OPINIÓN

La batalla de Hong Kong (Impacto sobre Venezuela)

por Daniel Arias Alfonzo Daniel Arias Alfonzo

Aunque la legislación de Hong Kong compete a su Parlamento por el principio «un país, dos sistemas», que otorga a la ciudad autonomía y más libertades que al resto de China, Pekín tiene potestad de promulgar directamente ciertas normas. Según el artículo 18 de la Ley Básica, las regulaciones nacionales se pueden incluir en su Anexo III cuando se refieran a la defensa, asuntos exteriores y «otras cuestiones fuera de los límites» de su gobierno regional.

La aprobación de la Ley de Seguridad Nacional que Pekín promulgó esta semana para poner fin definitivo a las protestas democráticas establece su facultad nacional para perseguir la subversión, la secesión, el terrorismo y las interferencias extranjeras que atenten contra la seguridad nacional. El instrumento legal estipula la instalación en Hong Kong de oficinas de la seguridad pública china, una posibilidad que espanta a los sectores democráticos  en la ciudad por la fama de los servicios de seguridad chinos de intimidar y hacer «desaparecer» a los disidentes en el continente. La policía puede retener legalmente a los sospechosos hasta seis meses para interrogarlos sin pasar por un tribunal.

Esta ley parece querer evitar en el futuro una posible rebelión pro democracia que pudiera derivar en movimientos independentistas que socaven el monolítico monopolio del poder por parte del Partido Comunista, lo que  tiene una connotación mundial difícil de ignorar, aun para aquellos que estamos muy lejos geográficamente del continente asiático.

En este sentido, la República Popular China es con gran diferencia el mayor país del mundo gobernado por un partido comunista, estando muy delante de otros países con gobiernos autoritarios que siguen su ejemplo como Vietnam, Corea del Norte o Cuba, mientras tiene la admiración de otros gobiernos de férreo control político como Bielorrusia, Venezuela, Pakistán o la misma Rusia, que aspiran a imitarle en un modelo de desarrollo económico sin perder control político de sus sociedades.

El recuerdo funesto para los regímenes de tendencia de extrema izquierda o autoritaria de la desaparición de la Unión Soviética ante el empuje económico y tecnológico de Estados Unidos y sus aliados,  es una pesadilla constante en las memorias de dichos gobernantes que presenciaron la caída imparable de un “coloso” militar y espacial que no pudo adaptarse a la revolución informática e industrial de los años setenta del siglo pasado. En fin, estamos hablando de una batalla ideológica cuya derrota tendría como consecuencia la muerte de todos los regímenes autoritarios que desean separar el desarrollo económico de la libertad individual y corporativa, propia de los países desarrollados de Occidente.

Para la propia China es un asunto mayor de vida o muerte, para su supervivencia política, ya que la experiencia de Hong Kong de querer establecer una propuesta política de “un país, dos sistemas” que se armonizarían entre sí, con el objeto de atraer a la provincia rebelde de Taiwán a la unificación nacional con este sistema de convivencia entre socialismo político y capitalismo económico ha demostrado ser insostenible en el tiempo, debido a las incompatibilidades estructurales entre ambos sistemas.

Este “fracaso político” que puede traer como consecuencia directa la búsqueda de la independencia de Taiwán, sin duda, reconocida por Estados Unidos, en esta actual etapa de tirantez y conflicto, sería también un estímulo para las rebeliones en las demás regiones  autónomas de China (Región Autónoma  Uigur de Sinkiang, Región Autónoma de Mongolia Interior, Región Autónoma del Tíbet, Región Autónoma Hui de Ningxia, Región Autónoma Zhuang de Guangxi), generando una posible guerra múltiple de independencia, en la que los países de Asia Central, Turquía, Arabia Saudita, la India  y Estados Unidos irían sin duda a apoyar la secesión de estos hipotéticos países, reconvirtiendo al Dalai Lama en símbolo mundial de independencia y creando gobiernos en el exilio de estos grupos minoritarios.

La separación cultural entre China y Hong Kong después del largo período de gobierno británico (1842-1997) ha creado unas diferencias tan insuperables en cuanto a la relación del individuo con el Estado, en materia de derechos y obligaciones, que pareciera que hay más afinidad entre Hong Kong y Escocia que con el resto de China.

Por tal razón, se hace imprescindible que se entienda que esta batalla va mucho más allá de una guerra económica, para resolver el futuro de la propuesta china de la  “Ruta de la Seda” que ante los conflictos geopolíticos actuales parece que van a ser pospuestos por mucho tiempo.

La guerra comercial, tecnológica y financiera entre la República Popular China y Estados Unidos de América es un hecho ya difícil de ocultar, ante la que cada uno de los países del orbe tendrá que asumir una posición definida, sin poder esconderse como en la denominada guerra fría  en la absurda posición de los países denominados No Alineados, que se dedicaban abiertamente a criticar y molestar a los países capitalistas, mientras que su inmensa mayoría tenían regímenes favorables a la Unión Soviética, hasta que la misma invadió Afganistán en 1979 y no pudieron siquiera tener la dignidad  de condenar la misma, estando dicho foro político bajo la presidencia de Fidel Castro, presidente de Cuba.

La posible implementación de un Estado de Sitio en la ciudad de Hong Kong, donde pasan el 20% de la inversión extranjera en China, pueden implicar el cierre de la bolsa de dicha ciudad, la huida de 3 millones de hongkoneses que pueden tener pasaporte británico de antes de 1997 y dañaría las relaciones con los países de Occidente que no podrían conciliar sus estándares políticos y económicos de convivencia con un gobierno chino que puede desestabilizarlos económicamente por razones políticas.

Este conflicto mundial, que por los momentos no tiene afortunadamente carácter bélico, obliga a los políticos de Venezuela a evaluar con sumo cuidado el apoyo desmedido de ciertas figuras políticas a políticas de corte antioccidentales, a pesar de tener una amplia dependencia tecnológica, financiera y comercial con los países de América Latina  y Europa Occidental.

No parece muy prudente seguir jugando a ser el muchacho rebelde, malcriado, respondón y que siempre lleva la contraria a sus vecinos, porque se tiene “petróleo”, especialmente si el país está en ruinas. Es suficiente un conflicto político ideológico para tener que imaginar 3 conflictos al mismo tiempo por la afinidad política con Cuba, Irán y China.

El conflicto político en Venezuela va in crescendo…