Aunque no queramos reconocer que el resultado de la elección del 5 de noviembre en Estados Unidos, de una u otra forma, tendrá influencia determinante en el destino de Venezuela, sobre todo cuando el 10 de enero se pudiera ratificar de facto la reelección del presidente Maduro, como todo parece indicar, no solo por el empeño de aferrarse al poder sino por su contraparte, que intenta que penda sobre sus cabezas la espada de Damocles, lo cual, ha impedido encontrar una solución política que nos permita retornar a la democracia a la que todo el país, incluido los bolivarianos, aspiran.
Lo más curioso es que cada sector político nuestro (gobierno-oposición) apuesta por una u otra candidatura. El sector opositor juega a Donald Trump, esperanzado todavía de que se repita aquella política de “máxima presión” o “todas las cartas están sobre la mesa” y que finalmente lo haga realidad. Por otra parte, el gobierno, aspira a la continuación la Administración Demócrata para eternizar las conversaciones y así, asidos al poder, perpetuarse.
Ambos sectores están equivocados y sus preferencias se entrecruzan pues basta analizar a los candidatos Harris y Trump, escudriñar sus propuestas y las escasas opiniones que han emitiendo tanto en público como en privado sobre Venezuela, a parte del tema migratorio, para tener una idea de las relaciones que tendrán cada uno de esos posibles gobiernos con nosotros. Una cosa es segura, no seremos prioritarios en su muy complicada geopolítica.
La oposición apuesta a ese Trump de hoy que continúa siendo explosivo e impredecible y que en un reciente discurso, el 10 de junio pasado, en Carolina del Norte, confesó que “su política hacia Venezuela había tenido la intención de apropiarse de las cuantiosas reservas petrolíferas y que eso era el motivo de su asfixia y agresión hacia Venezuela”; por otra parte, se ha conocido que en conversaciones privadas ha comentado “que lo engañaron con la política hacia Venezuela, que admira la fortaleza de Maduro y si ganara la presidencia, tendría buenas relaciones con su gobierno por su interés energético”. Más o menos en ese sentido, en una entrevista (14/10/24) John Bolton, su exasesor para Venezuela, lo ratificó y mostró su preocupación de que “si alguien le dice que se reúna con Maduro como hizo con King Jong-un lo haría”. Su posición hacia Venezuela es más electoral y acusa al gobierno y a Kamala de permitir que países como Venezuela hayan conseguido bajar el grado de criminalidad enviándola a los Estados Unidos. Su personalidad fuerte e impositiva es muy conocida, así como, su admiración y reconocimiento hacia líderes autoritario.
Al contrario, la gente del gobierno apuesta al triunfo de Kamala Harris en el convencimiento que como Vice-Presidenta del Gobierno de Biden continuará su política de unos diálogos interminables con medios resultados y sin verdaderas consecuencias. La idiosincrasia de Harris no da para eso y su relación con el gobierno venezolano será más robusta e intensa y buscará resultados acordes con sus expectativas. Su personalidad y formación son de una Fiscal de hierro con una estructura mental jurídica de castigo a los infractores de la ley y persecución de abusos del fuerte contra el débil, del impune que con viveza abusa del frágil para garantizar su status. Será una relación con el gobierno un poca más complicada, de más presión a Maduro, de apoyo a los sectores opositores democráticos y ratificará lo exigido al gobierno y las Fuerzas Armada venezolanas “de proteger los derechos humanos de los venezolanos” como lo señaló en su carta a los opositores el 16 de agosto de 2024. Además, de continuar exigiendo al gobierno y al CNE, transparencia y publicación de las Actas, de lo contrario la relación será más difícil y compleja.
De todo lo anterior, se puede deducir que con el triunfo de Kamala Harris como presidenta, ésta estará mucho más implicada con los valores democráticos de la política exterior norteamericana y continuara comprometida en el retorno de la democracia en Venezuela, mientras que veremos a un Donald Trump presidente, asumir el problema venezolano, más influenciado por su formación profesional, por lo que, él verá a Venezuela mucho más como un negocio petrolero, un problema migratorio que perjudica el trabajo de sus connacionales quitándole puestos de trabajo, como una Venezuela que exporta delincuencia como lo ha afirmado y no tanto, desde un punto de vista político democrático.