Como en años anteriores, dedico unas líneas al mayor evento diplomático que inicia en el mundo cada segundo martes de septiembre: La Asamblea General de Naciones Unidas en la ciudad de Nueva York.
Este año su secretario general, António Guterres, ha delineado las prioridades claves del 2024, las cuales están a la Agenda 2030 y la sostenibilidad empresarial que este año han encontrado su acentuación en la cultura de la paz, el cambio climático y la digitalización: La Nueva Agenda para la Paz, Impulsar los Objetivos de Desarrollo Sostenible, Pacto Digital Mundial, el órgano asesor de la Inteligencia Artificial y Pacto de Solidaridad Climática.
Siendo que los principales problemas que afectan el mundo en estos momentos, competencia de primer orden de la ONU, son los conflictos militares y el avance del totalitarismo, pareciera que la visión de Guterres y su Secretaria se mantiene sesgada en cuanto a las prioridades, lo cual ha producido el descrédito de la organización en su incapacidad de resolver los problemas más acuciantes que afectan a millones de seres en el planeta como son las guerras, la pérdida de sus libertades fundamentales y las cada vez más angustiantes violaciones de los derechos humanos y al derecho humanitario.
Tomemos como ejemplo una de las prioridades que esboza Guterres en su Nueva Agenda para la Paz: “Durante la próxima Cumbre del Futuro, se abordará este tema con el objetivo de identificar los riesgos y garantiza la seguridad y bienestar de todas las personas en todo el mundo. Una agenda que quiere implantar una paz de enfoque multidimensional para promover la prevención de conflictos, la construcción de una seguridad colectiva más robusta e impulsar mecanismos diplomáticos. Sea el conflicto o el clima la causa, el resultado es el mismo: alteración de las cadenas de suministro globales y aumento de los costos para todas las personas. Propone medidas para mitigar el impacto de la competencia geopolítica en las personas y prevenir la fragmentación de las reglas comerciales globales, las cadenas de suministro, el dinero e Internet”.
Aquí en esta conceptualización es obvio que faltan elementos que corresponden a las responsabilidades y facultades primigenias de la ONU contenidas en su artículo 1: “Mantener la paz y la seguridad internacionales, y con tal fin: tomar medidas colectivas eficaces para prevenir y eliminar amenazas a la paz, y para suprimir actos de agresión u otros quebrantamientos de la paz; y lograr por medios pacíficos, y de conformidad con los principios de la justicia y del derecho internacional, el ajuste o arreglo de controversias o situaciones internacionales susceptibles de conducir a quebrantamientos de la paz”.
Ahora veamos qué está sucediendo en el mundo que necesite de la acción inmediata y urgente de la ONU: Invasión rusa a Ucrania, terrorismo internacional, conflicto en el Medio Oriente, amenaza de invasión de China a Taiwán, proliferación nuclear y cambios doctrinales en el uso de las armas nucleares que podrían llevar al mundo a una hecatombe, siendo los primeros señalados Rusia, Irán y Corea del Norte. Todo ello enmarcado en el peligroso avance del autoritarismo a nivel mundial.
Pudiera aducirse que la permanente parálisis del Consejo de Seguridad impide la búsqueda de soluciones a esos temas y que la agenda propuesta responde a la necesidad de actuar en otros ámbitos. Soslayar el leiv motiv de la ONU bajo la gris actuación de Guterres deja al mundo sin referencia de los problemas cruciales que hoy sufren millones de personas. Quedamos entonces en una diplomacia multilateral alternativa y una multipolaridad desbalanceada que lejos de resolver los conflictos los acentúa. Se precisa entonces de un debate sobre el estado actual de la organización y su reestructuración. Particularmente el Consejo de Seguridad.
Venezuela
Esta semana es noticia de la publicación del Informe en breve sobre las elecciones presidenciales de cuatro expertos de la ONU designados por el secretario. Un preliminar da indicaciones de irregularidades y falta de transparencia en el proceso.
Esperamos que como un acto reivindicatorio de Guterres por su actitud de poca empatía con la larga crisis venezolana, contribuya con el aporte de elementos que demuestren el escandaloso e infame acto del CNE que intenta convalidar a través del TSJ.
De ser así y proceder en consecuencia al usar los mecanismos de la AG para que a través de una resolución, entre otras demandas, pueda cuestionar la legitimidad de la actual representación permanente de Venezuela en Nueva York a partir del 10 de enero de 2025, haríamos constar nuestro reconocimiento, no solo de los venezolanos, sino de Latinoamérica y el mundo democrático amante de la paz.