al mercado interno. Se trataría de un gran avance para la democracia en México, para la distribución del ingreso y para las libertades.
Pero esta no es la única faceta de la batalla de Silao. Huelga decir que hay muchos intereses allí reunidos. En primer lugar, el líder cetemista derrotado, Tereso Medina, es uno de los aspirantes a suceder a Carlos Aceves como jefe de la CTM. Cuenta con el apoyo de muchos sindicalistas y empresarios, y el rechazo de otros. En segundo lugar, la UAW de Estados Unidos, así como varios congresistas demócratas cercanos a otros sindicatos, obviamente se propusieron recuperar (on-shoring) empleos trasladados a México a través de las nuevas disposiciones laborales (y ambientales, por cierto) del T-MEC. Unos buscan traer plantas enteras; otros, solo ciertas líneas de producción. Las empresas, tanto estadounidenses como japonesas, no descartan relocalizarse en el sur de Estados Unidos, donde los sindicatos no existen o son más débiles. Mejorar los salarios en México fue una demanda de solidaridad obrera, y a la vez una medida proteccionista de parte de los negociadores norteamericanos del T-MEC.
El gobierno actual ya medio reconoció que medio la regó en la negociación al medio ceder demasiado en esta materia. Cedió más en materia energética, pero todavía no lo acepta, o no lo entiende. La historia avanza del mal lado, y la democracia sindical en México puede llegar por imposición de Estados Unidos y por negligencia, desidia e incompetencia de México. Con un costo que los empresarios mexicanos tampoco comprendieron, y que van a pagar por miedo a enfrentarse al gobierno. Así es esto.