OPINIÓN

La apuesta navideña de Trump: un juego de poder y polarización

por Antonio de la Cruz Antonio de la Cruz

 

El reciente mensaje navideño de Donald Trump en la red Truth Social no fue el típico saludo festivo. En lugar de paz y buenos deseos, el presidente electo ofreció una mezcla potente de retórica nacionalista, ambiciones geopolíticas y ataques partidistas. Detrás de sus palabras se esconde una estrategia calculada que es tan provocadora como premeditada.

Ya sea reclamar el control del Canal de Panamá, anexar Canadá y Groenlandia, o condenar la decisión de Joe Biden de conmutar penas de muerte, las declaraciones de Trump no se tratan solo de política: buscan posicionarlo como líder indiscutible en un tablero político global.

¿Cómo entender sus movimientos? Imaginemos un tablero de ajedrez donde cada pieza representa un jugador político diferente, cada uno tratando de adelantarse al otro. El mensaje navideño de Trump es su jugada inicial, una estrategia calculada para maximizar su influencia y forzar a sus rivales a reaccionar en sus términos.

Reclamar el Canal de Panamá: el nuevo Gran Juego

El llamado de Trump a «recuperar» el control del Canal de Panamá apunta directamente a China, que ha expandido su influencia económica en América Latina. Invocando el orgullo nacional y los sacrificios históricos de Estados Unidos, el líder del Partido Republicano presenta la presencia china como un desafío directo a la soberanía estadounidense.

Esto no es solo fanfarronería. El canal es un punto crítico para el comercio global y la creciente presencia de Pekín allí, a través de empresas como Hutchison Ports, plantea preocupaciones estratégicas legítimas. Trump sabe que este mensaje resuena en su base, que ve a China como el principal adversario de Estados Unidos.

Sin embargo, aquí está el problema: Panamá, como nación soberana, tiene pocas razones para alienar a China, su principal socio comercial. La retórica de Trump puede ser efectiva dentro del país, pero internacionalmente podría aislar aún más a Estados Unidos y acercar a América Latina al ámbito de influencia chino.

¿Canadá como el 51º estado? Una fantasía populista

La sugerencia de Trump de que Canadá se convierta en el 51º estado fue recibida con escepticismo, como era de esperar. Prometió menores impuestos, crecimiento económico y protección militar a cambio de la soberanía canadiense. La idea es, en el mejor de los casos, impráctica y, en el peor, ofensiva.

Pero ese no es el objetivo. Trump no está hablando a los canadienses; está hablando a los estadounidenses desilusionados con la globalización. Al enmarcar la propuesta como una solución beneficiosa para ambos, refuerza su narrativa de “América Primero” mientras provoca al primer ministro liberal de Canadá, Justin Trudeau, un blanco frecuente de sus críticas.

Para Trudeau, la elección es clara: rechazar la idea y unificar a los canadienses alrededor del orgullo nacional. Para Trump, la propuesta cumple su propósito sin necesidad de concretarse: fortalecer su imagen como un líder audaz e intransigente.

Groenlandia y el Ártico: ¿Guerra Fría 2.0?

El renovado interés de Trump en Groenlandia, un territorio danés, está vinculado a la seguridad nacional. A medida que el hielo del Ártico se derrite, surgen nuevas rutas comerciales y recursos sin explotar, convirtiendo a la región en un punto caliente geopolítico.

Al sugerir que Estados Unidos «necesita» Groenlandia, Trump envía una señal clara de su disposición a desafiar a Dinamarca y otros actores del Ártico. La reciente inversión de 1.500 millones de dólares de Dinamarca en defensa de Groenlandia demuestra que no está tomando la propuesta a la ligera.

Sin embargo, la jugada de Trump es clara: posicionar a Estados Unidos como la potencia dominante en el Ártico. Aunque la idea de anexión sea improbable, obliga a aliados y rivales a replantearse sus estrategias en la región.

Justicia penal y guerras culturales

En el ámbito doméstico, la negativa de Trump a extender sus deseos navideños a los 37 condenados a muerte cuya pena fue conmutada por Biden es un movimiento calculado para reavivar las guerras culturales. Al pintar la decisión como una muestra de «debilidad» frente al crimen, moviliza a su base y traza un claro contraste con las políticas progresistas de Biden.

Es un movimiento clásico de Trump: amplificar temas divisivos para energizar a sus seguidores y eclipsar las críticas. Para los demócratas, defender la decisión de Biden como humanitaria y justa resonará en los progresistas, pero podría generar distanciamiento entre los moderados preocupados por el aumento del crimen.

El panorama general

El mensaje navideño de Trump no trata de resolver problemas, sino de definir los términos del debate. Cada declaración, por extravagante que sea, obliga a sus oponentes a jugar en su terreno.

Al invocar el orgullo nacional, promesas económicas y puntos de tensión cultural, Trump se consolida como un líder populista que no teme desafiar las normas. Para sus seguidores, es un héroe; para sus críticos, un disruptor.

La verdadera pregunta es si esta estrategia, que prospera en el conflicto y la polarización, puede traducirse en un gobierno efectivo. El mundo no solo está observando a Trump: está reaccionando. Si no tiene cuidado, su retórica audaz podría tener consecuencias no deseadas, tanto en casa como en el extranjero.

Al entrar en 2025, la movida de Trump es clara: está apostando a lo grande por su capacidad para dominar el tablero. Queda por ver si las piezas caerán a su favor.