Continuando con las reflexiones sobre el conflicto ideológico planteado por el presidente de Argentina, Javier Milei, y que el presidente de España captó en toda su dimensión, se hace necesario tratar diversos tópicos o puntos que durante décadas o siglos se han venido presentando como verdades absolutas que eran imposibles de debatir o cuestionar, tal como si se hablara de Dogmas de Fe o «verdades reveladas» cuyo análisis, mucho más su puesta en duda, arroja al político o politólogo al fuego sagrado con el cual se purificaba a los herejes en tiempos de la Santa Inquisición.
Veamos algunos de esos puntos:
1- La economía planificada
Heredero directo de la cultura soviética de los planes quinquenales, que en su momento sacaron a dicho país del analfabetismo masivo y el retraso industrial, se olvida con frecuencia de que al final de esta historia, esta forma de dirigir la economía terminó implosionando a dicho país, que no tenia la flexibilidad del mercado para destruir las empresas ineficientes y superadas tecnológicamente, puesto que el fin último termina siendo el pleno empleo de toda o casi toda la población económicamente activa, sin importar si están adheridos a la administración pública o a empresas «zombie», como se les llama en China, que solo producen pérdidas.
La idea de que es el mundo global y las empresas privadas nacionales o multinacionales las que fijan los estándares de calidad y costos de bienes y servicios es una «abominación» para demasiados políticos en nuestra región, que tienen décadas pontificado que es el Estado, a través del gobierno interventor de la economía y todas sus variables, sean macro o micro, quien tiene que desarrollar un «capitalismo de Estado», donde muchos, pero no todos, desde el presidente hasta gobernadores y alcaldes, juegan a ser empresarios con dinero, terrenos e inversiones que no son producto en muchos casos de estudios de mercado o el menor análisis racional, sino el capricho o deseo de obtener recursos a corto plazo, especialmente porcentajes de contratos de construcción, créditos asignados y por supuesto la manipulación político clientelar de los trabajadores públicos a fines de obtener beneficios electorales, para seguir manteniendo las cuotas de poder.
Por ello, a pesar de las diferencias de escala, presidentes, gobernadores y alcaldes, tratan inútilmente de cambiar realidades estructurales muy profundas, especialmente en países arruinados financieramente como Venezuela, donde la pérdida de más de 70% del producto interno bruto ha reducido a la incapacidad al Estado nacional, subnacional y local, que se observa cuando el mismo presidente Maduro fija como meta nacional recaudar 10.000 millones de dólares estadounidenses en impuestos nacionales en el año 2024 para atender a los 25-30 millones de venezolanos que según los datos oficiales aún viven en Venezuela.
Para quienes están en el exterior, saben que esta cantidad en el presupuesto de funcionamiento de una ciudad y no de un país no solo demuestra de manera contundente la realidad financiera venezolana, sino la imposibilidad de ofrecer soluciones a la población con los esquemas tradicionales de gobierno, que asumen todas las tareas y funciones, sin importar si pueden cumplir o no con las altas expectativas ofrecidas.
Dentro de estas ideas, se destaca la idea de las empresas estratégicas para monopolizar los recursos naturales, sea el petroleo venezolano, el cobre chileno, o el litio mexicano, donde como en un juego global de póquer, los presidentes juegan a ser actores geopolíticos regionales, regalando los mismos a países arruinados, con el objeto de tener su apoyo en organismos internacionales, o enfrentando a los países occidentales a través del apoyo a las empresas de los países con gobiernos enemigos de Occidente, para demostrar su independencia política y creación de un «mundo multipolar».
La trágica y humillante experiencia de ver cómo todas las empresas petroleras internacionales que desean trabajar en Venezuela deben obtener primero una licencia operativa por la OFAC (Oficina de Control de Bienes Extranjeros estadounidense) demuestra muy claramente la locura económica y política de asumir un desafío económico y político global de manera frontal, lo que la misma República Popular China, con sus inmensos recursos, ha evitado hasta ahora en sus relaciones con Occidente.
Aceptar que los actores económicos privados nacionales e internacionales son vitales para la supervivencia financiera de los gobiernos en un enorme trauma político para quienes siguen pensando en el Estado todopoderoso que todo lo resuelve a punto de decretos.
2- El desafío de la participación ciudadana
La idea de compartir las tareas tradicionales de las empresas públicas con el sector privado y generar control ciudadano a través de rendición de cuentas, gobierno electrónico, transparencia administrativa son conceptos verdaderamente innovadores, por no decir «revolucionarios» en la mentalidad de las sociedades latinoamericanas, ajustadas por siglos de prácticas administrativas en los que la arbitrariedad, la corrupción y la improvisación eran las características principales de muchos gobiernos a todas las escalas.
En Venezuela, por ejemplo, se supone que existe un plan detallado de desarrollo comunitario en los casi 50.000 consejos comunales, que derivan en los planes de desarrollo comunal de más o menos de 4.000 a 5.000 comunas, que derivan en los planes municipales de desarrollo de los 335 municipios, que derivan en los planes estadales de desarrollo de los 23 estados, que derivan en los 6 planes de desarrollo regional, que finalizan en el Plan de la Patria.
Cualquier investigador social que busque por Internet una muestra significativa de dichos planes para ver cómo funciona Venezuela, se enfrentará a la cruda realidad de las enormes dificultades para conseguir informaciones que deberían ser objeto de debate público permanente desde la comunidad hasta la nación entera, o al menos, ese es el espíritu de dichas leyes. Solamente el Plan de la Patria es posible de conseguir por estas vías.
Crean nuevos esquemas de gobernabilidad en nuestros países, se hace muy difícil si no se produce un cambio cultural en la conducta del ciudadano de a pie, sobre sus responsabilidades, en cuanto al funcionamiento del Estado en todos sus niveles.
La próxima semana veremos otros puntos…